viernes, 16 de diciembre de 2022

El hombre que ama a Gene Tierney (2013) de Daniel [Hernández] María

 



Pues hace mucho tiempo que tenía curiosidad por este libro. Ahora me doy cuenta de que hace diez años. Me llamó la atención en su momento el título del libro pero hasta ahora no había ido a buscarlo. Es una característica mía, y del tiempo en que vivimos, supongo, el no hacer demasiado caso a los destellos del momento que son demasiados para entretenerse con cada uno. Solo si después de un tiempo perdura en la memoria termino por satisfacer la curiosidad. Sí es verdad que diez años, a lo mejor, es tomarse las cosas con demasiada pachorra. Lo admito. 

Bueno. El título me llamó la atención, pero no encontré ninguna referencia a Gene Tierney en ninguna de sus páginas o si la hay la olvidé, así que muy relevante no debe ser esa anécdota. El libro no es una unidad. Más parece un cuaderno personal del autor con anotaciones de diverso estilo, algunas tipo diarístico, otros meros apuntes literarios o de pensamiento, o simples frases espontáneas, un breve guión cinematográfico inacabado y, la parte principal, una serie de relatos que rememoran a parientes mayores, abuelos, abuelas, tíos y tías, etc. Es un homenaje bastante emocionante a la familia, a los lazos familiares o a los recuerdos, encarnados en personas concretas.  Es también un homenaje a nuestros mayores, a su presencia en nuestra infancia. 

El estilo es muy simple, directo, muy coloquial, siente uno al narrador aquí al lado, como si estuviera leyendo por encima de su hombro lo que está acabando de escribir; esa presencialidad, me parece, es un gran valor del libro. El peso del está en esa serie de estampas o retratos de familiares y lo demás, sinceramente, parece relleno. Y sin embargo el libro tiene un  «no sé qué» que le da entidad, y creo que es debido a esta cercanía de su prosa y de su posición como narrador. 

En general me ha causado muy buena impresión, salvo por algunos baches, que ahora comentaré. Me ha parecido un libro de autor joven, una primera publicación experimental, para conocer el campo. Pero precisamente porque me ha interesado he buscado más libros suyos. 

Uno de los breves que inserta en el libro es una propuesta de novela policial en la que el asesino sigue el guión de una novela, en este caso Crimen, de Agustín Espinosa – por cierto, el detective consulta, como experto a Miguel Pérez Corrales, experto en surrealismo en la universidad de La Laguna y autor de un magnífico volumen que alguna vez habré de reseñar –, y después, explorando su bibliografía he visto que tiene una novela policial: Un crimen lejos de París, así que he ido a buscarla a ver si se aproxima a lo propuesto, con eso ya resultará interesante. Por otro lado encontré otro libro suyo que es una investigación sobre unos personajes extraños en la Gomera, un grupo de individuos que forman una especie de comunidad teosófica denominada los FiliiChristi, lo que me ha llamado la atención y también me lo he traído. 

En cuanto a los baches mencionados, me resultan defectos incomprensibles para un doctor en filología, y para un lector de amplia bibliografía. He querido encontrar explicaciones a estos fallos en una suerte de vocabulario propio, que de todas maneras es inadmisible, porque si cada uno le asignamos a las palabras el significado que nos da la gana adiós comunicación. 

Hablo por ejemplo de “Me embauco en la que más me apetece”(pg 19), que claramente quiere decir, «me embarco», porque aquí y en Pequín embaucar significa engañar y uno raramente se engaña a sí mismo, es más una actividad que le hace a otro, embaucarlo. Puede ser que haya querido hacer un tropo en el sentido de que leer es engañarse a conciencia, pero es que más adelante vuelve a usar el verbo con otro significado  “El roneo del recital la embaucaba”(pg130) donde con toda seguridad quería decír «embargaba» es decir, que la paralizaba de emoción o algo así, pero no la engañaba.

Otros defectos, para mi gusto es el uso de algunas palabras redichas, o más bien un uso redicho de ellas, que recuerda a esa escritura juvenil ansiosa por parecer mayor, “en el que plasmo cualquier idea”;”un portátil alberga la mayor parte...”(pg20). Algunas que claramente no caben como “pies enjutos en zapatos...”. Y otras veces simple falta de revisión “no puede reprimir las ganas”(pg116) donde claramente iba un pude.

Aquellos errores de arriba claramente se deben a la sonoridad de las palabras, a mí me pasa muy a menudo que escribo sonidos más que palabras y solo me doy cuenta después, pero me doy cuenta revisando si por ejemplo escribo motín por botínlo pillaron infraganti con el motín”(p83) o bandas por vendasque bandas muchos ejemplares”(pg70).

Por último, cede a las expresiones hechas en varias ocasiones, pero en ninguna de manera tan inoportuna como cuando dice “otra vuelta de tuerca en la cerradura”(pg135), que repite más adelante como si le hubiera resultado gracioso. A mí no.  O cuando en lugar de girar la rueda del dial “gira la rueca del dial”, que he llegado a preguntarme si es que en La Gomera se dice así, porque me parece muy llamativa esa trastocación, tal vez también es sonora como la de motín.

En fin: que me ha parecido un autor interesante pese a estos defectillos señalados y he decidido profundizar en su obra que, por cierto, es bastante lejana, la más próxima de los dos que he traído es del 2016, esta misma fue publicada en 2013, aunque obtuvo el Benito Pérez Armas en 2011, y no he encontrado nada más reciente. Hablaré más adelante de ellos, si cabe y no se mete otra cosa por medio. 


Postdata (13/01/2023): No leí Un crimen lejos de París. No tenía cuerpo para ponerme a leer una novela policíaca o policiaca.  En cambio sí leí y me interesó mucho El misterio de los Filii Christi de Agulo. Por lo visto ya había tenido alguna relevancia en TV, en las noticias, y en un programa de divulgación de la TV Canaria que rescata historias de misterio o curiosas de nuestra historia secular. En fin, ni me enteré. El libro es una investigación sobre un conjunto de personajes muy extravagantes, de la Gomera, que se dieron a prácticas místicas, esotéricas, poéticas y literarias también. Nos cuenta detalles de la vida de cada uno de ellos, gente erudita, curiosa, viajera también. Que terminaron represaliados por el régimen franquista por masones. Alguno tuvo que huir, otros desaparecer y otros camuflarse. Y tan bien que lo hicieron que nadie había oído hablar de ellos hasta ahora. En la Gomera hasta han habilitado un pequeño museo, en Agulo donde tuvieron lugar sus actividades mientras vivieron en la gomera. También aporta una pequeña miscelanea de textos escritos por algunos de estos personajes. Alguno de ellos sería muy interesante reeditarlos por tocar temas curiosos, historias de brujas, masonería, etc, siempre con una visión muy racional, pero no escéptica, aunque parezca contradictorio.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Presentación de A la sombra de un árbol invisible de Francisco Ramírez Viu

 Pues hace unos días me dio por preguntarme qué habría sido de Francisco Ramírez Viu, un autor que descubrí años atrás, autor medio en la sombra, poco amigo de mostrarse, y del que sabía que andaba por estos mundos porque de vez en cuando descubría que estaba dando cursos de escritura. 

El primer libro suyo que leí me llamó la atención, ya no recuerdo por qué, porque ya no recuerdo ni el título ni de qué trataba, vagamente me viene una difusa imagen de un personaje iba a parar a Grecia, una mujer, unos guerrilleros, y poco más. 



Después fui encontrando algunos otros, El sigilo de la lluvia, La sombra de Ícaro, Hojas en la orilla. Incluso leí uno que trataba sobre el arte de la escritura, ¿Imprecisiones?,  no sé, tendría que revolver en casa a ver si lo encuentro.  Pues, sinceramente, es un autor que siempre me ha causado buena impresión. Alguna reseña ya perdida he hecho de sus libros en la que le criticaba algún aspecto, sobre todo relacionado con una cierta languidez, un aire muy, alternativo, muy místico,  que me resultaba algo forzado, pero que no derribaban la buena impresión que me causaban en general la lectura de sus libros y la vaga idea mítica que iba creándome del autor. 

Porque eran libros en los que lo importante no era el hecho literario, la escritura o la narración, sino la preocupación del autor de expresar una idea, expresarse en el propio libro, no meramente escribir, contar, lucir nuestra prosa como creo que hacemos la mayoría de los que tenemos afinidad por estas cosas.

Pues me preguntaba qué habría sido de este hombre y de pronto aparece en Facebook el anuncio de la presentación de un su libro. Esto es un buen augurio porque siempre que me pasa esto de que aparezca una noticia de alguien en quien he estado pensando es para contarme que se ha muerto. 

El su libro que presentaba es A la sombra de un árbol invisible, y está editado por Editorial Puentepalo. Una editorial pequeña, que al parecer ha tenido etapas más ambiciosas, pero que ahora, al decir de una de las personas que la lleva, Susi Alvarado, como se la conoce en el mundillo literario (que no me tome a mal el exceso de confianza por reducirle el María Jesús), hacen pocas y muy escogidas publicaciones. De hecho esta es la primera publicación del año en curso. 

A mí lo que me gustó es que fuera la editorial la que sugiriera al autor la publicación del libro y no al revés. Esto revela un interés de la editorial, y no la vanidad del escritor por publicar su obra. No sé, veo algo positivo en eso. El interés editorial es muy poco mercantil porque, como se comprenderá, una obra de este tipo tiene muy pocas posibilidades de convertirse en un superventas. Y por otra parte, el escritor, en este caso concreto, ya parece bastante alejado del interés por mantener una «carrera literaria» al uso. Da la impresión de que ha publicado porque  a nadie le amarga un dulce. En fin, es una obra que se ha publicado porque sí y a mí la impresión que me ha dejado la presentación es que está bien que así haya sido. Ya diré qué impresión me queda después de leer la obra.

¿Y la obra de qué va? ¡Uf!, es poco más o menos el gesto que ponía este hombre cuando tenía que explicarlo, y es exactamente la actitud que tengo yo ahora mismo para explicar lo que escuché allí. En primer lugar podría catalogarse como poesía, pero no es un libro de poesía, es un libro de reflexiones, en las que, en algunos momentos la única manera de plasmar esas reflexiones es acudiendo a la forma poética. Porque el concepto de reflexión aquí es mucho más amplio que el concepto de razonamiento, es decir, de verbalización  de ideas con una estructura lógica. 

Más que reflexión, la palabra que se empleó es contemplación y quiso aclarar el autor que contemplación es una forma de la atención, una manera de mirar hacia el exterior y al mismo tiempo hacia el interior intentando lograr que ambos medios se fundan, se unan, se mezclen. 

Yo creo que esta complicación de explicarlo describe más el contenido del libro que las palabras con que trato de hacerlo. Es un libro de meditación, de sosiego. En el que la palabra no es el instrumento a través del cual se reflexiona sino el resultado de esa reflexión, de algún modo.  El autor hablaba de la palabra silencio, de el silencio a través de la palabra, lo que me sugiere que no es la palabra la portadora del mensaje sino que es evocadora, transportadora de uno como lector hacia el mensaje. Me estoy poniendo místico yo también. 

Me gustó esa idea, que además estaba muy bien plasmada en su forma de expresarse, muy llena de silencios, de reflexión previa antes de hablar, de quedarse con la mano en el aire como esperando descubrir cuál será la siguiente palabra que iba a pronunciar, la idea, digo de que el silencio es fuente de la palabra,  y que de este modo la palabra se hace más respetuosa cuando se llena de silencios. Me gusta eso de respetar a las palabras, las palabras en sí como un objeto, no material pero con presencia, a la que se respeta casi con devoción oriental – en occidente ya hemos perdido eso –. 

No he hablado del gran papel que tiene en todo esto la naturaleza. El libro está lleno de naturaleza. Hablo del campo, del campo como paisaje, del campo como entorno del cual aprender acerca de la vida. Del árbol como, también en sus palabras, un ser de silencio. Todos estos textos vienen de esta observación-aprendizaje de la naturaleza, del mundo natural como rechazo al mundo civilizado por el que lo hemos sustituido, sobre todo en las ciudades. El sonido del campo, de la vida transcurriendo en el campo no puede ser nunca comparado con el ruido de las ciudades, el sonido del campo es una forma de silencio que te arrastra hacia sí, a formar parte de él, mientras que el ruido de las ciudades es un ruido ofensivo, duro, que te empuja, que te zarandea, que te obliga a moverte para generar tú mismo un ruido. Es contrario a lo que ocurre en el campo donde a lo que tiendes es a tu silencio frente a ese sonido que te envuelve. Me estoy inventando todo esto porque también me mistifico yo. 

Estos son los términos, si no literales, aproximados, en los que transcurrió esta presentación. Que terminó bruscamente porque, qué más se puede decir cuando no se sabe muy bien qué se quería decir ni si se ha dicho lo que no se sabe. En fin, Nada más – dijo – y dio por terminada la presentación. 

Aplaudimos, me levanté, dudé entre si ir a que me firmara el libro o no, y como siempre venció la huida.  No conocí a nadie, nadie me conoció; moriré solo e ignorado. 


Postdata: Si los culturetas se lo están preguntando, sí, aquí hay mucha influencia, y varias veces se la mencionó, de María Zambrano, y en particular de ese volumen, para mí de imposible lectura, En el claro del bosque; pero, claro, yo no he estudiado filosofía ni filología ni fontanería ni todas esas materias que empiezan con efe que instruyen tanto intelectualmente. 


martes, 6 de diciembre de 2022

El teatro en medio del océano, de Francisco Juan Quevedo

 El teatro en medio del océano. 


Como prólogo o proemio o reflexión previa, disculpas, tal vez, tengo que expresar que me incomoda tener que hablar mal de una novela, sobre todo porque no sé explicar muy bien por qué me no me parece buena y además porque lees otras reseñas por ahí y resulta que la novela les ha parecido magnífica aunque generalmente parecen referirse más a los propósitos de la novela que a la novela misma, a las buenas intenciones que tiene que a lo que propiamente ha conseguido. Algún reseñista, sí, ha mencionado la ocasional pesadez de la prosa, pero sin querer profundizar demasiado en ello. Otros se regodean con el hecho de tener a nuestra ciudad como escenario estelar de una novela. Uno que no tiene una preparación académica para juzgar estas cosas con escuadra y cartabón, se precia sin embargo de haber leído bastante, y quieras que no ya tiene un gusto hecho y, aunque no sé por qué, disfruto de la lectura de ese pesado de Juan José Saer que no me cuenta más que de unos fulanos que van de un lado para otro hablando de lo tediosa y aburrida que les resulta la vida, o de Thomas Man explicándonos las impresiones que recibe Hans Castorp de las largas parrafadas de Settembrini, que son las dos obras con las que ha tenido la mala fortuna de convivir El teatro en medio del océano.  Y de verdad que me cuestiono si no serán prejuicios o esnobismo el preferir esos dos tedios soporíferos a esta animada algarabía de sucesos a lo largo de un amplio periodo de tiempo y para colmo recreando una época antigua y por lo tanto romantizada de nuestra ciudad. Pues sea por lo que sea, así es. 



Una novela que parece que ha tenido bastante divulgación. Como siempre esto ha ocurrido porque alguien de fuera ha dicho, eh, mira qué buena novela es esta, y entonces hemos mirado. Al parecer  ha logrado ser finalista del premio Nadal este año. Claro, también porque la ha publicado una buena editorial de esas de fuera, Destino, en la colección Áncora y Delfín, no como las cutres editoriales de aquí. Calidad, cien por cien americano, como se decía en las películas de los años cincuenta de las plumas de extraperlo o los cigarrillos.

No he leído nada previo del autor, Francisco Juan Quevedo. Y ya tiene sus cositas. Es, naturalmente, filólogo, y especialista en Carmen Laforet según parece. Sus novelas publicadas: Las palmeras (2002), El dulzor de la tierra (2007), Recuerdo azul (2007), El tatuaje de Penélope (2016), etc. Lo que significa que ya tiene callo. 

La novela, ya saben, lo dice la contra portada, trata de la historia de un muchacho que de la nada más miserable consigue forjar un imperio y tal. Un imperio del mal porque el tío es un mafioso.  Sin embargo es un mafioso de esos modélicos, el típico rollo: Implacable en el castigo, pero justo y generoso en la recompensa.  Apuesto, orgulloso y voluntarioso, «belleza perturbadora», «musculatura torneada»,«porte viril». En resumen una novela muy digna del panorama español de gran divulgación que tanto gusta a las editoriales, muy del tipo de los grandes ventas. 

El gran mérito, para nosotros, es que está ambientada en la vieja ciudad de Las Palmas a finales del siglo XIX y principios del XX. Comienza en la época de la construcción del teatro Pérez Galdós – 1876, originalmente con otro nombre – en la ubicación actual y termina prácticamente con el incendio que esa misma construcción sufrió en 1918. 

El personaje se vuelve un capo en los tejemanejes del puerto con el contrabando y los negocios, digamos, menos honestos, hasta que se mete en medio de conflictos superiores como es la Gran Guerra y acaba apaleado.

A mí me da que apunta ligeramente a una cierta continuidad con la hija, una bellísima e indómita muchacha que sale al padre en carácter, implacabilidad y todo eso, que hereda el negocio. 

Los méritos de la novela son indudables, recrear nuestra ciudad en una época que se presta muy bien a la mitificación con la llegada de los ingleses, la construcción del Puerto de la Luz que le dio apertura al mundo y luego las guerras que le afectaron directamente como la de Cuba, la Gran Guerra, etc., estando en medio de las idas y venidas de los barcos.  Una época lo suficientemente lejana para permitirse todas las licencias que fueran pertinentes para enriquecer los ambientes y además con la posibilidad de introducir hitos completamente veraces que afiancen la impresión de verosimilitud. 

No lo he dicho aún, pero en lo primero que he pensado al comenzar a leer esta novela es en La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, y aunque a mí tampoco es que aquella novela me pareciera fundamental en el canon (de don Eduardo, La verdad sobre el caso Savolta), la comparación ya es obligada. 

Llegados a este punto tengo que decir que no he leído la novela al completo. Es cierto que estaba harto de la literatura de vanguardia y experimental que había estado leyendo últimamente y que necesitaba leer algo más plano y que esta novela me estaba llamando desde hace algún tiempo, pero cuando he empezado a leerla, enseguida me he dado cuenta de que no me interesaba, de que el estilo era demasiado plano, que la novela es muy previsible y estereotipada, con personajes característicos; por otra parte, absolutamente necesarios para el tipo de novela de que se trata, que sin duda es una novela con aspiración a muchos lectores que lo único que busquen sea una evasión sin mayores compromisos una inmersión en lo narrativo sin más detenimientos, emoción y romanticismo a raudales. 

Siento decir que, aunque esa era mi intención – una lectura evasiva – , yo sí que me detengo si empiezo a encontrar obstáculos en la lectura, lugares comunes, frases mal construidas, estructuras narrativas que me parecen confusas, excesiva previsibilidad.  Llámenme lector excelso y un crítico agudo y mordaz, pero no he podido leerla como un lector medio, sino que he tenido que fijarme en detalles y hay detalles que me incomodan. 

Desde este punto de vista más – dudo en decir analítico porque me parece pretencioso, yo no soy filólogo, solo soy lector, y de ciencias para colmo; aclarado eso – analítico, me ha parecido una novela normalita, sin demasiado valor literario – siempre tengo que matizar que no sé lo que significa esto, pero que tiene que ver con haber cuidado el estilo, con preocuparse de la forma, con jugar con la expresión; pero también con crear situaciones, no novedosas, qué lo es a estas alturas del mundo, pero que no sean estandarizadas, que no sean previsibles, que no sean ya puro lenguaje – y, por lo tanto, sin mucho interés, cuando uno tiene tanto acumulado pendiente. 

Entre lo que yo llamo frases mal construidas tenemos cosas como 

Tampoco ningún otro alumno, ni ninguno de sus padres, le quiso pagar el mes con un billete de mil pesetas, que el maestro no aceptó.

A mí me parece que esta frase lo que tiene es una errata, que le falta algo entre padres, y le quiso. Si no es error atribuible al autor, lo es atribuible al corrector de la tal vez no tan magnifica editorial.


Otra frase que me ha incomodado es 

...halló su segundo trabajo, que le permitió al menos dormir bajo techo después de haber matado por primera vez a un hombre. 

 No es que esté mal, es que me incomoda, yo le hubiera puesto coma después de techo y me hubiera quedado más armónica, creo. En fin a mí me parece defectuosa. 


Fue solo un beso de despedida, casto, fraternal incluso, sin atisbo alguno de pasión, que nunca fue tal; pero ella, en vez de borrarlo restregándolo como hacía con los pantalones de los chiquillos cuando venían emperrados y ella se deshacía los nudillos frotándolos con jabón Swanston, lo adhirió más a su piel pasándose la yema de los dedos por la mejilla.


Me parece un símil disparejo eso de la restregadura con Swanston, excesivamente explicado. La frase tiene claramente una factura que luego ha sido completada de una manera artificial, me parece. Sea como fuere, creo que la frase no es armónica, no me suena bien, me suena rebuscada. Igual que esta siguiente


Mientras esta preparaba una ensalada de tomate con queso tierno y aceitunas negras del país.


Que peca de la  inevitable – en los escritores locales que se exigen reivindicar su canarismo – necesidad de introducir el toque canario de una manera que rompe la armonía del contexto.


En cuanto a la estructura, tiene la manía introducir aclaraciones o extensiones dentro de frases, que las hacen crecer artificialmente, que no obedecen a un crecimiento orgánico – nunca he sabido a qué se refieren cuando hablan de orgánico yo quiero entender aquí como natural, que la frase fluye de forma natural. Para ejemplo me valen las de arriba, esos símiles disparejos que mencioné, o esas extensiones detallando los componentes de la ensalada o esta otra


Cuando al fin cedió para que Ernestina estudiase filosofía y letras en la Universidad de Madrid, después de que insistiera tanto don Nicanor, como si se tratara de una de sus últimas voluntades antes de morir, habían llegado al acuerdo de que María de la Caridad marchara también para acompañarla por los menos los primeros meses, hasta que Ernestina se manejara bien, lo que no sería difícil porque ambos sabían que había nacido con dotes de mando, que bien pronto se le notó de bebé que cuando no quería verduras lo echaba fuera y no había quien se lo metiera por la boca, que por el contrario abría de par en par al momento para comerse la compota de plátano, para jolgorio de Feliciano, que reía las monerías de la niña y para preocupación de María de la Caridad porque su niña también tenía que comer el puré, que le había echado unos filetes de ternera lechal para que tuviera más alimento.


El fundamento de esta frase era, originalmente, explicar que María de la Caridad acompañaría a Ernestina en el viaje a la Universidad de Madrid. Todo lo demás es una explicación artificiosa que sobredimensiona la frase con detalles que además se salen del contexto en el que estamos. Y que a mí, supongo que es gusto personal, me resulta fuera de lugar. 


Basten estos detalles para entender, o no, qué es lo que yo llamo estorbos, y a qué me refiero cuando digo que la novela carece de un estilo cuidado.

En resumen, la novela se puede leer sin juicios de una sentada, creo que la historia puede ser bastante agradecida por más estereotipada que sea, no es eso realmente lo que desapruebo, por decirlo de una manera que me parece jactanciosa, lo que desapruebo, insisto es la falta de cuidado del estilo narrativo que me parece que incomoda la lectura, la dificulta, y sobre todo la desvaloriza, pues sin duda el tema, que a mi juicio es la mitificación de nuestra ciudad como ambiente literario, es muy agradecido y merece prestarle atención. Aquí se ha dado un pasito, pero espero que otros o el mismo autor retomen la idea y la desarrollen de una manera más elaborada.