Ya lo dije en el post anterior: novela negra. En esta novela no hay policías y tampoco investigadores. Hay, sí, empresarios – empresarias – abogados, gatos y sicarios colombianos. Mucho estilo, también, con la empresaria y el abogado. Apartamentos de lujo, comida sana, lechuga y agua embotellada. Cuatro tipos de lechuga, y el agua embotellada, importada. La empresaria es el núcleo de este relato, mala. Ella contrata al sicario, pero la operación se complica. Tal vez no es tan mala, solo son negocios. Y que el otro empresarios es un idiota, listillo. Pero las cosas se complican, el sicario se desmanda. Y hay que recurrir a la ayuda del abogado. Tipo resolutivo, frío, y gay si eso es relevante. Al final todo sale bien para la empresaria audaz. El abogado, gay, cobra sus justos honorarios, más plus. Quedan amigos, ya nos llamamos si eso, o no. Y la policía, tonta, se traga toda la trama. En cuanto al gato, mira, observa, maúlla, y narra. ¿Y de quién es?, los gatos no tienen amo.
La verdad es que me ha costado construir este parrafito. Escribir todo un libro de esta manera tiene su mérito. La construcción de la trama tiene su complejidad, está muy bien. Sin embargo, se trata de una novela de género, en el sentido de que no va más allá. Es puramente eso. Y yo comparto la opinión, implícita en la pregunta, que el profesional del mundo de la editorial le hizo a Alexis, según este cuenta en el prólogo, la novela negra es literatura porque está escrita, pero por poco más. Es un tipo de novela, por contradictorio que parezca, poco comprometida con la vida. Esto de denunciar la maldad del ser humano, de denunciar los tejemanejes de los empresarios, las corporaciones internacionales que maquinan, traman, manipulan, está tan estereotipado que ha dejado de tener un sentido crítico, como las películas americanas, que por mucho que parezca que están criticando su modo de vida, el yanqui, lo que están haciendo es publicitándolo. Me pareció más intensa la primera novela de esta mujer, Las truchas sin freir, que allí no lo dije pero me emocionó el final.
No obstante, en esta su segunda novela, y la tercera ya está por ahí, Sin aditivos, que también es negra, esta mujer demuestra, primero, una capacidad muy seria de sentarse a escribir, segundo una soltura, que le permite hacerlo con juego, con gracia, y tercero y más importante, una imaginación bastante bien formalizada para construir unas historias redondas y complejas.
A pesar de mi poca afición por los géneros, no los desdeño; pero me interesaría más si , además de por la cuestión estilística, que de por sí me llama la atención, se saliera de ellos y escribiera, digamos, menos sometida a ellos, más libre. Digamos, si siguiera los pasos de un Chandler en novela negra o un Bradbury en ciencia ficción.
Y poco más tengo que decir. Saludos.
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