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sábado, 21 de enero de 2017

Homenaje a Luis Natera en el Domingo Rivero

Y nosotros, hijos de la catástrofe que habéis urdido en los talleres del odio,
parientes ricos de la revolución que hicisteis,
con cabellos largos, un mayo utópico y lejano,
aunque más bien ahogado en las entretelas de lo inútil,
por qué podemos apostar, herederos forzosos de un «bienestar» irreversible
que nos viola impunemente
con trágicas noticias y rutilantes imágenes sobre un entierro cantado,
sin ensayo ni flores,
para el que todo está dispuesto.

Esto en una de las partes del hijo en el libro Agrimensores de la Bruma, de Luis Natera Mayor.
Le he cambiado el corte de los versos. Allí está precisamente medido a doce sílabas por verso.

Me llama la atención que nuestros hijos se quejarían exactamente igual pero con la diferencia de que nosotros, que nos quejábamos del forzoso estado de bienestar irreversible que nos dejaron nuestros padres, les dejamos a ellos un estado de incertidumbre irreversible.

El Jueves asistí despistado a un homenaje que se le hace, parece, anualmente, a este poeta en el Museo Domingo Rivero. Poeta que he oído mencionar, pero al que no he prestado nunca atención, y de pronto, escuchando algunos versos que se recitaron allí, me he preguntado porqué. Y luego me he dado cuenta de que tenía un libro suyo en casa, una edición del Cabildo de 1996 de este libro que por lo visto ganó el Premio de Poesía Tomás Morales de 1994.
En el homenaje recitaban sus versos José Miguel Junco Ezquerra, Pablo Alemán Falcón e Isabel Guerra García. También estaba prevista la asistencia de Manuel Díaz Martínez, pero se excusó. Todos los poetas leían algunos escogidos de su propia obra y finalizaban con uno del homenajeado. Además para terminar el acto se proyectó un vídeo con algunas presentaciones o actos similares en los que el propio don Luis Natera leía parte de su obra.Introducía y moderaba el acto Aquiles García Brito.

sábado, 26 de noviembre de 2016

La mujer de Lava


Asistí el jueves veinticuatror a la presentación de La Mujer de Lava, de José Miguel Junco Ezquerra.

Le flanqueaban en el banquillo Luis Junco, relacionado con la editorial La Discreta, Evelyn de Lezcano, poeta, y Pedro Flores, señor acatarrado.
Sinceramente desconocía a Jose Miguel Junco como poeta. No como persona existente en el mundo porque acudo con cierta frecuencia al Domingo Rivero y los que acudimos al Domingo Rivero somos un grupo bastante acotado, aunque amplio. Sabía que escribía poesía, y sabía que tenía una partida de publicaciones y he asistido a muchas presentaciónes que en las que él oficiaba de introductor de la obra, pero no recuerdo haberme acercado a ninguna de sus propias obras, tal vez sí que haya leído algo suelto alguna vez, pero lamentablemente no lo recuerdo.

Me pareció protocolaria aunque de rigor, la intervención de Luis Junco, hablando de la editorial La Discreta, que me parece un proyecto de lo más interesante y que es, probablemente el destino de toda aspiración editora a pequeña escala. Y que, por cierto nos devuelve a tiempos anteriores en los que antes de empezar cualquier proyecto había que conseguir una colección de suscriptores que se comprometieran, contante y sonantemente, con la idea. Actualmente, con el crowfunding, se retoma este modo de hacer, solo que de una manera más anónima utilizando para ello las redes y su capacidad poner en contacto a personas que no se van a relacionar nunca.

Evelyn lezcano leyó un breve estudio de la obra de don Jose Miguel que me pareció algo envarado porque a mí me da la impresión que hay un lenguaje para orar (hablar) y un lenguaje diferente para leer y que cuando se lee en voz alta ante un auditorio un texto que pretende ser informativo, no poético o lúdico en general, sino tratando de explicar cosas, este lenguaje debe ser claro, pero también coloquial, sencillo, sin florituras. Yo creo que muchas veces, en la crítica literaria, se pretende hacer más literatura que en la propia obra literaria que se está criticando.
No obstante destaco de entre sus palabras algunos aspectos descriptivos de la obra de Junco como: "Musicalidad y dominio del ritmo", "poesía con rasgos existenciales", "intimista", "confesional".

La intervención de Pedro Flores, aunque también fue leída, con las salpicaduras que inevitablemente introduce él comentando cualquier cosa que le viene a la cabeza, responde más a esta idea mía de habla coloquial.

Recordó Pedro Flores los tiempos primeros del autor, que debieron andar allá por los finales de los setenta. Mencionó, creo que inevitablemente, los conflictos generacionales y algo que me llamó la atención, una cierta "generación ignorada" por no haber sido incluida, precisamente en ninguna generación, que es donde enmarca precisamente a Luis Junco, o a Teodoro Santana. Poetas que "ocuparon cierto eslabón perdido" que el propio Pedro Flores y sus coetáneos que se iniciaban en las artes literarias de aquellos primeros noventa, percibía que faltaba en esas categorizaciones generacionales a las que por otra parte les tiene tan poca fe.

Señala a Luis Junco como un igual, es decir, alguien con sus mismas inquietudes poéticas, de los que no puede decirse que cada libro abra o cierre nada, sino que son un tránsito en un proceso de búsqueda, de gestión de "una fértil insatisfacción".

Por mi parte, ya terminado el acto, y después de escuchar leer al propio autor algunos de sus poemas, sentí esa sensación que muchas veces me suele acometer cuando me doy cuenta de que he estado ignorando algo de cierta importancia que ocurría a mi lado y de pronto me despierto a su existencia. Donde he estado yo este tiempo, me suelo preguntar en esas ocasiones.

He descubierto a un poeta, y eso es lo importante, un poeta que no escribe raro, que dice cosas que puedo entender, un poeta que a veces me emociona y que a veces me hace reflexionar sobre las cosas del mundo, y cuyos poemas me resultan familiares. Supongo que hoy he ganado algo.