martes, 14 de julio de 2015

Presentación de "Toda la vida preguntando", de Juan Cruz Ruiz

Juan Cruz Ruiz presenta Toda la vida preguntando. Los acompañantes son Dulce María Facundo, de Punto Radio, y Jorge Alemán, de Unión Deportiva Radio. Se esperaba a Kiko Barroso, pero no pudo venir.
En primer lugar he de decir que se notaba que ambos presentadores son locutores. Obvian el silencio y la palabra estrecha. Sin embargo saben dejar expresarse al interlocutor, dejarle espacio. Lo que no quita que Juan se muestra bastante experimentado en estas lides verbales y tampoco les da excusa para acaparar la palabra. La entrevista me pareció más gobernada por Juan que por los entrevistadores, que apenas apuntaban preguntas protocolarias que el autor sabía adornar con anécdotas o eludir astutamente con más anécdotas.
El público era bastante mayor, tanto que me atrevo a decir que yo estaba por debajo de la media (con mi cincuenta y un añitos) y apenas se veían las caras habituales en los ámbitos literarios. No me quedó más remedio que comparar esta presentación con la charla de Armas Marcelo hace unas semanas y rascarme la cabeza. En comparación con aquel, hablo en calidad de persona, Juan Cruz Ruiz es un angelito, si recordamos la malicia que destilaba cada palabra pronunciada por don Juan Jesús, con sus frecuentes alusiones a sus enemigos y sus incisivas menciones a concretos personajes que están permanentemente en la diana donde arroja sus dardos verbales.
Juan Cruz apenas habla de sí mismo, si no es hablar de sí mismo el inagotable repertorio de anécdotas sobre sus encuentros con los más grandes personajes de la literatura, en particular, pero también de otros ámbitos. Cuando aborda el ámbito personal es para hablar de situaciones, de su madre, de amigos, pero nunca cae en el intimismo. La única pregunta personal que le hicieron (algo así como: te gustas más que te quieres o al contrario) la eludió de un tajo. “La mayor parte de lo que he escrito tiene que ver con los otros y con el aroma del pasado”, dijo casi literalmente en algún momento.
La presentadora menciona el premio que le dieron en Telde hace unas semanas, y repite la anécdota de la visita de la U.D. Las Palmas al campo regional, es decir, de inferior categoría– del Puerto de la Cruz, cosa que no se dignaba hacer el Tenerife, lo que era motivo de respeto para un equipo de la importancia de la U.D. en aquellos momentos.
Habló de sus primeros «trabajos» como comentarista deportivo en la publicación Aire Libre y, a cuenta de una mención a Pascual Calabuig, recuerda que con catorce años le hizo una entrevista. Recordó esos comentarios radiofónicos del eminente comentarista, reflexionando sobre aspectos del fútbol que a menudo se salían de ese ámbito, y que terminaban con un esperado “Pues no faltaba más”.
A lo largo de la charla desliza algunas recomendaciones o ideas acerca del arte del buen entrevistador y, a propósito de esta entrevista, dice que un entrevistador no debe achicarse ante el entrevistado, por importante que este sea, la entrevista debe transcurrir de igual a igual para que surja una conversación más que un rígido protocolo de preguntas y respuestas. Él lo llamó concretamente tener aplomo, de lo cual se envanece un poquito teniendo en cuenta que apenas tenía catorce años.
Se habló de «el niño que llevamos dentro». Él relaciona este niño con la curiosidad (“La falta de curiosidad es el final de la vida”) Mientras hay curiosidad, dijo, permanece la adolescencia. Cita un poema de un tal Michael Krüger (poeta) que dice: “A veces la infancia me envía una postal”. Afirma recordar estos versos a menudo e introducirlos en alguna entrevista. Algunos de sus entrevistados, afirma, tenían un recuerdo pésimo de su infancia, como Paul Preston.
Saltando al lado contrario le preguntan sobre cual sería su última postal y habla de su nieto (4 años) cuyo recuerdo, vino a decir, siempre le pone tierno. Insiste en que no se debe tener al tiempo como enemigo, “no es una traición, sino un aliado. El niño es la memoria”, vino a cerrar este apartado de la niñez.
Otra alusión al buen entrevistador, la necesidad de tener un «alma habitada», gran expresión que me parece muy acertada. La capacidad infantil ayuda a moderar, a dar inocencia incluso a las preguntas resabiadas. No hay que preguntar para dañar, sino para saber del otro. “Preguntar es como abrazar, es un encuentro”, dijo. Toda pregunta siempre es nueva, hecha con sinceridad e interés por la respuesta.
Su primera entrevista seria se la hizo a Julio Caro Baroja. Se dio cuenta de la importancia del asunto cuando su madre le compró una chaqueta, una camisa y un pantalón para acudir a la entrevista como un señor. Dijo que se sentía algo así como “un niño cumpliendo una misión”. Pese a todo, no hay que quedarse en las mieles de un día, el trabajo siguiente es tu trabajo, no el que pasó.
Neruda recaló brevemente por Tenerife de paso para Valparaíso y don Juan Cruz se atribuye el mérito de haberle convencido para que bajara por un rato del barco. Al parecer don Pablo no quería pisar feudos franquistas, pero este hombre le recordó que en cierta ocasión ya lo había hecho en Barcelona. Aquí deslizó otra recomendación para un buen entrevistador, la necesidad de estar en el mundo, de estar bien informado. Cuando le preguntó, también echando mano a las noticias del momento, qué le parecía que al Ché le hubieran encontrado entre sus cosas un Canto General, Neruda respondió que lo consideraba un verdadero premio.
También aludió a ese encuentro de escritores que tuvo lugar en el Hotel Iberia, mencionado por Armas Marcelo; la primera entrevista que le hizo a Onetti fue allí. Luego lo entrevistaría en su casa de Madrid, cuando ya había decidido permanecer acostado (porque su perro le mordía las pantorrillas, dice que explicaba el maestro). Destaca el humor de Onetti, a pesar de la fama de huraño que tenía.
Habla de un paseo con Borges por Madrid, resalta su sencillez, su interés por las cosas, sobre todo por los nombres y apellidos de quienes le presentaban, intentando encontrar lazos de conexión en su propia familia. “Un personaje formidable”. Los grandes personajes son gente humilde, sencilla. Los jóvenes escritores no lo son tanto, comentó, pero no se extendió en esto.
Aluden a Manuel Padorno su primer editor, según comenta–. Habla muy bien de él y de los paseos juntos por la playa (Padorno era Marlon Brando y él Joselito, dijo recordando algún comentario que se hacía. A cuenta de su parecido con Joselito, recuerda que en una entrevista que le hizo a Marisol, en Puerto de la Cruz, unos que pasaban por allí le señalaron confundiéndolo con el pequeño ruiseñor, mientras que desconocían a la actriz-cantante suponiéndola una periodista)
Dice de Padorno que era un hombre nocturno, y menciona varias veces un pub llamado el Gas, donde paraba el poeta. Lo declara, junto con Domingo Pérez Minik, uno de los tipos humanos más impresionantes que ha conocido.
El libro donde le gustaría vivir, y en parte lo ha vivido, es Tres Tristes Tigres, de Guillermo Cabrera Infante, del cual cuenta la anécdota de que él decía que su afición cinematográfica le venía de que él iba al cine a meterle mano a las chicas. Por lo visto, en cierta ocasión, la víctima, al adivinar sus intenciones, se cambió de asiento antes de empezar la película y, una vez apagada las luces, un señor se le sentó al lado. Al momento notó como un dedo se deslizaba por su muslo para introducirse por la pernera del pantalón corto. Lo bueno era la frase con que cerraba la situación don Guillermo, y que lamentablemente no recuerdo.
Inevitable mención a la radio, se declara radio adicto. La radio y el fútbol, sus dos vicios, y a los que no puede mostrarle más que gratitud. La radio le ha proporcionado “respiración para vivir y sintaxis”. El fútbol, geografía, porque siguiendo los partidos de ligas extranjeras se aprendía las ciudades de donde procedían los equipos al parecer, en un tiempo, cuando se acababa la liga española, las quinielas venían con partidos de ligas extranjeras.
Referido a los escritores que padecieron las guerras, menciona a Imre Kertetz, Gunther Grass, y María Zambrano, de los cuales, dijo, eran personajes que, a causa de la guerra que habían vivido, seguían teniendo mucho miedo ya de mayores.
Se interrumpió el turno de preguntas del público porque ya se había cumplido sobradamente el tiempo previsto para la presentación y aún tenía que firmar ejemplares y yo me marché.
Tengo que decir que, a pesar de que estas presentaciones de autores ya con cierto renombre suelen parecerse excesivamente unas a otras, siempre es un placer escuchar hablar a gente que sabe utilizar la palabra para contar, que tiene cosas que contar que a uno le interesan y que además lo hace con pasión por lo que cuenta y con la confianza de saber que le escuchan diga lo que diga, que es lo que le quita rigidez, titubeos. Por otra parte, el carácter de Juan Cruz es el de una persona que está donde le gusta estar y no parece motivado por aspiraciones de reconocimiento o trascendencia. En ese sentido parece una persona sencilla como dice él mismo que es habitual entre los grandes.




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