viernes, 22 de noviembre de 2019

Sobre Obra Menor de Juan José Rodríguez Barrera



Ayer tuve la fortuna de presentar el libro de mi amigo Juan José Rodríguez Barrera, Obra Menor. Previamente, y para tener algo de lo que hablar en la mesa, me hice una pequeña revisión del libro, que viene a continuación a manera de reseña. Siempre, es inevitable, desde el punto de vista amable de un amigo, pero también de un lector que trata de ser lo más honesto posible (él y yo sabemos que no nos callamos lo que haya que decir). No obstante, después de tantos años, será por hábito, todo lo que escribe (y todo es una palabra muy grande que el jodío no termina de arrancar y ponerse en serio) me parece tocado por una mano, si no maestra, con duende, como dicen los gitanos.
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Como muy bien dice en la introducción, el libro es una miscelánea de muy variado pelaje. Poemas, relatos y otras cosas que uno no sabe muy bien cómo catalogarlos: unos son reflexiones, sobre literatura, sobre el cotidiano existir; otros son falso extractos de obras inexistentes; otros son relatos en toda regla; y aún otros, ni se sabe qué. No se puede decir que haya un hilo conductor y sin embargo hay una familiaridad de relato a relato que es más un aire, una atmósfera, a la cual solo puede llamársela Juanjoseana que te presta la sensación de que todo el tiempo estás en el mismo entorno, en la misma casa.
Con un afán catalogador he querido agrupar, sin ser exhaustivo, algunos textos –incapaz me siento de hacerlo con todos– con el fin dar una apariencia de orden a este pequeño caos.
Hay una serie que considero los más aproximados a la «condición» de relatos. El primero y más querido por mí es Cuernos, con esas tres preguntas geniales con que termina, que siempre me sacan una lagrimita de emoción; después, y en orden de preferencias está El Jardín de mirtos, cuyo personaje, Moriarty, me fascina. Por otro lado hay tres que tienen una factura muy próxima, una cierta seriedad algo ajena al estilo personal de Juanjo, por decirlo de alguna manera: La guitarra de papá, Conservas Ojeda y El cuervo; yo quiero creer que estos fueron escritos en una época en que asistíamos a un curso de escritura impartido por Alexis Ravelo. Juanjo siempre dice que a él se le daría bien hacer de negro, porque basta que le den cuatro pautas sobre lo que escribir para se le desate la imaginación.
Por último señalo El encargo pero porque este me parece que da pie a otra vertiente de relatos que son los de los personajes «disidentes», es decir, personajes que cambian de vida; a menudo, que pasan de llevar una vida anodina, vulgar, indistinguible de cualquier otro ser humano, a una vida de disidencia social, no rebelión, porque la rebelión que ellos practican es toda interior, es un cambio experimentado en ellos, que de pronto despiertan a una conciencia del absurdo de su propia existencia hasta ese momento, sin querer hacerla extensible a los demás. ( El encargo, precisamente es lo contrario, un personaje que es un asesino profesional que decide abandonar el negocio). Esto son (de nuevo por orden de preferencias): Vagabundeces, donde un personaje próspero, bien instalado en la sociedad,bien relacionado, decide darse de baja de todo eso; y luego El abrigo, Hombre con gafas, El sombrero, en los que el uso de esa pieza de vestimenta implica un cambio de actitud vital del personaje. Bar de barrio, vuelve un poco ser un personaje que siente atracción por el lado lumpen, como se decía antes.
Una pica en Flandes, es otro relato muy con intenciones narrativas serias en el que recrea falsamente un pasaje de la historia de la pintura flamenca, y es el primer ejemplo de un tema que también gusta a Juanjo, algo así como la docuficción, o la historia ficción; siguiendo esta estela estarían Tres cosas de pueblo y Recorramos la iglesia, unos falsos paseos turísticos . También podríamos catalogar de ficción científica a Apuntes sobre la Hipocondría Proyectiva Diferencial (HPD).
El avance imparable del tiempo, aunque lo parezca es más documental que ficción. O al menos yo creo acordarme de casi todo lo que se cuenta allí. También puedo dar testimonio de otros sucesos fielmente documentados como La poética del ajedrez.
También abundan los relatos que, como dice en la introducción, homenajean a la literatura. Y muchas veces es un homenaje burletero como Fragmento de entrevista a Mario Alba y Una forma de respeto, en los que cordialmente mata a su editor; Náuseas, es otro relato donde lo literario y lo documental se mezclan, el personaje escribe una falsa biografía; El tercer ojo, Página cincuenta y dos, Nuestro sino, Escribir. Escribiendo. Escrito, podrían ser tomados por reflexiones sobre el hecho literario.
Podríamos decir que la poesía no es el dominio de Juanjo. Sin embargo muchos poemas han caído de su pluma y muchos caerán. Para mi gusto esta es la manera correcta de escribir un poema, cuando sale casi por necesidad. Yo diría que el tono poético de Juanjo en este libro es claramente un tono de necesidad expresiva que no podía tomar otra forma. En ellos hay una concisión, una precisión en una idea que a menudo tiene que ver con el cansancio de asistir sin posibilidad de escabullirse al triste espectáculo de una sociedad absurda en sus comportamientos, feliz de su estulticia, en la que el personaje se percibe como disidente, como no queriendo ser confundido con todo esa manada, jauría o rebaño al que no quiere pertenecer y del cual tampoco puede escaparse.
Sin embargo, y es confesión suya, a muchos de sus poemas les falta una revisión, sobre todo, a mi juicio, una relectura por su parte, sin la carga emotiva, tal vez, que le llevó a escribirlos, y que le permita eliminar elementos que, sin traicionar del todo el propósito inicial, le den una forma más cerrada estéticamente.
Como resumen podría decir que la aparente amalgama o revoltijo (todo por no poner miscelánea) de textos que aquí aparecen, sin embargo tiene un elemento común una especie de alineamiento que les presta una cierta unidad de movimiento como esas bandadas de estorninos que, con ser cientos o miles, cada uno volando por su cuenta, parecieran todos sincronizados, y, vistos desde abajo, forman con su vuelo esas figuras colosales, esas especies de volúmenes que dan la impresión de una entidad única, viva y caprichosa en sus movimientos.

martes, 3 de septiembre de 2019

Victor Alamo de la Rosa. Seis magníficas novelas y una pifia

Incapaz de escribir algo serio, cosa así como una reseña, reproduzco las notas que voy tomando y las conclusiones que saco después de haber leído la novela. Lo hago porque me parece que debo contribuir a la difusión de este autor que me ha parecido magnífico y cuya lectura he demorado tanto tiempo (es que es más joven que yo y desconfío de los jóvenes). Razón por la cual, para hacerme perdonar, he leído todos estos de un tirón.

El  Humilladero. 1994

La primera impresión es que el tío escribe muy bien. Eso es porque tiene un estilo muy poético, con  clara influencia del realismo mágico sudamericano, con inusuales verbos y adjetivos, con imágenes igualmente poco usuales. Se nota una escritura muy cuidada y una construcción de la historia también muy meticulosa. Así como una muy pensada estructura de los capítulos.
Cuidado, estilo muy poético pero eminentemente narrativo. No se pierde por las ramas líricas describiendo o narrando. Es bastante preciso en la exposición. Tal vez haya párrafos en los que vuela un poco en alas de la palabra, pero sin perder contacto con lo que está contando.

Se supone que estamos bajo un estado autoritario donde los militares imponen su ley, aunque los que residen habitualmente en la isla se han relajado bastante. Viene un elemento de fuera que violenta la situación de una manera gratuita y completamente injusta. Antes de esa irrupción parece un ambiente pobre, pero bastante ordenado y más o menos cubiertas la necesidades.

El paisaje importa y también la fauna. En concreto el paisaje es el mar y los campos de lava y la fauna, eminentemente los lagartos y también las aves marinas. Cuando digo que importa es que, para decirlo de una manera que me parece pedante, son un personaje más que influye en el comportamiento de los personajes.

Los capítulos tienen un poco trastocada la cronología. Yo creo percibir que hay como capítulos hito o mejor, columnas,  y entre ellos se desarrollan los capítulos de construcción o paredes.  (me hace falta terminología arquitectónica). En los capítulos hito ocurre un hecho trascendental  para la historia y luego los otros dan un paso atrás y nos llevan hacia allí de forma más morosa. (No se ajusta exactamente, pero puede valer como primera impresión)

Me llama la atención una violación bastante violenta que es un centro energético, por así decirlo, de la trama, algo que la hace moverse (uno espera como mínimo una gran venganza después de tal gran ofensa)

Unas descripciones de los actos violentos, por cierto, muy impactantes. Suavizados con ciertos elementos estilísticos, pero aún así que deja un amargo regusto. (y una sed de venganza)

A partir del acto violento, ya no ocurre nada más. Empiezan a desfilar capítulos donde los personajes van muriendo. Hasta el final. No sé, te deja insatisfecho, esperando más. Los personajes mueren, casi todos (todos hasta donde recuerdo) de viejos, así que ha transcurrido una vida desde aquel clímax hasta la muerte. Pero no es relatado ese tiempo.



El año de la seca, 1997

Pues el aspecto es el mismo que la anterior. No hay una narración exactamente sino una serie de estampas de los diversos personajes. También esa forma triangular, presentación, climax y muerte, sin un nudo que desarrolle esas historias.
Esta vez, el elemento más truculento de la historia es presentado en el primer capítulo, el nacimiento del hijo de Efigenia y su muerte a manos del Cándido, padre de esta. Después nos enteramos de la existencia de Aquilino. Por otro lado está como personaje central Isidel, un pescador que toma la imprevista decisión de embarcarse a América en uno de esos barcos ilegales.
No obstante, buena prosa, aunque salpicada de algunas horribles construcciones verbales o adverbiales. (¡Por dios!, ¿zambombando la cuca?, ¡joder!, ¿grismente vidriosos?) En general da buen regusto haberla terminado. Tiene mucho de poética su prosa, lo que hace que no sea tan grave el hecho de que falte novela.
Para mi gusto los personajes están claros, pero no exactamente desarrollados.  Están muy en su pequeño entorno. Aquí hay tres novedades, Isidel, Aquilino, y Eleuteria, son llevados más allá del ambiente de la isla y experimentan una transformación, esto está bien.
Hay frases que me gustan, que me parecen muy acertadas “era aún insensible al camino de lo irremediable" dice del hijo de Isidel hablando de su insensibilidad a la presunta muerte de su padre.
La intensidad de las instrascendencias cotidianas, eso es lo que es capaz de hacer ver la literatura.


Campiro que del año 2001, 

Campiro. Las hermanas Claudina y Celedonia. El alemán Hans. Luego hay personajes secundarios. Campiro se enamora de Celedonia. Pero Celedonia es un poco pizpireta, y muy libre así que le exige que mantengan su relación en secreto. Cuando llega Hans, Celedonia queda deslumbrada por la novedad. Campiro por darle celos corteja a Claudina y termina casándose con ella. Es entonces cuando Celedonia empieza a interesarse de verdad por Campiro y Campiro acaba derrumbándose.
Por otra parte los alemanes tienen el propósito de establecer una base de misiles en la isla. Por eso está Hans por aquí. Dos submarinos de guerra llegan y atracan en la isla, medio a escondidas. Campiro y dos amigos que están huidos  traman un ataque contra los submarinos con la colaboración discreta pero decidida del presidente del cabildo Teófilo Padrón.

Esta fue la primera novela que leí de VAR. Me gustó porque plantea un enigma desde el principio (un poco incómodo) y uno se mantiene en la duda hasta el final porque, tal vez, no admite reconocer que la respuesta sea tan evidente y además porque la respuesta no gusta. El desarrollo de la trama es expuesto desordenadamente en el tiempo, sabemos desde el principio el desenlace, al menos de una de las tramas, así que el resto de capítulos es la explicación a cómo hemos llegado a esa situación. Me gusta como está realizado porque, como digo, no quería admitir la verdad que se va evidenciando capítulo tras capítulo, y hasta el último momento uno rechaza la verdad que ya conoce desde muy atrás. Desde un punto de vista feminista, es intolerable la justificación que se le da al acto cometido, casi de inevitabilidad, y la solidaridad masculina que protege al agresor. Apunta a varias curiosidades que uno desea satisfacer como si de verdad el Hierro estuvo en algún plan del despliegue militar nazi o si hubieron campos de exterminio en África.
Hans investigaba sobre la posiblidad de crear una raza pura en laboratorio, y hace experimentos con cabras, de hecho clona una cabra. A mí este asunto me recuerda a las investigaciones con primates en Tenerife que contaba Luis Junco en Entrelazamientos.

Terramores, 2008

Los capítulos, porque son capítulos, no están numerados, como sí  en las anteriores. Sin embargo yo diría que las historias están más hechas, la novela se va adensando. Se puede hablar de dos historias, la de Rosa y Manuel el huido, (hace poco pusieron un documental sobre la historia del el auténico Manuel El Huído) y la de Inocencia y sus hijos Policarpo y Cesarín y Baldomera. Una acaba buenamente, con ellos huidos a América, otra acaba malamente con todos muertos.
Sigue siendo el ambiente de posguerra, cerrado, del régimen. Aunque intemporal porque algunas veces parece que estamos en plena posguerra y otras veces parece que estamos en los sesenta.
El título del libro hace referencia a la situación infraterrena de los amores que ocurren. Manuel el huido huye de la justicia que lo considera un terrorista y lo quiere fusilar, vive en cuevas y tumbas y solo sale de noche para mirar desde lejos o estar con su amada Rosa. Por el otro lado Ignacio ha tallado en la roca, aprovechando los mismos tubos volcánicos que Manuel usa para refugiarse, pero otro, uno que encuentra justamente en un pozo que se ha secado, un rinconcito donde verse con su Baldomera, que luego también frecuentarán sus hijos.
Aunque sigue llamando a los lugares Masilva y Rijalbo, alterna estos nombres con los auténticos de El Pinar y La Restinga, aunque me parece que es absolutamente innecesario. No sé por qué lo hace.
También se personajea a sí mismo como Victoriano Alameda del Rosario, un chiquillo junto a los otros, aunque este ha sido blanco de habladurías porque ha dejado el atlético Pinar donde era un portero mediocre y se ha ido a estudiar a la Laguna. También porque escribe poesías.
Las historias son básicamente esas dos mencionadas pero su estilo es el ir revelándolas por medio de múltiples sucesos que van completando la visión de la existencia del lugar. Hay referencias, por supuesto, a las novelas anteriores, al menos los nombres aparecen, Campiro, que es hijo de Isidel, el que se fue para Venezuela de sopetón en el año de la seca es el encargado de trasladar a Manuel y Rosa al Nuevo Adán que, en aquel libro naufragaba. (No era el mismo barco, aquel era un pesquero, y este era uno de mayor calado que venía de La Isla Mayor)
Aquí el cura se llama Nicasio y es un bastante cabrón gordo al cual se regodea en hacerle alguna mataperrería, pero que después se las cobra con saña hipócrita. Aquí sí se echa de menos que lo parta un rayo.
También deja un mal regusto con la huida de Eliana y su noticia final que acaba rematando a Inocencio. (No me había dado cuenta del nombre Inocencio, inocente)


La cueva de los leprosos, 2010

Quinto libro de la saga de Masilva y Rijalbo.
Cuenta la historia de un portugués que llega de rebote a la isla y es encargado de llevar alimento a una colonia de leprosos que también naufragaron en la isla y que mantienen apartados. El portugués se enamora de una de las enfermas con el consecuente final de que él se contagia y de que ambos mueren víctimas de la enfermedad.
Creo recordar que hay una historia con un barco inglés naufragado en el Hierro al que le pasó poco más o menos lo que se cuenta aquí.
1.Narrador. El barco naufragado. Curiosa introducción. Punto de vista aéreo y luego dentro del barco y luego se eleva de nuevo
2.Anselmo. Presentación de Rijalbo.
3.Narrador. El naufragio. Cómo llevaron a los leprosos, engañados, a la cueva y cómo luego mataron al capitán, Abel Caballeros.
4.Anselmo. Escribe el relato de lo sucedido. Cuenta cómo acabó en la cárcel.
5.Narrador. Cómo llegó Anselmo a la isla. Expulsado desde un barco en el que se había metido de polizón.
6.Narrador. Los padres de Anselmo se llaman Isaura y Petronio. Se conocieron en Río de Janeiro. Pero acabaron en Tinduf. Anselmo de adolescente conoce a una tal Giselle, en la que sabemos, él no lo supo nunca, que engendró dos hijas.
7.Narrador. Cuando llega a la isla el primero que lo recibe es Cándido (padre de Efigenia, una de las personajes de El año de la seca. También pasa Jerónima, que tiene fama de bruja y que siempre lleva un saco al hombro donde las madres dicen que transporta a los niños para llevárselos al infierno.
8.Narrado. Dónde está la punta de las Brujas. (pero no lo descubrí en el mapa)
9.Anselmo. Habla de su oficio, llevar comida a los leprosos.
10.Narrador. Continúa contando su actividad de llevar comida a los leprosos. Menciona a algunos como Admid Fadul, Amaro, Genaro, Otilio, Marina.
11. Anselmo. Descripción de Marina y su deseo por ella.
12. Narrador. Medita Anselmo sobre su condición de enamorado camino de Puerto Naos. ¿Pasa un cometa?
13.Narrado. Se expone la sufriente condición de Marina en la cueva.
14.Narrador. Donde se expone que Marina y Anselmo por fin se tocan.
15.Anselmo. Celebración de una boda. en sus ojos titilaba el fondo de todas las cosas
16.Narrador. Anselmo visita a los padres de Marina, Isolina e Hilario, y les dice, mintiendo, que ella murió.
17.Narrado. Anselmo le cambió el nombre al Mareas Brujas, el barco en que transporta la comida y el agua a los leprosos, y le pone Marina.
18.Narrado. Capítulo de ñoñeces románticas.
19.Narrador. Los cachalotes varados en la costa impiden a Anselmo acercarse a la cueva.
20.Narrado. Ya se adivinan las manchas en el cuerpo de Anselmo.
21.Narrador. Amid Fadul prefiere lanzarse al mar antes de esperar la degradación.
22.Anselmo. Anselmo soporta la bronca de Victoriano Alameda del Rosario por haberle cambiado el nombre al barco.
23.Narrado. Cándido relata a Anselmo el significado de los petroglifos.
24.Narrador. Los padres de Marina se llamaban Juan y Ana. Solo que Marina era hija de Teófilo. Por esa razón Juan Mató a Ana y luego se suicidó.
25.Anselmo. Sueña con raíces que arden.
26.Narrador. Hilario e Isolina se ocuparon de Marina. Cosas se cuentan de Hilario disimuladamente.
27.Narrador.Anselmo practica un rito mágico con Marina que ya empieza a notar los estragos más serios de la enfermedad.
28.Narrador. Marina duerme y despierta y tal vez Amid, pero no, no puede ser.
29.Narrador. Marina se lanza al mar. Anselmo casi llega a tiempo de rescatarla.
30.Narrador. Anselmo regresa delirando a casa.
31.Anselmo. Ausente, relata su estado de ausencia, de no estar donde está.
32.Narrador. Anselmo se preguntó de qué lado estaría Dios. Nos habla de Campiro y lo que le va a pasar (que ya le pasó). Anselmo envenena y tira al mar los cuerpos de los leprosos.
33.Anselmo. Capítulo que no cuenta nada.
34.Narrador. Retroceso en el tiempo. Gelasio, instructor de Marina. La Jerónima, medio bruja que llevaba sal, no niños, en los sacos que cargaba a la espalda, vaticina que Marina se casará con el que navega entre la vida y la muerte.
35.Narrador. Le hubiera gustado saber cómo hace un hombre para elegir su destino. Esto se dice Serafín que envida a Anselmo. Anselmo se entrega a Serafín y le confiesa lo que ha hecho. Se niega a declarar. Solo admite que se ha vuelto loco. Desea escribir su historia.
36.Anselmo. Escribiendo majaderías.
37.Narrador. Un capítulo de nada donde los muertos recuerdan, esperan, sonríen. Las cosas crecen, menguan, se deshacen, las personas continúan o mueren.
38.Anselmo. Un capítulo de delirios amorosos que he leído a saltos.
39.Narrador. Anselmo muere escribiendo. Por no tocarle queman su cuerpo dentro de la propia celda. Serafín salva el cuaderno.
40.Narrador. El reino de la muerte está bajo el mar. Allí va Anselmo a encontrar a Marina.

Isla Nada, 2013

El final de la travesía por las novelas de VAR. En esta se nos va por esos mares de dios a recorrer el mundo. Está planteada como unas vidas paralelas, es decir, como dos historias que transcurren en paralelo (sin afinar en eso del paralelismo, solo utilizando algunas escenas de contacto entre ambos personajes para mantener atada la novela que al final se unen). Una la de Philip Verneg, un aviador alemán que después de la guerra se embarca y acaba en Canadá, donde conoce a un tal Santiago, que capitanea un barco y con el cual pone en marcha un ambicioso plan: montar un zoo humano. Para ello recorre las cuatro esquinas del mundo recogiendo gente que exhibir en su museo, que al final estará compuesto por esquimales o inuits del mismo Canada, chinos, indios yanomamis, africanos y bereberes de las costas saharianas. La historia es planteada de forma muy amable, Philip es un buen hombre y cuida de las gentes a su cargo, de hecho, cada uno de ellos tiene una historia de desgracias que resultan solventadas cuando se unen a la expedición de Philip. Por el otro lado está la de Luisón Montoto, un tenor eminente, aunque un poco pacato (de hecho Philip también lo es en algunos aspectos) que sufre una terrible disgusto con su mujer lo que le acabará obligando a retirarse de la vida pública. Philip profesa una admiración ferviente por Luisón  y al final se juntarán estos dos en la isla de referencia de toda la historia que es el Hierro, donde acabarán sus días, más o menos, plácidamente.
He creído ver, sobre todo en la historia de Philip y por algunos nombres que emplea, que ahora no me siento capaz de alumbrar, algunas referencias a las novelas de Maqroll (ahora recuerdo que propiamente menciona al mismísimo gaviero que orienta a Philip en alguna cuestión)

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Todas las personas que mueren de amor (2017)

No es el que sigue a continuación, sino el que pude sacar junto con Terramores porque los otros dos tengo que ir a buscarlos a Humanidades. Pero ha sido un error porque este libro deja estupefacto. Está escrito en primera persona y con una bobería que espanta, que asombra teniendo en cuenta los libros anteriores (este vendría a ser el penúltimo de su obra narrativa)
Está escrito en primera persona y toda esa bobería que digo podría serle achacada al personaje, pero aún así es un personaje repelente, al menos a mí me repele, y los que le rodean, que también hablan en primera persona, además iniciando el monólogo con un “Soy Jaime, jefe de neurocirugía”, y cosas por el estilo son de un infantilismo indistinguible del del personaje principal. La impresión que me da el libro es de ser un libro de adolescente. Todo apunta a ello, una temática de amor traicionado, destallismos que inflan el texto como una sopladera, solo de aire, no de significado para el transcurso de la trama. Muletillas “Mira que la quería” que pretenden introducir un efecto estilístico y lo único que consiguen es incordiarme.
Por otro lado, donde está la música, la invención de adverbios que tanto me llamaba la atención y que al final me pareció que formaba parte de su ser. Aquí el estilo es torpe, naif, solo falta, y no sorprendería, encontrar un ja ja ja o un ¡uuaauu! al estilo de las cincuenta sombras.
Es increíble que precisamente haya sido este el libro por el que le dieran un premio en Tenerife (el Benito Pérez Armas, 2014) después de haber escrito Terramores y Campiro que.
Conclusión, dejé de leerlo después de comprobar que por la zona del final continuaba con el mismo talante.

jueves, 27 de junio de 2019

Una conferencia en la Regenta de Jorge Lozano

Hola, chiquillos. Ayer fui a La Regenta a escuchar una conferencia de Jorge Lozano, semiólogo de reconocido prestigio internacional, lo que se notó por la afluencia de personal que acudió a llenar el local, tal vez un poco escurrido para personajes de tal magnitud.
El título de la conferencia fue, El lector, el observador, el espectador en la obra de arte, y no me pareció muy elaborada, o tal vez era tan elaborada que no supe apreciar todos los matices. No es que fuera que el tono del conferenciante era muy distendido, muy ameno, muchos chascarrillos y anécdotas, y que se dirigiera a menudo a conocidos en la sala, que le quita solemnidad a una conferencia y me parece bien, aunque me pareció notar un bastante de lucimiento, de dejarse admirar, pero no, sino que la conferencia me pareció como poco estructurada, poco precisa en la exposición y no estoy seguro que muy clara en los objetivos. Yo saqué, naturalmente, mis propias conclusiones a partir de lo que se dijo, pero no estoy nada seguro de que esto que viene a continuación fuera lo que se quería decir.
A partir del título podemos deducir que se trata de resaltar la importancia del espectador. La idea que se maneja, creo, es la de que no hay obra sin espectador. A mí esto me parece obvio, es –digo yo– como decir: no hay color sin ojos, ¡pos vale! , pero si una personalidad de este talante se ocupa del asunto es que no debe serlo tanto. Pero es más que eso, la idea que quise comprender es que el espectador, al observar (leer, escuchar, …) la obra la reconstruye, o la completa, y por eso la obra no existe sin espectador o por lo menos está a medio hacer. Porque mencionó a Sherlock Holmes y otros, quise entender que habló de la contemplación (lectura, audición, ...) de una obra como la resolución de un caso en el que el autor ha ido dejando pistas para que el espectador vaya descubriéndolas y enlazándolas hasta dar con la solución del enigma, que sería, tal vez, la «comprensión» de la obra. Esta sería la segunda idea: una obra es la secuencia de pistas (...digo secuencia, plano, cubo…) que el autor sitúa estratégicamente para que el espectador juegue a descubrir al asesino. De ahí su insistencia, y esta sería la primera idea, en que el espectador es un elemento activo, no un mero contemplador, sino que debe hacerse preguntas y buscar las respuestas en la obra, o, como escuché decir el otro día en otro contexto, el cometido del espectador en la contemplación de una obra es descubrir cuales son las preguntas que está respondiendo el autor con aquella obra.
Y estas son las dos ideas a que me refería que pude sacar de aquella conferencia. Luego habló marginalmente de camuflaje. Como resumen, sucintamente vino a decir que el camuflaje era también una forma de plantear un enigma, puesto que se trata de mimetizarse con el entorno no formando parte de él, y el enemigo es retado a descubrir al infiltrado si quiere protegerse de su ataque. Al parecer, cuando se habla de camuflaje en arte podríamos estar refiriéndonos a lo que llamamos trampantojos, es decir, que tratan de engañar al ojo y retan al espectador a descubrir dónde está la trampa. Y, por otro lado, como anécdota, habló de cómo, a veces, el camuflaje es una forma de visibilizarse, como ocurre con los uniformes militares –los llamados «de faena»– que, cuando los vemos por la calle (fuera de su hábitat natural, que sería la selva o el desierto, allá para donde estarían diseñados a servir de camuflaje) nos están señalando o resaltando una situación con matices, cuando menos inquietantes, la presencia militar.
Esto es todo lo que pude sacar de la conferencia. Al final alguien planteó algunas cuestiones que no pude entender porque, para mí, eran un revoltillo en el que se incluía a Hannah Arendt y su frase pegote que, a fuerza de ser repetida siempre que se la menciona, uno duda de que siga manteniendo el mismo significado que ella le dio en su obra original, a lo que siguió una respuesta igual de confusa para mí pero donde el conferenciante confirmó mis inquietudes manifestando su duda acerca de que lo que quisiera expresar doña Hannah con aquello de la banalidad fuera exculpar de algún modo a los perpetradores de aquella masacre industrial.
Y bueno, con la misma brusquedad con que don Jorge dio por terminada la conferencia me levanté yo y me escabullí escaleras abajo atravesando las salas de exposición donde, por cierto, habían colgadas en las paredes una serie de cosas de esas que obligarían a un espectador (yo no lo fui por mucho rato, que llegué casi con el tiempo justo y me fui casi escopeteado) a estrujarse la esponja tratando de desentrañar cuál era la pregunta a la que estaba respondiendo aquel revoltijo.
Esta fue la primera de una serie de conferencias que van a tener lugar en la Regenta. Aquí pongo la referencia por si quieren (sinceramente, este uso de la tercera persona del plural me parece pretencioso, dudo que esto tenga un plural de lectores, sería más propio poner quieres y pensar que me estoy refiriendo a un yo del futuro) leer más información sobre el asunto.

miércoles, 5 de junio de 2019

Dime quién fui de Elisa Rodríguez Court


Una mujer asiste a los últimos días de su padre, el cual está aquejado de alzhéimer o demencia senil. La particularidad es que el padre se fue de casa cuando era ella niña y no lo había vuelto a ver hasta que reaparece ya con síntomas de su decadencia. En el proceso de acompañarlo en su declive ella va recuperando, al menos en su propio ánimo, al padre.
Yo creo que con esto se resume completamente la novela. Sin embargo, como toda buena novela es bastante más que esto. Es por ejemplo una técnica que yo no había visto, aunque, me da la impresión de que como todo lector, sí que había pensado también en ello, que consiste en salpicar todo el relato de abundantes citas que condensan el momento o lo reinterpretan o incluso dirigen la trama en determinada dirección. La personaje se declara lectora contumaz e incluso coleccionadora de citas lo que integra pertinentemente la introducción de esa multitud de referencias en la trama. Uno imagina que es la propia personaje la que recuerda, en esos instantes, la frase pertinente.
El otro aspecto que me parece interesante es el de la relación con el acompañamiento a los enfermos. Todos los que hemos, de un modo u otro, asistido a la decadencia y muerte de un familiar, del padre en concreto (hay muchos libros que tratan sobre eso, sobre la asistencia a la decadencia y muerte del padre, no tanto de la madre, ¿por qué será? ¿Se morirán todas las madres de sopetón, en silencio, sin ruido, mientras que los padres se mueren siempre haciendo alharacas padeciendo y haciendo padecer mucho?) nos vamos a sentir en cierto modo identificados.
Y por otra parte, el reflejo de lo que son las vivencias de la personaje en sus lecturas aporta una reflexión acerca de la literatura como acompañamiento y puntualizacion de la vida, enriqueciéndola, dándole una cierta grandeza que la propia vida en su pasar indiferente, no tiene.
El estilo de la autora es muy limpio, nada afectado. Simple y directo. Percibo un tono de gran escritor, no sé como decirlo, sentencioso, falto de humor, seguro, confiado, sin el impulso de inflarlo para darle empaque de literatura, confiando en la propia expresión. En parte ese tono señorial se lo dan también la abundancia de referencias, naturalmente escogidas de autores de reconocido prestigio. Y resulta elegante sin poder decir que sea lucido. O tal vez sí lo es, lo que no es es ostentoso. He creído detectar una cierta tendencia a escribir en forma de citas a su vez, es decir, frases con una cierta compacidad aislable del contexto en el que están insertas, o tal vez es la tendencia que adquiere uno al leer tantas citas de, a su vez, buscar trozos destacables en el propio texto.
A continuación siguen una serie de extractos de la propia autora, que de algún modo determinan mi propia lectura del texto.

“las citas adquieren un montón de significados según el contexto”, p35
“vengarme de las falsas certezas”, p36
“parecía insólito que redujera el amor a un sentimiento fraterno”,p38
“los escritores que, reconociendo la esencia bárbara, sin sentido y muda de la realidad, intentan darle voz”, p43
“la impaciencia del corazón, deseoso de liberarse cuanto antes de sentimientos penosos”, p43
“cuando no se puede rectificar un pasado, todo posible perdón llega tarde”, p45
“parece que necesitara sentirme irreemplazable”, p47
“ese instante va a sobrevivirle cuando muera”, p67
“a quien iba a preocuparle un hombre que desapareció joven y regresó viejo”, p76
“le muestro a la gente mi mejor lado cuando me colmo de literatura”, p83
“como alguien a quien se entrega un espejo y se niega a mirarse en él”, p110
“parecía referirse a las cosas y al cuerpo como un préstamo de la muerte”, p130
“todo parece gratuito, bañado en las aguas de la provisionalidad”, p134
“me donó las ruinas de su memoria”, p138
“por qué esa necesidad de apresurarnos en una huida constante”, p141
“mientras tanto la vida se sigue sucediendo, indiferente a los planes de la gente”, p141
“en las orillas de la muerte… todo afán pierde sentido. Nada importa”, p142
“¡pero si nos morimos en cualquier santiamén, sin más!”, p145
“lo fui recuperando mientras lo perdía”, p150
“¿cómo engancharse a la literatura cuando no se siente la punzada de la vida?”, p152
“no soy capaz de escribir la buena literatura que leo”,p161

Por mi experiencia puedo decir que, refiriéndome a esta última, no tiene razón.

viernes, 25 de enero de 2019

La Machanguita, de Víctor Ramírez

La Machanguita es el apelativo con que todos llaman a una mendiga, Magnolia Abrantes, muy conocida en el barrio. Conocida de habitual, pero ignorada en cuanto a los detalles de su vida. El personaje narrador, un expolicía alcohólico, se encarga, en la novela, de revelarnos unos cuantos detalles que solo unos pocos conocen ya: que poco se sabe de su padre, que vivió de niña con su madre y un tío pederasta. Que el tío se beneficiaba a la madre con o sin su consentimiento también se sabía, y que cuando la madre le resultó de poco gusto saltó a la niña apenas tuvo la edad. Dije pederasta porque tenía otros intereses, por culpa de los cuales pasó un tiempo en un lazareto tristemente famoso localizado en Fuerteventura.

La niña quedó preñada probablemente del tío, y a falta de otro sustento empezó a mendigar disfrazándose de anciana. Crió el niño con gusto de buena madre, pero una mala vacuna se lo llevó a la tumba de manera sospechosamente fulminante, lo que provocó que la muchacha se trastornara hasta tener que ingresarla en un sanatorio. Al salir retomó su vida de mendiga, más discreta, si cabe, que antes.

Nuestro narrador, el expolicía, la conoció cuando un amigo le hizo la propuesta de que lo sustituyera en  cierto reservado empleo. Cada martes a la hora de la siesta debía acudir a la cueva donde vivía la machanguita y satisfacerla sexualmente. El temor se convirtió en entusiamo cuando descubrió que debajo de aquellos trapos se ocultaba un cuerpo fresco, no ya de niña pero juvenil, cuidado, armonioso, tal vez algo escurrido y muy limpio.

La muchacha se había aficionado a tales prácticas durante su estancia en el sanatorio, donde le había servido de maestro iniciador en la artes sexuales –y no solo a ella, se supo después, cuando se destapó el escándalo–  un enfermero, que en su defensa aseguró que nunca hubo obligación, siempre seducción y siempre quedaron tan satisfechas que eran ellas las que insistían.

Las prácticas secretas de la machanguita continuaron después que nuestro expolicía le cedió su puesto a otro muchacho de confianza – buscado explícitamente a petición de ella – , y finalizaron, probablemente, ya él ingresado en el cuerpo de policía, tras un incidente en que su invitado del momento exigió más dinero y al no recibirlo intentó pegarle fuego a la cueva con ella dentro.

Aunque la historia parece ser contada de viva voz por el policía a un pariente suyo con fama de escritor, sabemos, por el propio texto, que se trata de una transcripción de unas grabaciones y que podrían estar adornadas para mejorar su expresión. Forma parte de la trama el hecho de que el expolicía ha contactado con el escritor para que recoja toda esta confesión con el propósito de hacérsela llegar a su hijo Gorgonio, con el cual tiene una relación conflictiva.

La voz del propio escritor surge generalmente al final de cada capítulo donde a menudo da cuenta de sus charlas, sobre temas literario y sobre el modo de proceder con las trancripción, con el mismísimo Víctor Ramírez, autor de esta novela. Es interesante pensar en los diferentes niveles que tiene la narración. La Machanguita está en el centro, el siguiente nivel es el del expolicía que narra su historia y que tiene una trama propia en torno a su familia, el escritor ocupa el siguiente nivel, transcribiendo la historia pero también hablándonos un poco de sí mismo y refiriendo sus charlas con don Victor, y, encima de todo, don Victor que da vida al escritor al que, incluso, lo hace hablar consigo mismo dentro de la obra.

La expresión del expolicía es muy curiosa, y podría pasar por torpemente rebuscada. Se caracteriza por alternar indistintamente en una misma frase entre el tú y el usted y prescindir con mucha frecuencia de artículos, lo que deviene en unas frases gramaticalmente incómodas, puede que muchas veces incorrectas. Intenta, creo, con esto, reflejar un habla popular, que a mí me parece poco realista, por más que me acuerde de aquel viejito que solía utilizar frecuentemente el “hablando vurgarmente” cuando se le escapaba algún término que a él le parecía malsonante mencionarlo ante unos distinguidos caballeros de ciudad como éramos mi padre y yo. Yo creo que de todas maneras cumple su función de aparentar un habla más o menos particular y popular al mantenerse coherente a lo largo de todo el texto.

La historia de la mendiga se narra con constantes interrupciones presuntamente naturales al estar dos personas hablando en un bar ante unas copas: la necesidad de pedir otras, los personajes que pululan por los alrededores, además de las desviaciones del tema que realiza el expolicía. No obstante me parece a mí que  va desenvolviéndose con regularidad pasito a pasito sin hacerse esperar, sin tramos demasiado largos de nonadas. En ese sentido a mí me da una impresión de bien construida, de precisión, adornada con los arabescos de esas distracciones. Para las digresiones al margen de la historia principal se reserva el autor una sección al final de cada capítulo donde el escritor comenta aspectos de lo que está haciendo, la escucha y la transcripción del relato, con el propio autor de la novela. Se tratan ahí temas literarios y políticos en donde el autor, Víctor Ramírez, figura como una especie de mentor o maestro del presuntamente más joven escritor que transcribe la charla del expolicía.

Lo que le da, me parece a mí, dimensión a esta novela es esa manera de narrarla, en primera persona y en una especia de habla popular; la forma de ir desenvolviendo la historia a trancos bastante saltarines, temporal y espacialmente, que pueden terminar por confundir a un lector poco atento, pero que, sin embargo no pierde ningún hilo. La cantidad de personajes que se manejan, muchos de ellos tan interesantes como el central y que sin embargo son desarrollados en su justa medida para que no se coman a este. Y por último esos toques reflexivos en los que, entiendo yo, el autor introduce sus razones de forma explícita sin estorbar la narración de la historia.

A mí me parece que a don Víctor le sobra maestría técnica, aunque no estoy seguro de que cualquier lector sea capaz de apreciarlo de la misma manera, porque su estilo narrativo no es fácilmente encajable entre los estándares que se manejan habitualmente para catalogar un texto de «buena literatura». Su narrativa requiere atención porque está envuelta en una apariencia popular o casi populera como pensaría cualquier lector de alta e internacional literatura. No estoy seguro de que la obra, obras como esta, de Víctor Ramírez, fuera fácilmente traducible a otras lenguas y menos conservando su parte más esencial que es esa expresión tan particular suya. Aunque recuerdo haber leído Nos dejaron el muerto hace muchos años y recuerdo haberlo disfrutado, no había vuelto a leer a don Víctor; no es un autor cómodo precisamente por eso que trato de explicar, porque siendo buena literatura, se aleja de los conceptos más estandarizados de lo que al final consideramos como tal los que simplemente leemos por el gusto de leer. Y creo que es buena literatura porque creo apreciar una buena construcción, y creo apreciar un propósito de uso del lenguaje de una manera personal, y creo apreciar un intento de expresar unas ideas propias en su obra además de deleitarnos con una narración. Todo eso me parece que es lo que estimo yo en una obra literaria y esta lo tiene.