martes, 31 de enero de 2023

Equinoccio, de Alfonso O'Shanahan



Esta es la segunda novela de Alfonso O'Shanahan que leo. La primera fue Antípodos. Y la tercera será, la última, Solsticio de Verano. No es que no haya escritos más cosas don Alfonso, pero estas tres son sus únicas declaradas como novelas. 

Como la primera, esta vuelve a tomar tintes de novela de la historia. En este caso de una historia más reciente de Canarias, sin dejar de ser ya Historia. Concretamente de la época de la Transición Española y los inicios de la Autonomía en Canarias. No es un relato narrativo, continuado, con causas y consecuencias, de sucesos que ocurrieron, o pudieron haber ocurrido, sino una serie de anécdotas de la época que describe o resume bastante bien la atmósfera del momento, desde la formación de una Junta de Canarias previa al proceso autonómico y los conflictos de intereses que ahí surgían, la preponderancia del partido en el gobierno, al que todos los arribistas se sumaban para estar en el machito, la multiplicidad de partidos de izquierda, derecha y centro, independentistas y nacionalistas que se formaron, la corrupción, los peligros de entrar en la Unión Europea y los de no entrar en la OTAN con amenaza de EEUU incluidas, las pequeñas revoluciones obreras contra la aún imperante oligarquía, hasta de las manifestaciones por la creación de una universidad en las Palmas, o hechos culturales como el Manifiesto del Hierro; se mencionan aquí los despojos a la isla vecina, la aparición de ovnis en el cielo, el entorpecimiento de las labores de descarga de residuos atómicos en las proximidades de aguas canarias y hasta la isla de San Borondón. Todos estos temas y los que se me olvidan son tratados o mencionados en este libro. Tal vez no todos sean tal y como se cuentan sino solamente remitan a hechos que sucedieron, pero se nota un detallado conocimiento de tales sucesos y de saber mucho más de lo que se cuenta y de callarse una buena parte. 

La peculiaridad, sin embargo, y yo diría que el defecto, es que no está narrado de una manera explícita, sino bajo el subterfugio de nombres ficticios, tanto de las personas como de las propias islas (Tejenife, la Gran Corsaria, Arenales, Morisma, Garocha, Brezal, Baturiente), supongo que con el propósito de que si se pisa alguna susceptibilidad, siempre pueda acudirse al desmentido. Pero los nombres, al menos los que yo he podido reconocer son tan evidentes de a quiénes se refieren en la realidad que parece una falsa ocultación. Cualquiera que esté más avisado que yo reconocerá a todos y cada uno de los personajes reales que son mencionados, y los que, como yo, requieran de alguna información extra, no les costará acudir a las hemerotecas en busca de la noticia real y con un poco de deducción extraer el origen de la historia que se narra en el libro.

El defecto es porque todo esto podría contarse de manera mucho más clara, con un formato periodístico y el libro sería mucho más interesante, mucho menos pesaroso de leer, porque sepan ustedes que el estilo que ha decidido emplear nuestro autor para escribirlo es el de, simuladamente, sin visos de querer ser riguroso, asumir el papel de un relator arcaico, al estilo de los relatos de la conquista de las islas canarias. Y la historia que ha inventado para ponerlo en práctica sería la de que este relator lo que cuenta son los hechos y circunstancias de un capitán general Antonio de Silva y Sotomayor, enviado desde el reino de las Españas a estas islas. Sin olvidar una introducción al origen de las Islas Corsarias, como es propio de estos relatos. A través de sus movimientos por cada una de ellas en el cometido de sus labores, yo apostaría a que hace referencia a lo que sería un gobernador o a un jefe superior de la policía o algo por el estilo, es como vamos siendo testigos del proceso histórico del momento que abarcarían desde poco después de la muerte de Franco hasta el intento de Golpe de Estado de Tejero. 

He conseguido adivinar o averiguar a través de la semejanza de nombres y los hechos relatados en el libro, a qué situaciones se hace referencia en muchos capítulos, en otros no lo he conseguido, como no he conseguido identificar si detrás del personaje el capitán don Antonio de Silva y Sotomayor y el marqués ese de la Villapuebla al que le debe obediencia se ocultan dos personajes reales. Algunos de los sucesos los he vagamente recordado y otros apenas tengo memoria de ellos o simplemente los ignoraba, aunque no me resultan extraños. Uno curioso es el de las guerras del agua en Tenerife, según creo entender. Grandes manifestaciones populares que terminaron en enfrentamientos con la policía por las carencias continuadas del agua de consumo, cuando no le faltaba a los cultivos de los grandes caciques del sur. Otro suceso que ignoraba o es cuándo se había cambiado el nombre a Puerto Cabras por el de Puerto del Rosario, parece que fue en 1955 porque al equipo de la alcaldía le parecía que la nomenclatura original era ofensiva para los ciudadanos. Algo me viene a la mente de que estuvieran investigando nuestras aguas como depósito submarino de residuos nucleares. Y sí, a Fernando Sagaseta parece que lo declararon persona non grata en Puerto del Rosario, ocurrió en 1980. 

Una de las historias que más fascinante resulta es la de los llamados Hermanos Rodigo Sierra que se refieren en concreto a los hijos de Luis Rodríguez Figueroa, un político Canario, escritor cuya novela El Cacique forma parte de nuestra memoria literaria, digo de Canarias, que no de la mía, que no la he leído. Parece que a este hombre lo asesinaron al comienzo del alzamiento. Que despojaron de su casa a su familia para ocuparla como cuartel. Sus hijos, hasta cinco también sufrieron represalias. Alguno fue también asesinado por los fascistas de retaguardia. Otros, encarcelados, consigueron huir y luego se alistaron para luchar en el bando republicano. Aún otros escaparon desde Francia hasta cuba y allí lucharon en la revolución cubana. Toda una familia de gente comprometida.


Para ir terminando, me ha parecido un libro de lectura interesante, aunque literariamente no sea una gran obra. Interesa más por el anecdotario histórico que por el elemento lúdico, digamos. Y aquel se ve entorpecido por este, cuyo fin, por cierto, es abundar en lo que ya se apuntaba en el libro anterior, destacar esa condición de islas conquistadas, es decir de territorio anexionado y por lo tanto de segunda categoría y que como tal es tratado un poco con desapego y como de favor cada vez que se les medio conceden alguna prebenda. Un territorio al que se viene a rapiñar todo lo posible, a hacer fortuna. Salvando, y este es el personaje, algunos individuos honestos de esta generalización. 



Luis Rodíguez Figueroa y sus hijos: 

https://www.elpaiscanario.com/91-aniversario-de-la-republica-espanola/

Guerra del agua en Tenerife: 

https://elpais.com/diario/1980/08/28/espana/336261610_850215.html

Sagaseta Persona non grata

https://elpais.com/diario/1980/07/30/espana/333756025_850215.html



El escritor calvo se ha muerto

 


Ayer murió Alexis Ravelo. Una muerte fulminante debió ser. Hace unos días estaba, como organizador, en el festival de literatura negra de Aridane. Se había oído el rumor semanas atrás, de que estaba enfermo y él mismo había hecho alguna declaración de que pensaba tomarse las cosas con más tranquilidad porque el cuerpo le estaba avisando. O no se lo tomó muy en serio, o el cuerpo no avisa dos veces, o que el aviso no era un aviso sino un anuncio irrevocable. Quién sabe las cosas del cuerpo. A mí ya se me quitó lo de la pierna y aún no sé qué era, todavía no me han hecho la radiografía. Cuando me la hagan me dirán que ahí no se ve nada, que soy un quejica. Pues se ha muerto, un buen tío. Un tío simpático. Un tío activo, que vivía su vida con pasión, o al menos esa es la impresión que yo tengo de él. Tampoco lo conocía tanto. Pero me jode que se haya muerto porque él sí que usaba su vida. Yo siempre tengo remordimientos de que la gente que sí que usa su vida se muera. No es que yo quiera morirme, pero a veces me da la impresión de que hay partes de mi vida sin desenvolver todavía. No sé. Es cierto que hablo más de mí que de él pero esa es la emoción que provocan estas muertes, que uno de pronto se para y se da cuenta de que, así, de esa manera, le podía tocar a uno. Si hiciéramos una estadística, entre todos los que le conocíamos habrá un incremento apreciable para visitar​ al médico en los próximos días. Yo soy poco de ir al médico. Total, para cuando me tengo que hacer la radiografía ya se me ha quitado el dolor. Con él también han fallado un poquito las previsiones. Espero que no estuviera esperando por una radiografía o cualquier otra cosa para descubrir si estaba malo o qué. Ahora ya se sabe. O se sabrá en la autopsia. 

En fin, que se ha muerto Alexis. Me molesta porque porque era buena gente. Es verdad que se mueren todos los días un montón de buenas gentes. Y siguen vivos un montón de gilipollas. Yo entre ellos. Dan ganas de pedir perdón. Él escribía. Se tomaba muy en serio eso de escribir, era un profesional de la clase de los que les gusta su profesión. No es que yo fuera un fan, pero algunos de sus libros he leído. Dejé de hacerlo más por cansancio, por muy conocido, que porque me disgustara su manera de escribir. Pero siempre me gustó su forma de ser. Muy afectuosa, sin ser untuosa. Un tipo duro cuando había que ser duro, me parece. Pero nunca lo vi en ese papel. No voy a ponerme blandito. Doler, doler, no sé si me duele. Me incomoda. No me parece bien. Preferiría que no hubiera ocurrido. No sé. Supongo que podía considerarlo un amigo. En cualquier caso me saludaba con mucha confianza. La última vez que nos vimos, por allá por Las Torres, yo iba leyendo una historia de Cuba en el siglo XX y él iba escuchando a Silvio Rodríguez. Ya no me lo volveré a tropezar en el supermercado. Eso es la muerte, supongo, poco más. 

No quiero exagerar tampoco como exageran las necrológicas, los panegíricos y la publicidad de las n​ovelas. Se ha muerto una buena persona que escribía, a la que yo c​onocía, un sol de sonrisa siempre en la cara, en las contadas veces que lo traté. Lo de sol viene a propósito de la, constante en él, mención a su calvicie, que debe ser que le preocupaba, en el fondo. Ahora se quedará calvo del todo sin necesidad de afeitarse. Por otro lado, siempre lo he sentido así, los muertos me dan envidia porque ya están a salvo de toda esta porquería. Me entra pena por los vivos que padecen su ausencia, pero a ellos siempre los envidié. Ya no tienen que preocuparse más del alza de precios, de llegar a fin de mes, de las brutalidades del ser humano publicitadas cada día por televisión, de la política insaciable, de la recesión, de la corrupción, de la codicia, del futuro limitado, del negacionismo, del machismo contra el feminismo, en fin, ya está a salvo de la vida. Pienso en los vivos, en esos que andarán con un hueco más, que pesará como lastre, como otro lastre de la vida, este nuevecito, reciente, aún sin vencer la inercia de verlo siempre por ahí, oyendo ese je je je suyo como fantasma. A él ya no le importará, pero queda para la historia. Quieras que no, su huequito se ha hecho, con tesón, en la historia, en el recuerdo de muchos, que es lo que es LA HISTORIA.

jueves, 26 de enero de 2023

Presentación El País de los Hombres Solos, de Dolores Campos Herrero

 Ayer (miércoles 25 de enero) me salté la radio y fui a la presentación de un libro. De las ondas huérfanas de mí, qué se fizieron, no lo sé porque todavía no he escuchado el programa. La presentación tuvo lugar en la Biblioteca Pública del Estado, en esta real ciudad del imperio, maguer que en una de sus más remotas esquinas. El libro, el número 67 de la colección Biblioteca Básica Canaria, en esta nueva etapa en la que selecciona exclusivamente autoras, para, dizque, reparar la carencia de ellas que sobreabundaba en la primera etapa de la mentada colección, patrocinada por nuestro bien amado gobierno regional. La autora, Dolores Campos Herrero, cuyo fallecimiento acaeció hace ya 16 años y dejó honda cicatriz en sus parientes y amigos y que nuestro gracioso gobierno tuvo a bien dedicarle el Día de las Letras Canarias el año pasado (2022).

La presentación estuvo a cargo de Antonio Bordón y Eduvigis Hernández, que se declaraban buenos amigos de Dolores, Lola o Loli, que por los tres nombres se la refirió. En algún lugar he leído que Antonio Bordón se declara a sí mismo escritor, aunque se gane el pan de otra manera. Eduvigis no sé cómo se declara ni cómo se gana el pan, pero me consta que también escribe. Y conocieron y tuvieron gran amistad, y padecieron gran dolor a su muerte, con la autora. De ella desgranaron loas y alabanzas, además de algunos recuerdos más centrados, como definirla como «una persona con delirios de personaje», aludiendo a la incontinencia lectora de Lola y a un su espíritu, (son mis palabras), que sería algo así como transido o ausente, quizá, como morando simultáneamente entre los dos mundos, el de la realidad, de la que, según se dijo, tampoco estaba ausente, pues era persona lúcida y de su tiempo, y el de la ficción de las novelas que continuamente tenía entre manos. Dicho sea de paso, que esto también fija al personaje, hablamos de Dostoiévski, Henry James, Emily Bronte, Dickens, yo diría que se oyeron muchos nombres de autores clásicos ya, del siglo XIX, y en particular de la literatura inglesa. Luego, cuando se lean algunos párrafos de la novela que se presenta, en realidad tres relatos largos que formarían una trilogía titulada, en su conjunto, como el tercero de ellos, La ciudad de los hombres solos, confirmaremos sin sorpresa que sus personajes tienen, y transitan, nombres, y por paisajes, extranjeros, y hasta atemporales, pero que recuerdan los tiempos de esas novelas decimonónicas, y su tono literario, casi como si la autora quisiera escribir a la manera de esos autores. 

También en la mesa de presentación estaba una hermana de la autora, Marisol,  que, junto con otra de las hermanas, son las fiduciarias de la herencia literaria, y las responsables de la decisión de publicar en concreto esta novela o secuencia de tres novelas cortas, como ya hemos mencionado, que formaba parte de la obra sin publicar de Dolores. En efecto, Tanto Eduvigis Hernández como Antonio Bordón recordaban perfectamente, de sus conversaciones con Lola, que ella hacía referencia a este trabajo que quedó sin publicar a causa de ese desgraciado tropiezo con la Dama de los Finales, pero que según parece ya tenía completamente planificado y prácticamente terminado. Además de esta obra parece ser que aún hay material que las voluntariosas hermanas estarían interesadas dar a conocer, como por ejemplo obra poética, también sin publicar, pues, aunque Dolores Campos Herrero se ha destacado principalmente por la narrativa, algunas (1) de sus publicaciones ya fueron poemas, como, precisamente el último libro que prácticamente no llegó a disfrutar pues falleció al poco tiempo de su publicación Una vida imaginada (2007).

La presentación, pues, se destacó más por el recuerdo que por un detallado examen del volumen que se presentaba, que se dejó a cargo de los lectores. Quede, sin embargo, resumido en que se se trata de una, llamémosle, tríada de relatos largos, el libro es un volumen muy cumplidito, y que a juzgar por el comentario leve de Antonio B. que sobre él hizo, tienen un tono de recuerdo de la infancia, de momentos de la infancia, concretamente se dijo que en los relatos «flotaba un deseo de recuperar la infancia»; sin ser un libro autobiográfico, sí lo sería en términos de sensaciones. También es un libro homenaje literario a todos esos autores que poblaron nuestras primeras lecturas, y aquí se nombrarían naturalmente, a esos que llamamos universales, pero que me da a mí la impresión de que ya pertenecen a un universo colapsado, como son Julio Verne, Robert Louis Stevenson, Daniel Defoe, en fin, Dickens, Conrad, Sterne, Woolf, Bronte, Austin, Collins, además de aquellos mencionados arriba.

1 No solo algunas, veo en la wikipedia, nada menos que seis, desde la primera Chanel número cinco (1985), hasta la última, ya póstuma El libro de los naufragios (2009)

--o--

En la parte del comentario personal, yo tengo que decir que no he leído a Dolores, mintiendo levemente porque sí que lo he hecho, pero no recuerdo un pijo como dicen en Amanece que no es poco. También las circunstancias en las que lo leí no eran propicias para recordar, una etapa en la que acudía al hospital día sí día también a visitar a un pariente que no llegó a salir de allí; calculo,por cierto, que el año anterior a la muerte de nuestra autora. Lo que sí recuerdo leer antes o a continuación de aquel libro fue a Juan Rulfo, y es que la mente es muy veleidosa. 

Lo que a mí me maravilla de Dolores es la cantidad de gente que la recuerda, quiero decir, que la tiene fresca en su memoria, que la menciona continuamente y que, desde luego, tratan de mantener vivo su recuerdo. Gracias a eso se la destacó el año pasado con el reconocimiento del Día de las Letras Canarias, aunque la verdad es que  mucho, mucho no es que se haya empeñado el gobierno en rescatar su obra, ni tampoco los editores se han lanzado, sospecho, a reeditarla. 

No puedo decir que sea mejor o peor escritora, pero desde luego los mecanismos para alcanzar la fama pasan más por ahí, por la cantidad de amistades que uno tenga y que le recuerden para bien, signo, por otra parte de buena gente, que por la esencial calidad literaria, estilistica, reflexiva, simétrica o transitiva de su obra. Aquí me tienen a mí mismo, sin ir mas lejo, que la conozco, sin haber leído o recordar lo que leí, sus libros. La muerte, digámoslo claro, en algunas ocasiones es un valor, para esto de la fama y el mérito postrero. Hay quienes alargan sus vidas esforzándose día tras día por alcanzar un mínimo reconocimiento y se terminan muriendo en cuerpo y en recuerdo para siempre jamás. Tenemos otro caso, no sé si comparable o no, en las letras canarias que es el de Felix Francisco Casanova de Ayala, este más en el campo de la poesía, aunque su obra de más renombre, por haber sido premiada con el Benito Pérez Armas, sea una narración, El don de Vorace. Pues ahí quedó nuestro hombre para la historia; en parte, y yo diría, en gran parte, por haberse muerto pronto, y en otra mayor parte por la voluntariedad de sus parientes y amigos en no dejar marchitar su memoria. Otros tantos que no tuvieron tantos amigos o que no se murieron a tiempo habrán quedado sepultados por el olvido acumulando iguales o superiores méritos. Pienso, por ejemplo en Ervigio Díaz Marrero, que, por cierto, compartía amistad con  Felix Francisco, y debió ser uno de los damnificados por su muerte que su segunda obra publicada La Casa del mar (no he tenido ocasión de leerla aún) dicen que es un recuerdo biográfico de Felix Francisco. Pues a mí me parece que la obra de Ervigio, Lúdica (que sí he consultado) o Hoy: el demonio en casa, son obras que me interesan más que la novela de Félix Francisco, y ha sido este año cuando he conocido por primera vez el nombre de Ervigio – también es verdad que yo no es que profundice demasiado en el estudio de la literatura canaria, soy un mero lector buscando El Libro –. Con esto no quiero, naturalmente, quitarle méritos a nadie para ponérselos a otro, lo que se dice desvestir a un santo para vestir a otro, sino maravillarme por los mecanismos de la fama y el recuerdo, y concluir que los genios literarios no nacen, se hacen y con mucha voluntad. Cierto que ellos mismos habrán tenido primero, como en el caso de todos estos que hemos mencionado, que echar los cimientos de su obra, pero quienes construyen el edificio son otros, y más que los lectores, que esos están al final de la cadena, pues la mayoría de los lectores leen lo que les cae encima o lo que les llevan al pesebre, muy pocos son los que van a buscar la hierba al campo, son los amigos, familiares, o descubridores con una relativa influencia, para ser escuchados y tenidas en cuenta sus opiniones. 

Al final, supongo que un día tendré que dedicarle algunas sesiones a Dolores, no puedo limitarme a largar sin fundamento. Ya se verá cuando se vea. Salud. 


martes, 17 de enero de 2023

Antípodos, de Alfonso O'Shanahan



Alfonso O'Shanahan fue periodista. (leí que inició estudios de matemáticas en Madrid, pero se cansó u otras razones más materiales, regresó e hizo estudios de periodismo en La Laguna). Nació en el 44, de la misma generación, pues que todos aquellos que pertenecieron a esa publicación de 1973 que acabo de descubrir, Aislada Órbita, coordinada por Rafael Franquelo, donde están incluidos Luis Alemany, Armas Marcelo, Juan Cruz, Luis León Barreto, Alberto Omar, Victor Ramírez, el propio Rafael Franquelo. Todos ellos son más o menos de la misma edad (±5) años. Emilio Gonzalez Déniz (del 51) se queda un poco descolgado de esta generación. Ahora me doy cuenta de que ninguno de los dos ni O'Shanahan ni González Déniz entra en ninguna de las grandes antologías. Porque tampoco cayeron en la de la Biblioteca Básica Canarias, ni en las Nuevas Escrituras, que ya los cogía talluditos. 

Alfonso O'Shanahan se inició, por lo visto, en la literatura, como poeta. Y por ahí siguió. Tiene solo tres novelas. Y luego parece que le gustaba el asunto histórico, o el asunto testimonial, que tiene varios ensayos de tipo histórico, siempre referido a sucesos o personajes de nuestra ciudad, de nuestra región. Su principal obra es el Diccionario del Habla Canaria donde recopiló diz que más de trece mil palabras del habla de las islas.

Falleció en 2009, a los sesenta y cinco años, por lo que he leído, aquejado de esa terrible enfermedad del alzheimer.

Escribió solo tres novelas Antípodos (1980), que recibió el primer premio de Prensa Canaria, Equinoccio (1985), y Solsticio de verano (1990), todas con un marchamo más bien de novela histórica. Tengo intención de leerlas las tres. Pero de intenciones está poblada mi cabeza, y quien tiene que cumplirlas luego es este cuerpo cansado y sin ilusiones que se arrastra por el suelo, bebe cerveza y está acusado severamente de exceso de azúcar, no sé si le llegarán los ánimos a tanto, o si serán sustituidos por otras apetencias de más cómodo cumplimiento. 


Por el momento, Antipodos es, en efecto, una novela con tintes históricos. Abarcaría desde finales del siglo XIX hasta el último tercio del XX, es decir, hasta la época en que se habría escrito este libro. Al decirlo así parece que se trata de un manual de historia o una saga, pero no tiene nada que ver. En el aspecto de detalles es muy ligero, casi simplemente un repaso que recuerda leves destellos de lo que sucedía en cada momento desde el punto de vista del personaje en cuestión. 

Los personajes o narradores, son esencialmente dos: uno es Mr Tiller, hijo de un potentado de origen inglés residente en Las Palmas y que narra, se lo cuenta a una muchacha que viene a asistirle en su ancianidad, en forma de batallitas y recuerdos de familia. El otro narrador, es un tal Juan, del pueblo llano, que recibe a su abuelo que viene de Cuba, tras largos años exiliado o, más bien, huido de las circunstancias de la guerra civil. 

Los capítulos de uno y otro narrador se alternan. Los de Mr. Tiller abarcan la primera época, probablemente hasta la guerra – tengo a medias el libro cuando escribo esto – y los de Juan la posguerra, levemente y los años de oposición al régimen hasta la transición política tras la muerte del generalísimo. Pero todo muy ligero, muy poco detallado. Más bien lo que nos transmiten es un estado de ánimo, una idea de cómo se sentían cada uno en su papel correspondiente, con respecto a la sociedad isleña tanto como con respecto a la metrópoli, a la Península, al gobierno central, a los revoltosos días de la guerra. 

Yo creo que básicamente la idea de la obra está en transmitir esa impresión de estar abandonados, dejados un poco de la mano del gobierno central. Esa impresión de que si hubiera convenido, en cualquier momento nos hubieran vendido a una potencia, sea la inglesa o la americana, o nos hubieran abandonado, si se complicaban las cosas, como ocurrió en Guinea o en el mismo Sáhara. 

El punto de vista de Mr. Tiller (no sé por qué no le llamó directamente Miller, supongo que para evitar tener que ser excesivamente minucioso al recrear las circunstancias en torno al célebre magnate inglés-canario: por cierto, más que inglés era escocés y llegó a las islas en busca de fortuna; no llegó ya rico, hizo su fortuna aquí. Me refiero al primer Miller, Thomas, que llegó atraído por un pariente, Swanton (el de los jabones suasto. Yo no conocí esos jabones, pero se habla de ellos), que ya estaba aquí por causa de un naufragio cuando se dirigía a hacer las américas) es, naturalmente el de que el desarrollo de estas islas se debe principalmente a la influencia de la colonia inglesa en los políticos locales. Se atribuyen prácticamente la iniciativa de construcción del puerto de la Luz y de su calificación como Puerto Franco, lo que permitía el libre comercio a través de él, además de la asistencia a todo tipo de barcos que hacían la ruta atlántica.  Es, en efecto, una verdad popular que la influencia inglesa al menos aceleró el desarrollo de la ciudad desde mediados del siglo XX. Que la construcción del puerto significó una modernización de toda la ciudad. Al menos en estos términos lo relata Domingo J. Navarro, si mal no recuerdo, en Recuerdos de un noventón, que viene poco menos a decir, que a comienzos del siglo XIX esta ciudad era apenas un villorrio y que solo tras la construcción del puerto empezó a tener visos de ciudad. 

Por otro lado, el punto de vista de Juan es el de un hijo de un militante, que milita a su vez, en grupos de izquierda, oponiéndose al régimen. El abuelo, ese cuyo retorno es la anécdota en torno a la cual se construye el libro, huyó del régimen franquista más que por víctima por victimario indirecto. Es decir, por poseer un taxi, era obligado a participar, como conductor, de las sacas que hacían los grupos de exaltados fascistas. Huyendo de esta situación es por lo que salió su tierra en busca de aires más saludables. Y como reacción a este baldón que pesaba sobre la familia fue que su hijo sintió necesidad de comprometerse en la lucha obrera. El nieto lo hacía por admiración a su padre, pero lo pillamos ya en una época de desencanto tras la transición. Desencanto, resentimiento por el considerado trato injusto, colonialista, con que aún trata el gobierno central a estas islas, la preocupación por el crecimiento urbano desmesurado, el avance del turismo como mono cultivo económico de las islas, etc., la falta de recursos que tienen las islas para su desarrollo con cierta autonomía, todos estos son los temas en torno a los cuales desbarra el personaje en su imparable monólogo.

El estilo es indudablemente de su época, es decir, sobre todo el del personaje Juan, se trata de un monólogo en primera persona que va desarrollando el tema, saltando una situación a otro y dirigiéndose figurativamente (porque no se trata de una respuesta, es más bien un diálogo figurado) a cada uno de sus supuestos acompañantes, su abuelo, la chica funcionaria que gestiona la repatriación, su madre, su abuela, y en general sí mismo. Y en lo que yo acuso principalmente el estilo de la época es en este soliloquio un poco esquizofrénico que pasa de un tema a otro y vuelve al primero sin transiciones y va construyendo una visión general de todo lo que se desea expresar. La charla de mister Tiller es más coherente. Está expuesta en un supuesto estilo directo, aunque tampoco escuchamos nunca la voz de su contraparte, la chica que le asiste, Laura, y que, por cierto, podría ser la esposa de nuestro Juan, a la cual ha nombrado ocasionalmente a cuenta de su separación. Tal vez hacia el final asistamos a algún capítulo en el que ambas historias confluyan. Supuesto estilo indirecto, decíamos, mucho más coherente que el de Juan, mucho más hilada la narración temporalmente, y intercalado por unos párrafos de narrador que continúa, ahora en estilo indirecto la narración de mister Tiller. 

Con la colonia inglesa el autor es bastante benévolo. Pese a que Juan considera que simplemente explotaron los recursos de las islas aprovechando la lejanía del gobierno central para hacer notar su influencia en el local, se aprovecharon de la mano de obra barata para rentabilizar sus negocios y apenas contribuyeron al desarrollo económico de la sociedad, pagando sueldos de miseria y dependiendo, de cultivos muy concretos que nos dejaron una economía de monocultivos con épocas de auge que repercutían en su mejor parte en los detentadores de recursos y apenas en los sueldos, y época de crisis que repercutían en su mayor parte en los asalariados estando los potentado con el lomo bien cubierto hasta la próxima ola. Hablamos de los tomates, de los plátanos y últimamente del turismo y de la construcción.  Esta es un poco la impresión de Juan, pero Mister Tiller, por supuesto lo ve con otros ojos, pues sin esa influencia no se habrían desarrollado las islas como lo hicieron, si hubiera sido por la mano del gobierno central que nos tenía si no olvidados, muy desatendidos. Y en cierto modo también tiene razón que nuestros caciques locales se aprovecharon de los medios que organizaron los ingleses para sus negocios. Luego, tras la guerra ya fueron ellos los que continuaron con esos negocios que los ingleses habían abierto. Y siguieron manteniendo a la población en un estado de pobreza y miseria y a las islas en un subdesarrollo por falta de inversiones sociales, las mínimas para colmar sus propios intereses.

Como resumen de Antípodos – por cierto, hace referencia no a los que viven en la parte diametralmente opuesta del planeta, como siempre he supuesto, sino a unos bichitos marinos microscópicos con aspecto de crustáceos, que en realidad se denominan anfípodos o amphipodos. Tal vez juegue con ambos conceptos, pero en uno de los capítulos, estando los personajes en una terraza en la playa, se hace mención de estos animálculos, y en ningún momento se hace referencia  a las antípodas – , diré que es bastante aceptable su lectura. Entretiene a la par que instruye. En los tiempos en que la leí por primera vez me pareció, y así la recordaba, una novela histórica, porque hablaba en/de tiempos pasados y desvelaba aspectos de nuestra tierra que yo desconocía, el papel de los ingleses en el desarrollo económico de nuestra región, la represión en Canarias, algunos conatos de rebelión contra el golpe de estado, mencionaba la guerra civil, tema que aún era me era raro leer en los libros. Hoy no pienso que sea una novela histórica, es decir, una novela que pretenda recrear la historia. No es ese su cometido, me parece, sino que usa la historia, el o los momentos históricos, para expresar una idea objetivo, que, me parece a mí que es destacar el alejamiento, el distanciamiento, no quiero poner «el desprecio» porque hay otra palabra que no me sale, en que hemos estado siempre de la atención de nuestros gobernantes.  Su falta de inversiones, y en general, preocupación por el estado de desarrollo económico, social, hasta patriótico, de las islas, dejadas en manos, mayormente, de caciques y delegados de gobierno, como poco, maleables. Yo creo que este ya es un concepto viejo desde que se instituyeron las autonomías, pero en los tiempos en que se escribió esta novela era un estado de ánimo prevaleciente, y por eso en aquellos tiempos «estaba de moda» considerarse en mayor o menor grado partidario del independentismo. Ya esas ideas, creo yo, se han apagado y tan solo las mantienen alucinados trasnochados, románticos de tiempos revolucionarios en los que, qué duda cabe, ya no estamos. Creo que el autor, además, «peca» (me gusta, ya lo notan, usar las comillas españolas o angulare) de intereses siniestros como todos los nacionalistas de bien, por lo menos al principio de los tiempos.

Igual que estas ideas, el estilo de la novela es también ya viejo. Misteriosamente, todos esos experimentos vanguardistas que tuvieron lugar en esos años setenta y que perduraron por los ochenta, se han perdido prácticamente, apenas quedan restos – en lo poco que yo leo y sé apreciar – en la literatura actual, que ha vuelto a una narrativa llamémosla ordinaria, decimonónica, sin demasiados riesgos estilísticos, una narrativa más digerible por el  público mayoritario.



Golisniando en la biblioteca

 Estaba golisniando en la biblioteca y me he encontrado esto, que no sabía que existía.

 Una antología coordinada por Rafael Franquelo de 1973 donde aparecen muchos de los nombres de autores que luego serían consagrados  en esa década. (consagrados en los sagrados altares de la literatura, joder, qué palabra).

Más adelante, en un siguiente post, hablaré de Alfonso O'Shanahan, y viendo que anda en la edad de esta generación me pregunté por qué no estaba. Bueno, porque unos están y otros no. Ni son todos... etc. Pero descubrí luego que O'Shanahan sí está en una antología anterior: Poesía Canaria Última, de 1966

Siguiendo con un hilo mental se me ocurrió que otro autor que no aparecía en estas antologías era Emilio González Déniz.

Esta no es la portada, sino un carter de unas jornadas

Es algo más joven que todos estos que nacieron hacia mediados de los 40. La primera antología en la que he visto el nombre de este autor es una que hizo Ricardo García Luis en 1987.




Donde aparecen nombres ya más modernos y en activo: 
El propio Ricardo García Luis
Roberto Cabrera
Lorenzo Croissier
Juan José Delgado
José Zamora
Jose Carlos Castaño
Ignacio Gaspar (el de Baile de Tapados)
Luis León Barreto
Sabas Martín
Manuel V. Perera 
Dulce María Marrero
Agustín Díaz Pacheco
David Galloway
Emilio González Déniz
Juan Manuel Torres Vera 
Felix Francisco Casanova
Antolín Dávila
Ernesto García Cejas
Alberto Linares.
Jesus Rodríguez Castellano (¡Chito!)
Yolanda Soler Onís
Nieves Cubas Armas
Cándido Hernández García
I. Raúl Mora del Castillo
Juan José Bethencourt Rodríguez
Marcelino Rodrígues Marichal
Con epílogo de Isaac de Vega
Muchos nombres que no conozco y que son vías de exploración. 

Pero la gran sorpresita que me encontré fue el libro de Ervigio Díaz Marrero, que estaba en la sección de antología -- yo lo había tomado por poesía y no le había prestado atención --.  Es un libro muy vanguardista, yo diría que entraría dentro de la categoría de poesía visual, sobre todo la parte de la tipografía usada, que hay que descodificarla


Esta sería la portada. Sin ningún texto. 













Aquí entramos en el libro. Resaltar esa tipografía. Esto debe ser un montaje propio del autor, porque no hay datos de editorial ni la marequela parió. Solamente al final 
EDICIÓN ORIGINAL
Artes Gráficas Escuela de Formación Profesional San Antonio
Las Palmas 22/12/79

Depósito Legal GC 506 -1979

Observar también cómo alguien se ha preocupado de traducir la contra portada
Ervigio Lúdica


"LO QUE ES TIENE QUE SER
Y LO QUE TIENE QUE SER SERÁ"












"MONTE DE SIERPE"













Luego continúan una serie de textos, en efecto, variados, prosas, breves escenas teatrales, etc.  Por supuesto, se incluye un alfabeto para descifrar los títulos de las secciones, que eso son. 

En fin. Uno de esos autores que hemos perdido por no prestarles demasiada atención y que demostraban tener un ingenio extemporáneo. Porque sus prosas anteriores tampoco es que siguieran el Canon, hablo de la reseña anterior que le dediqué