Yo, vamos a reconocerlo, soy uno de esos pirados que va hablando solo por la calle. Muchas veces lo hago porque leo en voz alta. Porque soy uno de esos pirados que va leyendo por la calle, mientras camina. Pero, a veces, hablo solo sin tener libro delante; es, probablemente, porque voy recitando de memoria algunos textos que me he aprendido para ejercitar la mente. Aún otras algunas-veces, voy hablando conmigo mismo. Así que tengo de todo, todos los boletos para ser el pirado – sin atreverme, todavía, a poner mi oreja contra la farola y escuchar el rumor interno de la luz (¿dónde estará ese pobre a estas alturas?) – con el que te vas a tropezar cualquier día y vas a salir huyendo antes de que te pida una moneda para cenar o te cuente detalles de mi deprimente existencia.
Ayer, de camino para la conferencia sobre el asco y la obsesión de Fortunata, conferencia un pelín académica, un pelín desordenada, un pelín confusa de la que no conseguí extraer las mismas conclusiones que las fervientes espectadoras que, unas filas delante de mí, manifestaron su regocijo tras la intervención de don Rubén Domínguez Quintana, el invitado en esta ocasión al ciclo que dirige doña Rosa Mesa: Corrientes Internas (en el Museo Pérez Galdós), que, por lo visto, trata de analizar la obra Fortunata y Jacinta desde muy diversos aspectos, psicológicos, sociológicos, feministas, y, como en el caso de ayer, desde una perspectiva de la crítica que hace Galdós a la masculinidad a través de esos personajes hombres de los cuales ninguno queda bien parado por más que quede patente para todos ellos su situación de privilegio frente a la mujer, ayer, como decía, me dio por aprenderme el recitado que inicia el célebre tango ya sé que estoy piantao, no sé si recuerdan: las tardecitas de buenos aires tiene ese... qué se yo, viste.
En la conferencia no me atreví a interponer mi punto de vista, que sería, ahora que nadie puede oponérseme con armas de erudición lo expongo, que no veo ningún avance en Galdós sobre el planteamiento, como se dijo por allí, de nuevas masculinidades. En primer lugar porque, como bien se llegó a comentar, no hay una definición clara sobre qué demonios es ser masculino, aunque parece ser que sí que está muy claro en qué consiste ser femenino. A mí me parece que todo eso son roles impuestos por cada sociedad y que además van cambiando con los tiempos y que siempre resultan tan vagos que definiendo la feminidad, vamos a encontrarnos un apabullante número de mujeres que no caben en esa definición, y lo mismo va a pasar si tratamos de definir la masculinidad. Lo que sí puedo apreciar yo en Galdós, y en esta obra en concreto, es una clara crítica al hombre y un respetuoso trato de la mujer. Para mí, todos los hombres en esta novela tienen un algo de ridículo, o como mínimo, de reprobable, de infame, mientras que las mujeres tienen un punto de trágico, de honesto, – y ahora me viene a la mente la tía de Maximiliano y dudo, pues es una mujer que me da un poco de repelús –. Todo lo cual a mí me apunta a que, en efecto, don Benito era consciente de ese desequilibrio de género, y que además era consciente de que el armazón social es femenino y que el recubrimiento, las paredes, es lo masculino:el comportamiento de la mayoría de los hombres en esa obra es absolutamente improductivo, el que no es rico y vive de las rentas, es pobre y vive de trampear; en cambio las mujeres montan negocios o llevan la casa con rigor. Más allá de esto, me parece asombroso la cantidad de conclusiones, para mí extravagantes, que los estudiosos consiguen extraer de la obra, la profusión de citas de don Rubén me dejaba patidifuso tratando de encontrar las razones de por qué habían concluido aquello de aquella obra en concreto y si no se podrían obtener las mismas conclusiones de cualquier otra obra, fuera de Galdós o no. En fin, está claro que no tengo un espíritu científico.
Como resumen diré que yo me quedé contento de haber asistido. Que tal vez la conferencia del miércoles anterior de la socióloga Rosalía Rodríguez Alemán me pareció mucho más amena, porque, tal vez, habló de temas más variados, desde la pasión de Fortunata hasta la frustración por la maternidad de Jacinta y cómo esos elementos las convertían en mujeres defectuosas o por explicarlo mejor, mujeres que no van acorde con lo que se espera de una mujer en la sociedad de su tiempo, una por empeñarse en amar y tener un hijo de un hombre que no era su esposo y otra por no poder tener un hijo (darle un hijo), al hombre que era su esposo. Pero también se habló de sociología, y de cómo Galdós es un exacto radiógrafo de su tiempo. Etc.
Para gustos, hay colores. Yo me volví a casa, más contento de haberme aprendido el parrafito inicial del tango mencionado que plenamente satisfecho de la conferencia, lo he de confesar. Y no hubo nada.
Ayer, de camino para la conferencia sobre el asco y la obsesión de Fortunata, conferencia un pelín académica, un pelín desordenada, un pelín confusa de la que no conseguí extraer las mismas conclusiones que las fervientes espectadoras que, unas filas delante de mí, manifestaron su regocijo tras la intervención de don Rubén Domínguez Quintana, el invitado en esta ocasión al ciclo que dirige doña Rosa Mesa: Corrientes Internas (en el Museo Pérez Galdós), que, por lo visto, trata de analizar la obra Fortunata y Jacinta desde muy diversos aspectos, psicológicos, sociológicos, feministas, y, como en el caso de ayer, desde una perspectiva de la crítica que hace Galdós a la masculinidad a través de esos personajes hombres de los cuales ninguno queda bien parado por más que quede patente para todos ellos su situación de privilegio frente a la mujer, ayer, como decía, me dio por aprenderme el recitado que inicia el célebre tango ya sé que estoy piantao, no sé si recuerdan: las tardecitas de buenos aires tiene ese... qué se yo, viste.
En la conferencia no me atreví a interponer mi punto de vista, que sería, ahora que nadie puede oponérseme con armas de erudición lo expongo, que no veo ningún avance en Galdós sobre el planteamiento, como se dijo por allí, de nuevas masculinidades. En primer lugar porque, como bien se llegó a comentar, no hay una definición clara sobre qué demonios es ser masculino, aunque parece ser que sí que está muy claro en qué consiste ser femenino. A mí me parece que todo eso son roles impuestos por cada sociedad y que además van cambiando con los tiempos y que siempre resultan tan vagos que definiendo la feminidad, vamos a encontrarnos un apabullante número de mujeres que no caben en esa definición, y lo mismo va a pasar si tratamos de definir la masculinidad. Lo que sí puedo apreciar yo en Galdós, y en esta obra en concreto, es una clara crítica al hombre y un respetuoso trato de la mujer. Para mí, todos los hombres en esta novela tienen un algo de ridículo, o como mínimo, de reprobable, de infame, mientras que las mujeres tienen un punto de trágico, de honesto, – y ahora me viene a la mente la tía de Maximiliano y dudo, pues es una mujer que me da un poco de repelús –. Todo lo cual a mí me apunta a que, en efecto, don Benito era consciente de ese desequilibrio de género, y que además era consciente de que el armazón social es femenino y que el recubrimiento, las paredes, es lo masculino:el comportamiento de la mayoría de los hombres en esa obra es absolutamente improductivo, el que no es rico y vive de las rentas, es pobre y vive de trampear; en cambio las mujeres montan negocios o llevan la casa con rigor. Más allá de esto, me parece asombroso la cantidad de conclusiones, para mí extravagantes, que los estudiosos consiguen extraer de la obra, la profusión de citas de don Rubén me dejaba patidifuso tratando de encontrar las razones de por qué habían concluido aquello de aquella obra en concreto y si no se podrían obtener las mismas conclusiones de cualquier otra obra, fuera de Galdós o no. En fin, está claro que no tengo un espíritu científico.
Como resumen diré que yo me quedé contento de haber asistido. Que tal vez la conferencia del miércoles anterior de la socióloga Rosalía Rodríguez Alemán me pareció mucho más amena, porque, tal vez, habló de temas más variados, desde la pasión de Fortunata hasta la frustración por la maternidad de Jacinta y cómo esos elementos las convertían en mujeres defectuosas o por explicarlo mejor, mujeres que no van acorde con lo que se espera de una mujer en la sociedad de su tiempo, una por empeñarse en amar y tener un hijo de un hombre que no era su esposo y otra por no poder tener un hijo (darle un hijo), al hombre que era su esposo. Pero también se habló de sociología, y de cómo Galdós es un exacto radiógrafo de su tiempo. Etc.
Para gustos, hay colores. Yo me volví a casa, más contento de haberme aprendido el parrafito inicial del tango mencionado que plenamente satisfecho de la conferencia, lo he de confesar. Y no hubo nada.
Yo practico en los semáforos y los parques mis pasos de claqué... Como nos tropecemos un día podemos ofrecer un espectáculo. Buena reflexión.
ResponderEliminarEsta ciudad está llena de locos. Debe ser que está llegando el Apocalipsis. Me alegro de leerte otra vez.
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