viernes, 22 de noviembre de 2019

Sobre Obra Menor de Juan José Rodríguez Barrera



Ayer tuve la fortuna de presentar el libro de mi amigo Juan José Rodríguez Barrera, Obra Menor. Previamente, y para tener algo de lo que hablar en la mesa, me hice una pequeña revisión del libro, que viene a continuación a manera de reseña. Siempre, es inevitable, desde el punto de vista amable de un amigo, pero también de un lector que trata de ser lo más honesto posible (él y yo sabemos que no nos callamos lo que haya que decir). No obstante, después de tantos años, será por hábito, todo lo que escribe (y todo es una palabra muy grande que el jodío no termina de arrancar y ponerse en serio) me parece tocado por una mano, si no maestra, con duende, como dicen los gitanos.
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Como muy bien dice en la introducción, el libro es una miscelánea de muy variado pelaje. Poemas, relatos y otras cosas que uno no sabe muy bien cómo catalogarlos: unos son reflexiones, sobre literatura, sobre el cotidiano existir; otros son falso extractos de obras inexistentes; otros son relatos en toda regla; y aún otros, ni se sabe qué. No se puede decir que haya un hilo conductor y sin embargo hay una familiaridad de relato a relato que es más un aire, una atmósfera, a la cual solo puede llamársela Juanjoseana que te presta la sensación de que todo el tiempo estás en el mismo entorno, en la misma casa.
Con un afán catalogador he querido agrupar, sin ser exhaustivo, algunos textos –incapaz me siento de hacerlo con todos– con el fin dar una apariencia de orden a este pequeño caos.
Hay una serie que considero los más aproximados a la «condición» de relatos. El primero y más querido por mí es Cuernos, con esas tres preguntas geniales con que termina, que siempre me sacan una lagrimita de emoción; después, y en orden de preferencias está El Jardín de mirtos, cuyo personaje, Moriarty, me fascina. Por otro lado hay tres que tienen una factura muy próxima, una cierta seriedad algo ajena al estilo personal de Juanjo, por decirlo de alguna manera: La guitarra de papá, Conservas Ojeda y El cuervo; yo quiero creer que estos fueron escritos en una época en que asistíamos a un curso de escritura impartido por Alexis Ravelo. Juanjo siempre dice que a él se le daría bien hacer de negro, porque basta que le den cuatro pautas sobre lo que escribir para se le desate la imaginación.
Por último señalo El encargo pero porque este me parece que da pie a otra vertiente de relatos que son los de los personajes «disidentes», es decir, personajes que cambian de vida; a menudo, que pasan de llevar una vida anodina, vulgar, indistinguible de cualquier otro ser humano, a una vida de disidencia social, no rebelión, porque la rebelión que ellos practican es toda interior, es un cambio experimentado en ellos, que de pronto despiertan a una conciencia del absurdo de su propia existencia hasta ese momento, sin querer hacerla extensible a los demás. ( El encargo, precisamente es lo contrario, un personaje que es un asesino profesional que decide abandonar el negocio). Esto son (de nuevo por orden de preferencias): Vagabundeces, donde un personaje próspero, bien instalado en la sociedad,bien relacionado, decide darse de baja de todo eso; y luego El abrigo, Hombre con gafas, El sombrero, en los que el uso de esa pieza de vestimenta implica un cambio de actitud vital del personaje. Bar de barrio, vuelve un poco ser un personaje que siente atracción por el lado lumpen, como se decía antes.
Una pica en Flandes, es otro relato muy con intenciones narrativas serias en el que recrea falsamente un pasaje de la historia de la pintura flamenca, y es el primer ejemplo de un tema que también gusta a Juanjo, algo así como la docuficción, o la historia ficción; siguiendo esta estela estarían Tres cosas de pueblo y Recorramos la iglesia, unos falsos paseos turísticos . También podríamos catalogar de ficción científica a Apuntes sobre la Hipocondría Proyectiva Diferencial (HPD).
El avance imparable del tiempo, aunque lo parezca es más documental que ficción. O al menos yo creo acordarme de casi todo lo que se cuenta allí. También puedo dar testimonio de otros sucesos fielmente documentados como La poética del ajedrez.
También abundan los relatos que, como dice en la introducción, homenajean a la literatura. Y muchas veces es un homenaje burletero como Fragmento de entrevista a Mario Alba y Una forma de respeto, en los que cordialmente mata a su editor; Náuseas, es otro relato donde lo literario y lo documental se mezclan, el personaje escribe una falsa biografía; El tercer ojo, Página cincuenta y dos, Nuestro sino, Escribir. Escribiendo. Escrito, podrían ser tomados por reflexiones sobre el hecho literario.
Podríamos decir que la poesía no es el dominio de Juanjo. Sin embargo muchos poemas han caído de su pluma y muchos caerán. Para mi gusto esta es la manera correcta de escribir un poema, cuando sale casi por necesidad. Yo diría que el tono poético de Juanjo en este libro es claramente un tono de necesidad expresiva que no podía tomar otra forma. En ellos hay una concisión, una precisión en una idea que a menudo tiene que ver con el cansancio de asistir sin posibilidad de escabullirse al triste espectáculo de una sociedad absurda en sus comportamientos, feliz de su estulticia, en la que el personaje se percibe como disidente, como no queriendo ser confundido con todo esa manada, jauría o rebaño al que no quiere pertenecer y del cual tampoco puede escaparse.
Sin embargo, y es confesión suya, a muchos de sus poemas les falta una revisión, sobre todo, a mi juicio, una relectura por su parte, sin la carga emotiva, tal vez, que le llevó a escribirlos, y que le permita eliminar elementos que, sin traicionar del todo el propósito inicial, le den una forma más cerrada estéticamente.
Como resumen podría decir que la aparente amalgama o revoltijo (todo por no poner miscelánea) de textos que aquí aparecen, sin embargo tiene un elemento común una especie de alineamiento que les presta una cierta unidad de movimiento como esas bandadas de estorninos que, con ser cientos o miles, cada uno volando por su cuenta, parecieran todos sincronizados, y, vistos desde abajo, forman con su vuelo esas figuras colosales, esas especies de volúmenes que dan la impresión de una entidad única, viva y caprichosa en sus movimientos.