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Presentó en el CAAM Luisa Etxenique, autora vasca, el libro Correspondencias en el que se expone el intercambio de correspondencia que tuvo con el autor rumano Mircea Cartarescu.
Se trata de un proyecto realizado como uno de los actos derivados de la capitalidad cultural de San Sebastián (impulsado por Donostia/San Sebastián- Capital Europea de la Cultura 2016). Se pregunta la autora por qué se escogió San Sebastián como capital cultural frente a otras ciudades como por ejemplo Córdoba con tan rico patrimonio. Se responde que tiene que haber influido, además de la belleza de la ciudad, el hecho de que tuviera un terrible pasado en relación con el terrorismo de ETA. Una época que ella no duda en comparar con la dictadura franquista, entendiéndola como una segunda dictadura, la de la violencia.
El proyecto se llama Shakespeare-Chejov porque, según una cita de Amos Oz, Shakespeare encarna una forma de resolución del conflicto que consiste en que todos los personajes se instalan inamoviblemente en sus posiciones y termina el escenario lleno de muertos. Mientras que la postura Chejoviana viene a ser que cada personaje cede un poco en sus posturas y cada uno se vuelve a casa, frustrado, pero vivo.
Ella opina que Shakespeare y Chejov no se distancian sin embargo en otros aspectos como es que muestran o empiezan a mostrar lo que ella llama el personaje moderno. Este personaje moderno es el que comienza a tomar conciencia de su actuar en el mundo, y ella viene a decir que la libertad es precisamente esa toma de conciencia que ya te permite decidir no actuar, que, más adelante describe como que es la esencia de «lo humano». Es decir, no estamos obligados, ni por las circunstancias ni por ningún otro imperativo a actuar, sea haciendo el bien o sea haciendo el mal, podemos limitarnos, y esa conciencia de auto limitación es la que deberíamos considerar como esencial en «lo humano».
El proyecto consiste en que se ha seleccionado a un conjunto de autores vascos y se les ha propuesto que se carteen con otro autor europeo de su elección. Ella eligió al rumano Mircea Cărtărescu. Las razones que expuso son que se trataba de un autor de su misma generación que al igual que ella había nacido bajo una dictadura, lo que de alguna manera los aproxima en una cierta visión del mundo. Expuso su parecer sobre que Rumanía era un país poco considerado; en nuestro caso, España, por razones de la imagen que nos hemos formado de ese país desconocido exclusivamente a partir de la inmigración. Reivindicó culturalmente ese país a través de nombres sobradamente conocidos pero que de algún modo no han servido para dotarle de un explícito prestigio: Emil Cioran, Mircea Eliade, Ionesco, Tristan Tzara, etc.
Cuando habla de correspondencia, resalta, quiere decir que exactamente se han enviado cartas manuscritas haciendo uso del correo ordinario, con lo que eso conlleva de largos tiempos de espera durante los cuales cada uno ha continuado desarrollando su vida que luego se veía reflejada en lo que escribían, vida cotidiana, viajes, sucesos del mundo, como por ejemplo la proliferación de atentados de los últimos tiempos.
Se ha hablado en esa correspondencia de temas como libertad, conciencia, responsabilidad del escritor (entendida como la necesidad de estar atento al mundo, no necesariamente la de tener una actitud combativa o de compromiso) y la de responsabilidad de su arte como elemento que influye en alguna medida en el mundo.
También se ha prestado atención a la desaparición paulatina de las enseñanzas de las humanidades en los sistemas educativos. Según Luisa todas las dictaduras la han emprendido contra los libros, contra la cultura; el «desprestigio» de las humanidades como disciplina en las escuelas tal vez pueda ser visto como un indicio de que algo de dictadura flota en nuestros sistemas, con la diferencia de que aquellas notorias dictaduras de antaño quemaban los libros en la plaza pública mientras que ahora lo que están procurando es que ya no haga falta quemarlos, por la triste razón de que ya nadie acuda a ellos en busca de comprender, de comprenderse, de perfilar su actitud crítica.
También se habla, en la correspondencia, del papel de la literatura como conservadora del conocimiento, sobre todo de ese conocimiento que los sistemas sociales actuales desprecian por falta de utilidad práctica, porque no da réditos o no es aprovechable económicamente, pero que es tan necesario para establecer los fundamentos inmateriales de una sociedad sin los cuales no se sabe muy bien adónde iremos a parar.
Por último se habla de un tema que me resulta de mucho interés que es el de la idea de la literatura como una nación sin fronteras en la que, supongo que nunca sin conflictos y contradicciones, pero dónde no los va a haber, un escritor puede moverse en libertad por géneros, números, temas, estilos. No es partidaria Luisa de conceptos como «literatura nacional», no entiende que la literatura quiera ser acotada por fronteras que no le pertenecen. Dio un ejemplo de esta idea relatando una anécdota especialmente emocionante para ella en la que siendo convocados un grupo de veinticinco personas relacionadas con el mundo del libro en cierta feria en Leipzig, donde ella estaba incluida, les invitaron a recordar el comienzo de un libro que les fuera particularmente querido por lo que tuvieran de haberles transformado la vida o la actitud hacia la vida de alguna manera. Ella escogió, entre otros, el comienzo de Pedro Páramo, pero lo que le pareció especialmente significativo es que una bibliotecaria nigeriana, dedicada a la difusión de la lectura en su país, escogiera El Quijote como uno de esos libros tan significativos. A Luisa esto le pareció el ejemplo definitivo de la universalidad de la literatura completamente al margen de las fronteras impuestas por razones puramente materiales pero bastante ajenas del sentir del Ser Humano.
Terminó resaltando que si bien había encontrado en Cartarescu un «semejante», no solo en el ámbito de la literatura, sino también en el de lo simplemente humano, le pareció que un aspecto los unía sobre todo, y cree ella que ello se deba a su condición común de haber estado sometidos a dictaduras y contextos de violencia, que es el ser personas absolutamente enamoradas y agradecidas a la vida.
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Siguiendo la página del proyecto Correspondencia entre escritores europeos es un proyecto basado en una idea de Amoz Oz de contraponer dos visiones en la resolución de conflictos: por un lado una justicia poética que es atribuida al estilo Shakesperiano y por la otra la triste justicia humana que se refleja en las obras de Chejov. La idea es que un conjunto de autores europeos intercambien cartas sobre literatura, conflictos y el papel de los escritores. Los autores escogidos han sido Bernardo Atxaga, Harkaitz Cano, Eider Rodriguez, Luisa Etxenike, Laura Mintegi, Arantxa Urretabizkaia, Fernando Aramburu and Angel Erro. Estos autores han decidido corresponderse con otros de su elección entre los que estaban Bashkim Shehu, Dubravka Ugresic, Belén Gopegui, Menna Elfyn, Birgit Vanderbeke, Héctor Abad, Patrik Ourednik and Mircea Cartarescu.
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