miércoles, 13 de enero de 2021

Panza de Burro, Andrea Abreu

 Al fin he leído Panza de Burro, el bombazo literario del año 2020 en Canarias. Bueno, tal vez no en  Canarias, pero sí procedente de Canarias. Bombazo, porque lo han mencionado en Babelia y hasta Vicente Luis Mora incluye su listado resumen de 2020 en su blog Diario de lectura  por no hablar del Polillas  que también lo pone dentro de lo mejorcito del año. Aunque la primera vez que lo vi lo había recién comprado una amiga y lo estuvimos ojeando en el restaurante donde íbamos a juevear. La edición que tengo es de septiembre de 2020 y es la séptima. No puede declararse de otra manera que bombazo.

El libro está publicado por una editorial, no sé si pequeña pero de esas que llaman independientes porque no está asociada con ninguna multinacional. Y la edición está al cargo de Sabina Urraca, que es otra de estas muchachas, como la autora, a las que no puedo más que referirme como insultantemente joven (expresión que a mi edad puedo ya decir de casi cualquiera… no, no, me las echo de viejo y no soy tal) con lo que quiero expresar que me da mucha envidia la capacidad que tienen algunos, jóvenes o no, para lanzarse al mundo y vivir de la manera que han decidido hacerlo aunque les cueste, como se decía antes, un potosí. (Aludo a una charla Ted que esta mujer tiene en youtube).

 La foto de portada es también de destacar porque representa, exactamente, la idea que se hace uno de las dos chiquillas que protagonizan el libro, Isora y la narradora (no creo que se haya mencionado nunca su nombre), está tomada por Alessandra Sanguinetti, que es una fotógrafa norteamericana, y pertenece a una serie  suya que está realizada en Argentina tomando como protagonistas a dos chiquillas de una granja perdía  del campo. (se me pega el habla de la novela o aprovecho para dejarme ir y escribir como de verdad me sale)

¿Qué me pareció el libro? Que está a la altura de lo que se dice de él. No tiene, desde luego, ¡qué libro lo tiene!, aires de obra maestra, pero se lee muy bien, es sencillo y natural. Cierto que su mayor característica es esa voz infantil, (vengo de leer El barranco, de Nivaria Tejera, y qué diferencia de voces infantiles)  tan popular, o más bien tan de barrio, y más que eso, tan de barrio de Canarias, que cualquiera de los que vivimos por aquí y somos más o menos de barrio o teníamos abuelos en el pueblo e íbamos a pasar los veranos allí sabremos reconocer. Y sin embargo no parece abusiva esa injerencia de la voz popular en el texto literario, siéndolo, porque cada dos por tres te sale con un vulcán, un misniñas (todojunto), un juite, para echar al perro, pero son tan oportunos, se leen con tal naturalidad y sobre todo están tan coherentemente insertados en el conjunto que uno los lee como naturales. 

La voz de la niña narradora tiene el punto justo de inocencia, de infantilidad, igualmente bien medido para que no estorbe en la narración que es muy correcta. (Si uno se pone a sumar y a restar es obvio que una niña que habla así y sobre todo que escribe de aquella manera, –¡dios mío si solo fuera literatura!– no es capaz, de ningún modo, de una expresión tan acertada, tan precisa, para describir los sucesos, para hablar con esa ternura medio velada medio incomprendida por sí misma de su amiga del alma. Primero por ser niña de diez años y segundo por ser niña de barrio bastante, no mucho, pero bastante, marginal. Pero quien se venga a leer un libro de estos con calculadora, llámese lo que quiera pero peca de animalito) Y en cuanto a la construcción del personaje, aunque no sé lo que es, puedo decir que en tu ánimo se forman perfectamente definidos esos caracteres, tanto el de la niña narradora como el de la verdadera protagonista que es Isora, su amiga, de la que se habla todo el tiempo.

El relato, claro, habla de experiencias infantiles, de amistad, de amor y desamor, de camino hacia la madurez o de la salida de la infancia. Poco más y tanto como eso. A mí me gustado. Ya digo, no tiene ese aire de gran obra que se te va a quedar en la memoria, pero no desmerecería una segunda lectura. En realidad a mí, lo que pasa, es que me queda ya lejos y no puedo compartir esa afición a las telenovelas sudamericanas y a las canciones de Aventura, por no resaltar que la experiencia infantil masculina y la femenina, todavía en esos tiempo y en los míos más, eran notablemente diferentes. Yo soy más del Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Ferlosio, o del Helena o el mar de verano, de Julián Ayesta, en lo que a experiencias infantiles se refiere. ¡Qué antiguo soy! como dijo Alfanhuí cuando se vio reflejado en el espejo de aquella casa abandonada. 

martes, 12 de enero de 2021

El Barranco, de Nivaria Tejera

 El barranco, de Nivaria Tejera


Una niña narra en primera persona el encarcelamiento de su padre al comienzo de la guerra civil en La Laguna. La niña percibe la trascendencia de lo que sucede aunque no lo comprenda, y sobre todo se ve muy afectada por la ausencia del padre. 

El padre es detenido por ser periodista, aunque se le acusa de un supuesto ataque a la sede del obispado. Después de una estancia en la cárcel y un juicio, es liberado. Pero más adelante es prendido de nuevo por otras razones arbitrarias. Hay una estancia en Fyffes y en un campo de trabajo. Posteriormente dejan de tener noticias suyas hasta que reciben un ambiguo telegrama que anuncia su deportación a la península durante cuarenta años. El barranco aludido queda muy impreciso. Hace referencia a un supuesto lugar de ejecuciones; probablemente, es una sospecha de lector, el lugar donde acabó el padre. 

El texto está distribuido en cuatro partes, pero luego dentro de cada parte hay fragmentos irregulares que obedecen a escenas o impresiones. La transición de una parte a otra está marcada por las circunstancias del encarcelamiento del padre.

Solo escuchamos, leemos, su voz narrando. Hay un a modo de flujo de pensamiento, pero más narrativo (en contraposición a esos modos de flujo de pensamiento que tratan de reflejar la confusión interior, la mezcla de voces dentro de uno mismo, la interrupción de frases innecesarias porque el que piensa ya sabe cómo va a concluir, etc.)  Lo notamos, sin embargo muy íntimo en la sucesión de expresiones muy propias con que interpreta el mundo.

Se nota una evolución del personaje, o tal vez de nosotros los lectores que vamos familiarizándonos con ella y con su tragedia, desde que la conocemos al principio donde se aprecia perfectamente a una niña feliz, inocente y despreocupada, hasta que al final le notamos una seriedad sobrevenida, una amargura, una mayor gravedad en el tono que delata la madurez.  

El tono, en efecto, es muy infantil, pero no tontorrón, más bien inocente, sin malicia, a mí me viene a la cabeza Gloria Fuertes, y también el Ferlosio de Alfanhuí, reconociendo de ellos la sencillez del lenguaje empleado, pero la abundancia de comparaciones y símiles que por momentos se vuelve algo surrealista,  pero un surrealismo que podríamos llamar natural, en contraposición de un surrealismo racional, intencionado, aquel más cercano al de las de la greguerías de don Ramón, por donde también he entrevisto el estilillo de Rosa Chacel; este otro haciendo referencia al de los surrealistas declarados, profesionales de la invención abstrusa.

Como defecto puedo señalar un uso redundante de los pronombres personales, como si este texto fuera una traducción poco cuidadosa del francés o del inglés. (No es así, según el prólogo, que nos explica que, aunque se publicó por primera vez en Francia, en donde Nivaria residió mucho tiempo, fue escrito en castellano)


Como no se me ocurre nada más que añadir copio algunas de las frases que he transcrito porque me parecen interesantes y hablan sobre todo del modo de escritura de esta mujer. Ese que me recuerda a las greguerías a las comparaciones en Alfanhuí y la inocencia con retranca de Gloria Fuertes.


“Le quita el dolor a las cosas y sus ojos recuerdan la verdad”

“Me acarició la frente como si quisiera tocar lo que yo pensaba”

“Tengo más hambre de lo que puedo comer”

“Los rostros de los magistrados daban la impresión de que iban a desprenderse mientras discutían”

“Necesita medir las frases bajito antes de sacarlas”

“Los sacos pesan mucho y se gastan con el roce de los hombres, y ellos también se gastan”

“Como si [el viento] desatase los caminos y los soplara”

“Yo digo que sí con la cabeza como si le perdonara algo”

“Yo escucho que papá respira como un reloj y da horas temerosas en mí”

“Es un animalito pequeño y duro que dan ganas de sembrar”

“Se estira y tiembla como si fuera a derramarse”

“Era como si me entrara luz por los oídos”

“Estaba pálido y también mudo, como si no tuviera memoria y por eso no pudiera hablar”

“Había mucho silencio de no vernos nunca”

viernes, 8 de enero de 2021

Los puercos de Circe de Luis Alemany

 Después de las últimas lecturas, más bien relecturas, tengo que admitir que no recuerdo nada de lo que he leído en la juventud. Es decir, sí que recuerdo haberlo leído, e incluso recuerdo la buena impresión que me causó. Pero no recuerdo de qué trataba la historia ni por qué me causó buena impresión. Este es uno de esos casos, Los Puercos de Circe. Vagamente recordaba que era una novela urbana, de ambiente contemporáneo, que transcurría en Sta. Cruz deTenerife. Poco más. Era novedosa porque entonces yo estaba conociendo la literatura canaria, a comienzos de los ochenta; y porque hasta entonces apenas había leído relatos que transcurrían en el pasado (Antípodos, otra relectura pendiente, o Alonso Quesada con sus Crónicas de la ciudad y de la noche) o de ambiente rural u onírico (aquel primer libro de literatura canaria contemporánea que me regalaron  mis padres compilado por Victor Ramírez y Rafael Franquelo). La primera novela netamente urbana canaria que recuerdo leer y también he olvidado es Catalina Park, de Orlando Hernández y si mal no recuerdo (y ya he declarado que sí que recuerdo mal) la segunda fue esta.

Después de leer el prólogo-análisis de Puercos... (Antonio Alonso), poca vergüenza  debo tener para intentar hablar yo de esta novela, pues ahí ya está todo dicho. Mucho más, me temo, de lo que yo he sido capaz de extraer. No obstante, afrontemos la desvergüenza.


No hay exactamente una historia, es decir, una anécdota, sino un transcurrir de los personajes. Y lo que hacen y dicen es lo que hacemos y decimos todos cuando salimos y nos vemos con los amigos por la calle, en el bar, en clase, en reuniones de familiares. Quiero decir que no hay hitos narrativos por alcanzar que se vayan desarrollando en el movimiento y las acciones de los personajes. No es más importante para la narración lo que dicen más adelante que lo que han dicho antes. Todo parece tan natural, tan de conversación cotidiana. Solo que estos personajes están representando grupos sociales específicos. Sobre todo clase media alta, ejecutivos, empresarios, y estudiantes universitarios. También hablamos, esencialmente, de hombres, porque las mujeres quedan en un segundo plano, meramente complementarias: las esposas de, las prostitutas, las chicas con las que se intenta ligar. La única que llega a tener voz propia, vaya por dios, es la que muere al final. 

Los grupos son presentados por separado. Podemos hablar de historias paralelas si es que contaran algo. Pero lo único que cuenta es cómo se reúnen y charlan de banalidades que apenas nos dicen nada de ellos, de sus vidas, de sus ideas o proyectos. Se distinguen unas de otras por el conjunto de personajes que participan, que ni siquiera se solapan. Sin embargo las historias son entremezcladas, se nos van presentando en secciones alternadas de modo que ninguna de esas historias parece destacarse sobre las demás. Uno tiene que ir adivinando a medida que lee en qué historia está. No es ejercicio difícil una vez aprendidos los nombres de los personajes. 

Se siguen, sin embargo, bien las historias, confiando en la memoria. Dos estudiantes un domingo por la tarde sin otra cosa que hacer que beber de bar en bar, y hablar, principalmente de literatura y de chicas. Parejas que se reúnen en casa de unos a charlar y beber un viernes por la noche. Los ejecutivos que se corren una juerga el domingo sin haber descansado aún de la del sábado que tampoco habían descansado la del viernes. El chico que consigue ligar con una extranjera. Al final algunos de los personajes confluyen en un único suceso traumático que formalmente le da unidad todo el conjunto disperso.


Predomina la tercera persona pero muy personalizada muchas veces, poco neutral, sabemos que estamos en el punto de vista de alguien, no en un narrador invisible y omnisapiente. Otras veces es un flujo de pensamiento y además de por la primera persona lo adivinamos por una cierta confusión, repetición, inacabamiento de algunas frases. Las conversaciones no son presentadas de manera explícita, sino de forma indirecta y entremezcladas, en ocasiones incluyendo «ruido» ambiente que hace complicado atender a lo que está pasando. Entiendo que cuando lo que se narra no tiene la suficiente complejidad uno debe compensar por el lado del estilo, de la forma, de la presentación. Y de algún modo el estilo refleja el caos y la confusión de una conversación habitual entre varios donde se van mezclando las voces de unos y de otros. 


Adónde nos lleva todo esto. ¿Qué es lo que pretendía el autor? ¿Cuál es la razón de esta novela?

Podría ser entendida como un retrato de unas clases sociales, más o menos bien situadas, durante una determinada época de esa ciudad, que es Santa Cruz de Tenerife. El prologuista habla de un retrato más bien amargo, infructuoso, en el sentido de que los personajes parecen simplemente dar vueltas sobre sí mismos sin ningún tipo de aspiraciones. Hasta los estudiantes son mostrados de esa manera con sus actitudes tan cínicas, tanto con respecto a los estudios que realizan como con respecto a los movimientos comprometidos a los que asisten sin ninguna convicción.  

Hay, durante todo el tiempo, una conciencia, más bien constatación, de la inutilidad de sus existencias y tal vez, en ese final traumático se muestre, mínimamente, una conciencia de esa tragedia, pero es solo una reacción a lo inesperado de la situación, a la rotura del continuo en el que creían estar acomodados para siempre. No aparece la amargura, la sensación de limitación o de truncamiento de perspectivas que veíamos en las novelas que he comentado anteriormente (Tubalcaín, Cerveza de grano rojo, Tristeza sobre un caballo blanco), no; estos personajes no tienen perspectivas ni ilusiones, simplemente están mientras nada estorbe ese estar. El suceso final de algún modo está para revelar la fragilidad de ese estar. 


Todo depende de las razones por las que uno lea. Hay quien lee para entretenerse; hay quien lee para saber lo que dice y cómo lo dice; hay quien lee porque hay que leer; y así podemos encontrar muchas razones para leer. Para algunas de esas razones esta novela es una buena novela y para otras es soberanamente aburrida y sin sentido. Yo la he releído porque una vez la leí y me gustó (o eso recordaba) y pensé que me volvería a ocurrir. No ha estado mal la experiencia. Esta vez la he leído con mayor conciencia, pero no sé si eso es importante, solo que la he comprendido mejor, o de otra manera, aunque probablemente la habré disfrutado menos. En la juventud con un roce ya me ponía cachondo y con una sugerencia se me disparaba la imaginación. Supongo que hay cosas que se pierden y cosas que se ganan. Pero no creo que en ello haya compensación. Lo que se ha tenido y se pierde es pérdida por más que recibas a cambio, que apenas es esta lucidez tan apagada de que disfruto en la madurez.


Pd: ¡Ah, claro!, esos puercos eran los amigos de Ulises cuando llegaron a la isla de Circe. Se acomodaron y ya no deseaban regresar a casa. Entonces fue cuando la diosa los convirtió en cerdo. Por eso en Tenerife el plato estrella es carne fiesta, es decir cerdo frito; sin menospreciar las costillitas sancochadas con papas y millo.