viernes, 27 de noviembre de 2015

Encuentro en Quegles con la Literatura Fantástica

Ayer fui al Palacio Quegles que ahora celebra cada dos por tres actividades culturales de muy variado tipo. Esta a la que asistí tiene relación con la literatura. Su responsable, Ramón Betancor ha organizado unos encuentros con autores canarios o residentes en canarias, preferiblemente, creí entenderlo así, que no están en el  mainstream, tenía que poner esta palabreja, y organizando cada reunión por géneros literarios. En esta ocasión se trataba del género FANTÁSTICO. No sé muy bien cómo definir este género, pero sé decir que una de las autoras, Jessica Herrera, se ocupaba en sus libros del asunto de los vampiros, y que Melani Garzon, la otra autora invitada, titulaba a su tetralogía Dominadores de Almas.
En primer lugar me llamó la atención mi completo desconocimiento de este movimiento literario que hay en La Ciudad y que a mí me pasa totalmente desapercibido, pese a que me precio de prestar atención a todo lo relacionado con la literatura. Además de a ellas mismas, se mencionaron otros nombres que también para mí eran absolutamente ajenos, como el propio Ramón Betancor, del que sabía que existía, aunque no se le puede incluir dentro de este género literario, también he oído y asistido alguna vez a presentaciones de Leandro Pinto, y de oídas conozco a Rayco Cruz; más nombres aparecieron que no pude anotar por falta de medios y porque apenas se les mencionaba por el nombre.
En segundo lugar me asombró la profesionalidad, o por decirlo a mi manera, lo en serio que se toman estas chicas lo que hacen. Y eso lo demuestran haciendo, es decir, ninguna ha acudido a editoriales en busca de una oportunidad, ni las oí quejarse en ningún momento de lo mal que está el mundo literario y lo poco que lee la gente y toda esa panoplia de excusas a que solemos acudir los que nos movemos en otros entornos literarios para justificar nuestra poca actividad, la poca gente que va a nuestras presentaciones, o que acude a eventos que nosotros consideramos de gran trascendencia. Ambas chicas se han auto publicado y se han movido diligentemente por librerías, institutos y cuanto lugar pudieran ocupar para divulgar esos libros de los que están tan orgullosas. Mencionar también que hay en esta ciudad grupos, que también están en la periferia de mis conocimientos sobre el movimiento cultural de esta ciudad, que se movilizan al margen de las instituciones para desarrollar sus intereses culturales y permitir acceder a los autores a alguna difusión, como cierto grupo Tandem que acostumbra a convocar encuentros en librerías de nuestra ciudad.
Y al parecer sus esfuerzos, el de las autoras, se han visto recompensados, pues, al menos así lo daban a entender, gozan de un amplio público que compra y lee sus libros y además, haciendo uso de los medios siempre mencionados, interactúa con ellas para agradecerles o felicitarlas o solicitarles más libros.
Nada sé de los libros salvo los pocos detalles que he dado, y confieso que no entran dentro del ámbito de mi interés, por lo que es muy poco probable que termine leyéndolos. Y sin embargo siento una enorme admiración por cualquier persona que sea capaz de tener una pasión y llevarla de la mano hasta los límites que sus posibilidades le permitan sin esperar a que venga nadie a empujarlas, sin cuestionarse las dificultades, y siempre disfrutando con lo que hacen.  Intentaré seguir interesándome por estos movimientos que escapan a mi atención y que demuestra que debajo de lo que para mí es una realidad más o menos cotidiana y a veces un poco monótona hay otra vida que mi hábito me oculta a la mirada.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Un Sudario

Todo lo comentado aquí es de mi exclusiva responsabilidad, extraído a partir de mis propias conclusiones, así que no lo vayan a confundir con la REALIDAD. 

Rafael José Díaz 
Así se firma el poeta que ayer, en la casa-museo Pérez Galdós, presentó libro (Un Sudario) bajo la protección de don Eugenio Padorno, a la derecha, y don Oswaldo Guerra, a la izquierda. Don Oswaldo venía como representante de cultura del Cabildo y como amigo del autor; don Eugenio venía en calidad de pope académico de la poesía de este ala del archipiélago. 
 Yo desconocía por completo a este poeta, y, a la vista de los asistentes, o bien es un severo defecto de mi cultura literaria local, o estaba asistiendo a una reunión de alumnos y profesores del curso del ochenta y dos (por decir una fecha cualquiera). Por allí se acercaron Emilio González Déniz, Santiago Gil, Antonio Puente, Juan Carlos de Sancho, y algunos otros y otras que reconozco, pero cuyo nombre no he conseguido memorizar. 
Comenzó la charla Oswaldo, recordando su amistad con el poeta y dándonos un perfil de su biografía, literaria y también vital, a partir de sus encuentros. Su procedencia es chicharrera, pero actualmente reside en Madrid. Es maestro y casi seguro que su especialidad es o bien filología o bien idiomas. Ha residido en Alemania y tiene algunas traducciones. Trabajó en el sur de Gran Canaria antes de emigrar a Madrid. Su primera publicación data de 1997, y desde entonces ha editado varios libros de poesía, alguna antología (propia), ensayo y prosa íntima, que es como llamaríamos a unos textos con carácter de diario. Yo le echaría unos cuarenta y pocos años. (Todos los datos técnicos son fácilmente comprobables, pero no me gusta masticarle demasiado la comida al lector; y que tampoco me interesan por el momento) También mantiene un blog que declara: laboratorio de experimentación
 La reseña de Eugenio Padorno me resultó incomprensible. A mi juicio, consistió en un análisis organoléptico, morfológicos y físicoquímico del libro, del que apenas faltó mencionar su resistencia al aire, la capacidad de absorción de líquido a temperatura ambiente y el peso −dato que aportó el autor al inicio de su turno; olvidé anotar el número, pero alrededor de ciento y pico gramos− que hacía pensar en la poesía como en una ingeniería. 
 El autor se defendió bastante mejor. Aunque tiene un tono, su poesía y él mismo, que a mí se me antoja rígido, académico, partidario de una poesía que me parece acumular ya demasiados lugares comunes en los temas, en la forma de abordarlos, en las expresiones engoladas de que se abusa para dar sensación de alta poesía, frente a la poesía de iletrado que podamos practicar los bárbaros, los que somos incapaces de meter a Rilke, Novalis o Hölderling en una conversación. 
 Y no obstante me gustó el tipo. Porque da la impresión de que cumple con aquella frase con que poco más o menos terminó don Eugenio: ya que vida y poesía no deben diferenciarse. Por su manera de explicar la génesis de los poemas, por cómo hablaba de lo que creía expresar en ellos y por cómo expresaba sus ideas acerca de la poesía y del mundo en general, me pareció que, bueno, tal vez merecía la pena cabrear un poco a la cónyuga atestando un poco más las atestanterías, lo que de algún modo es cumplir con un destino.
 El personaje que flota por esos poemas es un tipo no exactamente solitario, sino que gusta de la soledad y de la naturaleza, que observa el mundo y transforma esa observación en sensaciones más que reflexiones, aunque la proximidad de una a otra pueda confundirlas. También da una impresión de interior, es decir, uno se percibe encerrado en su interior asistiendo a esa observación y no fuera experimentando un paisaje. Apenas poco más puedo decir. 
Supongo que no todas las brevedades son perfumes.