jueves, 23 de marzo de 2023

Los días del paraíso, de Luis León Barreto


Esta es una reseña que no lo es. No me he acabado la novela. No sé muy bien si porque sea peor que las otras del mismo autor que he reseñado o porque es igual que las otras y ya me cansé. Esta transcurre en una época más actual, entre los años sesenta y ochenta. Y fabula con unos comienzo de la explotación turística en Canarias. Todo muy mafioso, todo muy inflado, me parece. Y todo lleno de posibles contenidos que no acaban de desarrollarse igualmente. 

Tal vez las ideas están aquí: Se habla de la explotación turística de las islas desde los años sesenta en que un alemán medio hippy se da cuenta de las grandes posibilidades de nuestras costas, de nuestro sol y benigno clima. El alemán resulta ser avispadillo y aprovecha las crisis de la agricultura para comprar terrenos baratos. Pronto se le asocian los terratenientes locales que poseen más tierras, influencias y dinero. Y ya tenemos montada la mafia del turismo. Que se amplía hacia la de los servicios, drogas, máquinas tragaperras, tráfico de armas aprovechando que los comerciantes hindúes se traen y llevan mercancías de un lado para otro. Ah, pero hay un inconveniente, un alemán en Fuerteventura empieza a escamarse. Ya tenemos una pequeña guerra entre bandas. Y así todo. Pero todo bastante esquematizado, muy sugerido. En medio tenemos a unos altos ejecutivos, unos procedentes de familias poderosas, otros que han subido desde la calle con tesón y voluntad. Ah, sí, también tenemos unos amoríos intensísimos, con Yolanda de Pablo Milanés, y canciones de Luis Eduardo Aute. Los ejecutivos llevan pistola, pero escuchan música del barroco inglés, son gente sensible que no duda en mandar matar a quien se porta mal. Sí aquí están todas las ideas, pero todo esto está metido ahí, en, de nuevo apenas doscientas páginas, pero a uno le da la impresión de que esto se debe tratar de otra manera, que habría que desarrollar más, que se queda corto.

Por otra parte, me produce una sensación de exageración, de hinchazón, de querer meterle todas las características a la trama, un exceso de tono mafioso, un exceso de droga por todas partes y de tráfico de personas, matones italianos, mafia americana, tráfico de armas, inmigrantes. Tal vez la realidad sea así, todo mezclado y centrado en tres pollos que gobiernan todo el corral, pero en esta novela queda como excesivamente fabulado. 

A mí no me ha acabado de satisfacer, me parece que la trama se desarrolla poco armoniosamente. Que no está centrada y que no hay homogeneidad, como que falta ritmo en la narración. Hay secciones muy lentas, como esas románticas, poéticas. Y otras que son como esquemáticas. No hay una trama concreta, un centro que vaya guiando. ...

No me me satisfizo, me cansé de leerla. Ahí la dejé. Discúlpenme. Paso a otra cosa.  O ya se verá.

viernes, 17 de marzo de 2023

La infinita guerra, de Luis León Barreto

En la anterior reseña ya comentábamos que hay una especie de enlace temático entre estas tres novelas de LLB: Las espiritistas de TeldeLa infinita guerraLos días del paraíso, así que me propuse leer las tres secuencialmente por aquello de completar los ciclos, que luego uno se queda a medio y invade una frustrante sensación de fracaso (ya sé que no es sólo por eso, maldita conciencia, ya cállate).

Bien, pues, la infinita guerra aludida ya se pueden imaginar que es la nuestra, la bien querida Guerra Civil de todas nuestras desgracias como país (ironía, este país se cree un desgraciado desde el mismo momento en que se lo arrebatamos a los moros, desde esa época no ha habido un español que pensase que este país tenía algún mérito. Hoy mismo, al ir a comprar el pan, un señor que pedía mortadela y donuts de chocolate afirmaba con irónico desprecio que este, nuestro, país era modélico en corrupción, solo porque ahora está de moda hablar de lo del tito Berni, y alguna otra cosa que hay por ahí en el ámbito futbolístico. Ah, también decía el periódico que Feijoo (para los lectores del futuro, no me refiero al celebérrimo ilustrado del siglo dieciocho, sino al menos celebérrimo y no sé qué tan ilustrado presidente del PP en estos nuestros días), que hay una confabulación entre el PSOE y VOX para defenestrar al PP… Todo esto no tiene nada que ver con el libro, pero en cierto modo sí que tiene que ver. Seguimos divididos en dos bandos irreconciliables , al menos en política, por lo que se percibe. Y el pueblo en medio sin verlas venir por ningún lado. 

En la novela, un señor, uno que se autodenomina Yo, (en el proemio le llaman Lucas), uno, otra vez, de la península, médico él, que ha aceptado un puesto en la ciudad de Las Palmas, asiste a los comienzo del glorioso levantamiento en nuestra ciudad. La llegada de Franco a Canarias. Los movimientos, más bien turbulencias, sociales que agitaban al país entonces, y también a las islas. Las confabulaciones y secretitos que se percibían a las claras entre los militares. La muerte del general Balmes en Las Palmas, víctima de su propia pistola que lo atacó a traición – se sospechó un atentado y podría creerse que su muerte precipitó la partida de Franco a Marruecos, y con ello el inicio del levantamiento. En fin, el comienzo de la guerra, allá lejos y su siniestra cola de represiones aquí atrás. 

De esto trata esta novela, como era de esperar. De casi lo mismo que trataba la de Alfonso O’Shanahan, Solsticio de verano, solo que con otro estilo y yo diría otro propósito. Evidentemente, en ninguno de los casos se trataba de una descripción rigurosa, a modo de reconstrucción histórica. Más bien una visión, digamos, popular, oral, de las atrocidades que en aquellos tiempos se cometieron(1). Y digo oral puede que con un sentido dubitativo, ya que prácticamente toda la información que debe disponerse de aquellos sucesos es la de los testimonios de las víctimas, y apenas alguna documentación oficial que se llevaría en los asuntos más controlados. Los verdugos bajo cuerda, aquí nombrados como Remigio Díaz– apoderado del conde don Hermógenes Vergara –,  o el brigada Barranco, esos no es probable que hubieran dejado una relación minuciosa de sus actividades. 

Como ya nos tiene acostumbrados don LLB, aunque este podría denominarse el tema central, a esto le suma una multitud de material que yo me atrevo a decir fragmentario, meramente apuntado y que si se hubiera desarrollado habría desplegado toda una saga histórica de la isla, pero que en apenas 160 página no se puede ni siguiera señalar.  Me llamó la atención el subtítulo de la novela, que en realidad es una llamada publicitaria, que dice “visión colorista y apasionada de las Islas Canarias con telón de fondo de la guerra civil” y acierta de pleno como pocas de estas esquelas suelen hacerlo. Tiene uno la impresión de que hay toda una gran novela en la mente de este autor, pero que por las razones que fueren no acaba de acometerla. Se apuntan temas tan variados como la emigración, bien huyendo de la pobreza bien huyendo de la represión, se vuelve a retomar supuesto fundamento mágico de nuestras islas – con el que tiene que luchar el médico, Lucas, y con el que al final acaba conviviendo –. Se retoma, cómo no, el tema histórico de la conquista y poblamiento de las islas, ya apuntado en Las Espiritistas. Hay multitud de personajes que dan para toda una novela y que aquí apenas están apuntados como Patricio Fanchi, un italiano que viene huyendo de la Italia fascista y que termina también por tener que huir de aquí(2). Hernán Pacheco, que viene a ser el paradigma de conquistador de las islas que luego se vuelve todopoderoso cacique, tal vez antepasado del conde, cuya esposa padece una febril pasión por los jóvenes aborígenes. La misma confrontación entre el aparcero Pedro Cejas y Remigio Díaz da para toda una novela y se queda meramente anotada. 

La impresión general, repito es que es un apunte de novela, un cartapacio repleto de hojas sueltas pendientes de ordenar y completar. Hay multitud de tramas apuntadas y apenas desarrolladas. Un narrador en primera persona, falso, porque al autor no le preocupa formalmente conservar esta voz, ni la imposibilidad de su testimonio en todo lo que se narra. 

Hay, sin embargo, una muy buena prosa, que juega con las expresiones, se arriesga con el vocabulario, a veces un poco demasiado, como si estuviera haciendo alarde o nos estuviera instruyendo, juego con los tiempos verbales, que trastoca sin avisar y que nos cambian de punto de vista de un párrafo al siguiente. Pero igualmente con tramas que se intercalan sin relación temática, que se van entrelazando para formar el tejido total de la novela. Todo esto a mí me parece muy meritorio. Digamos que es de los pocos autores que no ha utilizado el supuesto estilo de vanguardia para oscurecerse y meter frases sin ton ni son solo porque parecen poéticas. No, en ningún momento se pierde uno en el fraseado de don Luis, y se disfrutan esas variaciones que animan mucho la prosa. No cansa.

Mi principal lamento con respecto a este libro es que hay muchísimo más que contar y que no se ha contado. El típico chiste que se dice de Cien años de Soledad de que le sobran cincuenta – signo inequívoco de que son lectores con muy poca paciencia y ningún interés por la literatura, me sospecho – se podría aplicar a esta novela al revés, le faltan quinientos años desde los comienzo de la conquista, para desarrollar toda la temática que apunta entre esta novela y la de las Espiritistas con la saga de los van del Walle de ida y vuelta de las américas.

Hay otro tema que quiero señalar de este autor, que me ha gustado tanto aquí como en las dos novelas referidas anteriormente, que es su propósito, digamos mitologético – no sé qué significa esta palabra, pero quiero que signifique que el autor tiene un gusto por crear una especie de mitología, condensando en unos pocos personajes épocas enteras, aquí por ejemplo Hernán Pacheco, allí la familia van del Walle,  acentuando rasgos del carácter insular como son la emigración – y el retorno – o la superstición o creencia en fuerzas ancestrales que supuestamente heredados de los aborígenes. Pareciera que en estas novelas todavía hay un propósito de búsqueda de identidad. Un asunto que digamos no ha preocupado en nuestras islas hasta los tiempos de la restauración democrática, diría yo y que todavía colea en esta novela. Porque probablemente aún no ha terminado de resolverse, o siquiera de plantearse. Me refiero al hecho de si de verdad necesitamos inventar una supuesta identidad, que no otra cosa es tratar de asirla en palabras. Estoy leyendo a un tal Carlos Granés, su libro El delirio americano y acabo de dar con un párrafo que me pareció se nos podría aplicar o se les podría aplicar a esos autores de los setenta-ochenta  “Su tema fue la peripecia vital de todos los americanos [dígase canarios] en su continente [dígase islas] que seguía siendo un producto de la fantasía, de la superstición, de la creencia ideológica y del fanatismo, y que a pesar de la eterna indagación sobre sí mismos, no había logrado integrarse ni definirse”.  Me parece buen colofón. 

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(1)No quería dejar olvidada una historia que se narra en las dos novelas acerca de un grupo de presos del Lazareto de Gando que trasladaron a la península en barco, presumiblemente con la intención de asesinarlos y arrojarlos al mar por el camino. En Solsticio se explica que el capitán se negó a que lo hicieran en su barco, que de él desembarcaban tantos vivos como habían embarcado,  y tuvieron que terminar el trayecto con los detenidos aún vivos. Seguía una travesía en tren hasta Toledo y al pasar por el Tajo cumplieron sus propósitos. Ambos añaden el macabro detalle de que tras esta audacia enviaron un telegrama a Las Palmas que decía “Patos al agua”. 

(2)También en la novela de O’Shánahan me llamó la atención Elsa Wolf, ésta, una persona real, alemana, que llegó a las islas huyendo de la sartén del nazismo y cayó en el fuego de nuestro fascismo.

jueves, 9 de marzo de 2023

Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto

Siguiendo con don Luis, después de leer Memorial de A.D. recupero de mis estanterías Las Espiritistas de Telde. Por cierto, descubro que tengo tres ejemplares. No sé por qué, supongo que eso demuestra que es un libro muy publicado, los tres son de ediciones distintas. Me pasa lo mismo con el Quijote, que debo tener cuatro o cinco, y con Industrias y andanzas de Alfanhui, que debo tener otras cuatro o cinco, y de la Biblia, que deben de haber unas siete u ocho. Por los de Ferlosio, debo decir que se trata de una debilidad, no puedo ver un ejemplar del Alfanhui abandonado en una estantería. En cuanto al Quijote, es una cuestión económica, suelen ser ediciones de esas de promoción, baratísimas, y como es un libro tan gordo, pues la compra siempre parece una ganga. Actualmente estoy leyéndome uno de esos ejemplares, todavía tengo otros dos en los que aún no lo he leído, así que me faltan por lo menos dos lecturas más del Quijote. La Biblia, es que mi señora es beata y le pasa con las biblias lo mismo que a mí con el libro de Ferlosio. 

La relectura principalmente te hace comprender algo. Que tienes una memoria deplorable. Que todo lo que crees recordar es una tergiversación de lo que sucedió. Que con apenas algunas sensaciones, y unas pocas imágenes almacenadas te construyes, no la historia, sino un aroma a historia, de tu pasado. Es decir, cuando yo afirmaba haber leído este libro hasta ahora, y creyendo verdad lo que decía, en mi mente apenas tenía una vaguísima idea de que iba de brujerías o akelarres, que ocurría en Telde, que el libro se desarrollaba como una investigación periodística y poco más. También tengo la sensación de no sentirlo como una gran obra, como algo importante en mi historial de lecturas, como sí me pasa con la obra de Isaac de Vega, por ejemplo, o con Crimen, de Espinosa. A la obra de Isaac, que también he releído, le he perdido bastante respeto, creo, en mis más recientes lecturas; a la de Espinosa, no, sigo pensando que es una de las más grandes obras  del Surrealismo, y no solo en Canarias – afirmación descoyuntada desde el momento en que apenas he leído cuatro librejos de este cariz. 

Esta lectura actual de Las Espiritistas me ha resultado bastante satisfactoria. De hecho estoy descubriendo en don Luis un autor interesante. Sobre todo en lo que respecta a su prosa, su estilo de escritura, digamos que bastante lúdico, bastante juguetón, bastante libre de forma y que no parece en absoluto descontrolado cuando en un mismo párrafo trabaja con varios tiempos del verbo, por ejemplo. No quiero emplear la palabra vanguardista, porque, coño, ya estamos en el siglo veintiuno y esa forma de escritura ya se empleaba a principios del siglo veinte. Pero teniendo en cuenta que en los tiempos actuales se vuelve a una escritura decimonónica, pues sí, es vanguardista, experimental.  Pero, claro, este libro es una publicación de 1986 cuando todavía daba coletazos esta forma de experimentación literaria, al menos en Canarias. A mí me gusta que un libro, además de contarme una historia, me haga atractiva la lectura, me haga sentir el gusto por la construcción de la frase, por el uso de la palabra, es a eso a lo que llamo literatura. 

Yo diría que la historia del crimen no es central. Es sin embargo el reclamo más importante y el que concita a su alrededor la construcción la obra. La anécdota es real, lo he consultado en la hemeroteca de Jable, guiado por las precisas indicaciones que aquí se dan: La Provincia del 29 de abril de 1930. El autor atribuye este crimen a los últimos miembros de una familia Van der Walle, cuyo primer miembro llega nuestras tierras allá por los comienzos de su poblamiento. Con esto desarrolla la idea de que nuestras islas son resultado de un mestizaje de razas y culturas, desde estos avispados señores que llegaban de Europa en busca de fortuna en estas nuevas tierras, hasta los africanos que se traían como esclavos, bien directamente, bien recuperándolos a escondidas de los naufragios que sucedían en nuestras costas, pasando por los judíos y moriscos huidos de la expulsión felipiana, que se refugiaban aquí creyéndose suficientemente alejados de la vista de la justicia. 

Otra parte del libro desarrolla precisamente el flujo contrario, la emigración desde nuestras islas hacia otros parajes dadas las dificultades de supervivencia que se experimentan en estas desoladas latitudes, si no se es poseedor de bienes con que resistir los malos tiempos, las sequías, los temporales, las plagas y epidemias, los ataques de piratas tan habituales. Es leyenda, tal vez verídica, que muchas de las primeras poblaciones en el continente americano fueron fundadas por contingentes procedentes de nuestras islas, lo que es improbable porque estaban todavía en fase ellas mismas de colonización cuando se descubre esa parte del mundo. Sin embargo, lo que es innegable es la enorme emigración, ya en siglos posteriores, que ha llevado a nuestras gentes a Cuba, Venezuela, Argentina, y otros lugares más exóticos como La Louisiana en Estados Unidos, adonde dicen que enviaron un contingente de colonos con el propósito de poblar aquellos lugares para evitar la ocupación de los franceses. (Al final, se ve que ganaron que, en las películas, Nueva Orleans – que dicen que se parece a Barranquilla – parece una extraña ciudad francesa cuando podría haberse llamado Nueva Telde)

¿Y en cuanto al crimen, qué? El crimen mentado permite desarrollar otra línea de esta novela que es la de las prácticas esotéricas, curanderos, espiritismos, brujerías, que también parece que es fama que disfrutan estas islas. La idea es que todo ese ir y venir de gentes de todas partes termina por crear un sincretismo de creencias, o simplemente que la pobreza y las malas condiciones de vida hace multiplicar la imaginación supersticiosa, a falta de otros recursos con que enfrentar los golpes de la vida. No obstante, ese mismo fluir de personas lleva y trae ideas nuevas o viejas reelaboradas que aquí sufren su correspondiente aclimatación. En este caso se habla de espiritismo, mezclado con un fanatismos religioso o con simple locura de una familia de gran envergadura venida a menos económica y socialmente, y a nivel de individuos. Nuestras islas, dicho sea de paso, siempre ha estado al tanto de lo más novedoso que va sucediendo en el mundo debido a la fortuna de ocupar un lugar idóneo de paso entre continentes, y lo mismo que hemos tenido importantes, a nuestra medida, movimientos culturales, a la par que estaban ocurriendo en Europa, como el surrealismo, los hemos tenidos en el mundo de los ámbitos más esotéricos como la masonería o la teosofía. Supongo que también en el político, que no ha faltado aquí seguimientos a los sucesos que atosigaban a los centros de poder estatales. En cambio fíjate que en el ámbito social, no hemos tenido una verdadera manifestación de reivindicación de identidad como tuvieron las colonias americanas, y que apenas podemos hablar de una búsqueda de las características que nos definirían ya a finales del siglo veinte, fruto de cuyo interés surgieron novelas como ésta que trataban de explicar en qué podría consistir una supuesta identidad canaria. 

Como novela no estoy seguro de que sea una obra redonda. Se ha optado por introducir una especie de tenue hilo argumental que cosería toda esta cantidad de material, que en realidad se vuelve innecesario y que incluso estorba. Quiero decir, todo comienza porque a un periodista de la península le encargan el trabajo de investigar lo que hubiere acerca de un suceso ocurrido en el pasado que podría resultar interesante. El periodista viaja a las islas y se supone que lo que leemos es todo el material que el fulano va recopilando. Bien, es una forma de abordar la historia, pero resulta poco cohesionado, se aprecia que estos pasajes con la historia del periodista y su ligue canario, una señorita que le hace de guía,  solo son un recurso para dar aire a la lectura, más densa de todo ese material que se desea exponer. Esto hace que la novela como novela en sí no acabe de cuajar. Es un libro interesante por la cantidad de información interesante que descubrimos, – los que la descubrimos, a los que ya están más al tanto de estos temas, le parecerá que simplemente roza la superficie de todo lo que se podría abundar sobre estos amplísimos temas, sospecho – pero no es una gran novela. A lo que queremos añadir contundentemente que ni falta que le hace. 

Pues esta ha sido mi lectura de Las Espiritistas de Telde. Como todavía no me he cansado he decidido continuar, ya tengo los dos libritos, con la siguiente novela de don Luis, La Infinita Guerra y Los Días del Paraíso, que según entiendo por el prólogo de Osvaldo Rodríguez, conformarían una especie de trilogía, en la que al autor le interesa destacar sobre todo esta idea del mestizaje como principal constitución de nuestra identidad, si alguna tenemos. Como siempre, veremos a ver si eso.