De nuevo en el Quegles, dentro del ciclo, Redgeneración Literaria.
Esta vez presentando el proyecto Lucha Libro Canarias. Ya en su tercera convocatoria.
Me gustó la definición de lo que es Lucha Libro, que vino a dar Ramón Betancor: la literatura como espectáculo. Es decir, la creación literaria a la vista de todos, como un ejercicio de habilidad, la capacidad del escritor para improvisar historias en el momento ante un público que los observa en ese acto tan íntimo, hasta ahora, de escribir. Bajar la imagen de la hornacina y ponerse a jugar con ella como lo que es, un muñeco, darle otros usos que el de la oración extasiada mirando hacia lo alto. Eso es Lucha Libro, y está muy bien que así sea. Ejemplos hay, los Griot y los poetas africanos que, ¡todavía!, recitan, lo hemos visto últimamente en los artículos de África no es un país, la pasión del rap, que aún no he sentido pero que he empezado a vislumbrar, esos torneos de improvisación que detrás de una apariencia, a mí, hombre moderado de costumbres serenas, se me antoja que violenta, late un amor por la expresión verbal, su sonido, y por su uso para la reivindicación, la autoafirmación. Estos son los nuevos Bárbaros que señala Barico en su ensayo. Detrás de todo hay lo mismo: gente que ama, necesita o simplemente desea escribir, escribir historias, íntimas o ajenas, personales o genéricas, pero que, al final, dan su versión del mundo. Eso es literatura. Después ya hablaremos de calidades o por mejor decir, de gustos. Gente que desea leer y escribir, divertirse escuchando y escribiendo historias que, quieras que no, se quedarán dentro amasando, junto con la experiencia de cada día, y que enseñan, de cualquier manera, a enfrentar el día a día. Sí, quiero justificar la necesidad de la literatura, no simplemente como un juego, como un divertimento (al fin y al cabo todo juego es un entrenamiento para la vida), pero eso son problemas míos. Los Bárbaros que traen nuevos modos y se burlan de los viejos altares.
Creo que el mundo de la literatura está muy disperso. Así lo siento, y tal vez sea un prejuicio, una visión parcial derivada de mi permanente desilusión de que algo que para mí es tan importante no provoque la euforia de todos. Ese sentimiento de que algo importante para ti debería ser compartido. Pero estos últimos días me he ido adentrando en otros mundos y ahí están, literatura fantástica, literatura romántica, alta literatura de camarín universitario, poesía de postín o poesía humilde del que no aspira más que a ver su nombre en un libro. El mar en el que me siento una gota, tal vez la última gota – ¿y quién no quiere ser la gran ola? – Multitudes que crean, y que creen, con ilusión. ¿Qué más se puede desear y compartir?
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