miércoles, 22 de febrero de 2017

Conferencia de Luis Junco en la Casa Museo Pérez Galdós

Después de asistir ayer a la conferencia de Luis Junco sobre el tema de fondo que animaba su libro Entrelazamientos, donde, por cierto, habló de todo el universo sin casi mencionar el contenido de su libro, uno tiene que preguntarse, ¿en verdad La Vida es un hecho relevante en el Universo, o más propiamente, ya que la conferencia iba de eso, en los múltiples universos?

 Creo que Santiago hizo alguna alusión a esto cuando afirmó que una ráfaga de ametralladora no era lo mismo que una sinfonía de Mozart, queriendo responder a mi pregunta afirmativamente. De hecho, una de las hipótesis acerca de los múltiples universos que mencionó Luis fue la de que habría un plan (nunca se mencionó a la divinidad) según el cual irían sucediéndose universos para ir refinando la inteligencia contenida en él. Y cuando se habla de inteligencia, creo que se refiere a eso que nosotros, los seres humanos, creemos poseer, al menos potencialmente (otro asunto abierto a discusión, ¿acaso toda esta complejidad universal, desde el hecho de que los electrones ocupen exactamente posiciones concretas con respecto al núcleo de un átomo hasta que los planetas ocupen posiciones concretas en su orbitar con respecto al sol, etc., no es inteligencia?).
Pero después de la enormísima magnitud que implica un simple Universo, y la multiplicación que de esa infinitud significa la posibilidad de múltiples universos, después de habernos clasificado dentro del conjunto de materia que compone el universo como menos del 0,03% -y eso hablando de los materiales que nos componen a todo lo que llamamos materia- después de haber mencionado la insalvable distancia, para nosotros como entes materiales, que nos separa de cualquier vecino a cuya puerta podamos tocar, ¿puede alguien creer que de verdad haya diferencia, a escala universal o multiversal, entre una ráfaga de ametralladora y una sinfonía de Mozart?. Yo no. Y sin embargo aquí estamos y algo habrá que hacer, más que mirar con la boca abierta al cielo y sentirnos empequeñecidos por esa grandiosidad.

Vista las dimensiones que manejamos, vista la incertidumbre que existe tanto entre los más pequeño (partículas que están pero que no están, que van pero están en todas partes al mismo tiempo) como entre los más grande (límites o dimensiones del universo, origen, extinción, posibilidad de múltiples universos) uno tiene que preguntarse si es relevante conocer todo esto, o es simplemente otra de las actividades que realizamos para rellenar el hueco vacío con el que hemos nacido, la inutilidad de vivir mientras esperamos a morirnos.

 Y para que sea relevante tiene que llevarnos a alguna parte, al menos movernos en alguna dirección, y no estoy seguro que esta acumulación de conocimientos y datos que llevan a más conocimientos, nos esté llevando a alguna parte. Quiero decir, y creo que algo de esta preocupación también anida en Luis, que mencionó en un par de ocasiones su preocupación recordando que al lado de todo esto, transitando paralelamente , hay gente, por millones, huyendo de guerras y muriendo de frío por el camino, gente padeciendo expulsiones de sus hogares o trabajando doce horas diarias por un salario que no les da para disponer de un lugar donde vivir, quiero decir y digo que seguimos empequeñeciéndonos mirándonos desde fuera, pero no buscando soluciones a nuestros verdadero problema, que es el cómo superarnos a nosotros mismos, como mínimo el darle un sentido a esta existencia que no sea poniendo a un señor en un lugar incognoscible que nos ordene matarnos los unos a los otros si no creemos en él.

 En fin, fue una conferencia sin duda fascinante, que lleva a pensar en nuestra situación, digo la Humanidad en el Universo. Y cuando uno lleva sus reflexiones hasta ese nivel siempre termina por tener una sensación de estar flotando en una nube de irrealidad, tal vez de mucha trascendencia, pero de muy poca referencia, referencias físicas, quiero decir, contantes y sonantes que nos señalen con alguna precisión: por aquí se va a Roma.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Exposiciones Juan Hidalgo, Pino Ojeda

Ayer fui a ver la exposición de Juan Hidalgo en el anexo de
Pino Ojeda por Juan Ismael (creo)
CAAM. Mamarrachadas de adolescente de ochenta años, como se define él mismo en uno de los vídeos. No hay suficiente material, me parece a mí, para componer el mensaje. No disfruté el mismo éxtasis de aquella otra exposición de hace ya ni sé cuántos años atrás.
Luego fui a ver lo de Pino Ojeda, en San Martín. Me gustaron sus lacas, unos oníricos paisajes pintados con un extraño material acuoso. También sus dibujos oníricos o psicológicos, de un solo trazo (amiga de Juan Ismael, algunos de estos dibujos me lo recordaron). También me gustaron unas pinturas cromáticas casi de rotulador, pintura muy uniforme, delimitadas precisamente, con líneas negras.
La funcionaria del museo se mantenía un poco apartada, por respeto a la intimidad del espectador con el cuadro –  solos ella y yo en la sala hasta que llegó un vigilante jurado y se pusieron a hablar bajito y su conversación resonaba en toda la sala como un murmullo de fondo– y porque poco antes, por despiste, se me aflojó un bufito. Un sonido gorgoteante, seco vibrato como de garganta de rana fumadora. Tocotoc, tocotac, toquitic, el taconeo de ella en el entarimado alejándose.
Pregunté, a la ida, en Maphre, a un vigilante sentado tras su mesa de despacho en un cuartito a la entrada, por la exposición de los fondos de obra canaria que tiene actualmente la institución – fastidio por tener que apartar la mirada del móvil –   pero la entrada es por la calle Juan de Quesada (estamos en la calle Castillo). A la vuelta ya no se me apeteció la visita y me senté en la plaza Santa Ana, frente a la Catedral, junto a los chorrillos de la derecha, al pie del Ayuntamiento, al crepúsculo, el cielo aún azul detrás de las torres asimétricas.
“¿Me da algo para comer que tengo fatiga?”. Negativa sin voz. Autojustificación. Culpa pequeñoburguesa de poseer lo que otros carecen. Parejita a la derecha. Niños, pelota, en frente. Fondo, fotógrafos, flashes. Intento escribir algo pero me sale espuma. Trato de escuchar, de sentirme estar allí, en ese momento y lugar concreto que es toda la inmensidad del universo para mí ahora, pero no lo consigo.  Solo estoy ahí sentado y empieza a dolerme el culo.
Bajo por la calle Doramas, lateral izquierdo de la Plaza según se mira hacia la Catedral. Ya es de noche. Al menos ya no es azul el cielo. Obispo Codina... Calle Muro. ¿Andando o en guagua? Siento un dolorcillo en la pierna derecha. Subiendo las escaleras hacia la Alameda aparece la 32 doblando la esquina. Respuesta confirmada. Cambio y cierro.  

miércoles, 1 de febrero de 2017

Teatro en la Casa Museo Pérez Galdós

Asistí ayer a una representación en la Casa Museo Pérez Galdós protagonizada por alumnos del Aula de Lectura Dramatizada de la Escuela de Actores de Canarias.
Obra: Insula (de Klóticas)
Dirección: Israel Castro
Actores: Alumnos y alumnas del Aula de Lectura Dramatizada de la Escuela de Actores de Canaria:
Patricia Santiago, Saulo Trujillo, Cristian Torrero, Mateos Stomini, Eduardo Naranjo, Elena Dolgikh y Néstor Luzardo.
Lo que iba a ver era descrito en la publicidad que me llevó allí como una “lectura dramatizada de la obra 'Insula'”, que estrenó la compañía Klótikas hace veintiséis años.
Lo que esperaba ver, más bien escuchar, era una lectura de la obra, con los actores sentados a lo largo de una mesa recitando sus partes por turno, actuando en lo posible de una lectura, pero sin levantarse del sitio. (Así se lo describí más o menos a una amiga que me preguntó poco antes que a dónde me dirigía)
Lo que vi fue una representación teatral con los actores disfrazándose según conveniencia de los personajes que interpretaban y utilizando los propios bártulos en los que portaban y colgaban los atrezos (¿se llama así?) como elementos para transformar el espacio en el que se movían y representaban.
La obra es algo caótica con una serie de personajes que van entrando y saliendo desordenadamente y que van recitando su parlamento. El desorden de entradas y salidas da una impresión unidad curiosamente, de que la obra es ese caos que va siendo iluminado por secciones para destacar a uno u otro personaje. Este efecto se realizó de forma precisa durante una parte de la obra en la que todos los personaje están bailando en medio del escenario y la acción va saltando de uno a otro, acción que queda resaltada con la disminución de la música y el aumento de las voces de los actores que toman su turno.
No sabría precisar un tema de la obra, porque es coral, se hace referencia a la corrupción política-urbanística, a la delincuencia, se exponen filosofías vitales, hay gente que espera y hay gente que desespera. Sí me pareció que los textos que recitaban tenían precisión, no se iban por las ramas poéticas, tenían armonía, expresiones equilibradas, que en ningún momento chirriaban por exceso de coloquialidad frente otras demasiado elaboradas. Sí que me pareció que el texto era literario, no coloquial, es decir, no tenía la intención de que las actuaciones nos dieran una impresión de «vida real». Y sentí deseos de leerlo directamente, lo que siempre me parece un síntoma de su calidad. (Yo soy más lector que espectador)
En cuanto a los actores, me pareció que en ocasiones pecaban de ese defecto de querer vocalizar tan precisamente que le resta naturalidad a la expresión de las frases. Sin embargo me sorprendió su capacidad de transformación, sobre todo cuando pasaban de ser personajes a ser esas entidades neutras que protagonizaban determinados intervalos, así lo entendí yo, que marcaban el cambio de los que podrían ser las escenas en una obra tradicional; esa mutación, cuando desaparece el personaje y aparece la persona, es la clave de la magia del teatro. Por cierto que es aquí en la parte de las danzas, pues eso es lo que hacían, donde me pareció que flojeaban un poquito. Aunque los movimientos estaban bien sincronizados entre ellos, me pareció que les faltaba gracia, fluidez... vamos, no me gustó mucho la parte de danza, la percibí algo forzada.
En resumen diría que fue una hora entretenida, que no lamento haber errado en mis previsiones acerca de lo que iba a ver.

Postdata: estoy aquí preguntándome si pagaría por ir a ver este espectáculo y estoy dudando, simplemente porque tal y como lo vi, con un montaje mínimo, parece una representación amateur. Es decir, dudo solamente porque el espectáculo no llevaba chaqueta y corbata, sino que iba en camiseta. Creo que con un montaje más vestido y tal vez la mejora de la parte de la danza, podría dar perfectamente un espectáculo profesional (entendiendo por profesional el que espera ser remunerado por ello).
A todo esto, mis conocimientos sobre el tema teatral son prácticamente los que acabo de adquirir mirando esta obra (por exagerar un poquito mi ignorancia) y esta reseña no responde más que a una primera impresión. Mi impresión valdrá para lo que pueda valer y no más.