jueves, 26 de enero de 2023

Presentación El País de los Hombres Solos, de Dolores Campos Herrero

 Ayer (miércoles 25 de enero) me salté la radio y fui a la presentación de un libro. De las ondas huérfanas de mí, qué se fizieron, no lo sé porque todavía no he escuchado el programa. La presentación tuvo lugar en la Biblioteca Pública del Estado, en esta real ciudad del imperio, maguer que en una de sus más remotas esquinas. El libro, el número 67 de la colección Biblioteca Básica Canaria, en esta nueva etapa en la que selecciona exclusivamente autoras, para, dizque, reparar la carencia de ellas que sobreabundaba en la primera etapa de la mentada colección, patrocinada por nuestro bien amado gobierno regional. La autora, Dolores Campos Herrero, cuyo fallecimiento acaeció hace ya 16 años y dejó honda cicatriz en sus parientes y amigos y que nuestro gracioso gobierno tuvo a bien dedicarle el Día de las Letras Canarias el año pasado (2022).

La presentación estuvo a cargo de Antonio Bordón y Eduvigis Hernández, que se declaraban buenos amigos de Dolores, Lola o Loli, que por los tres nombres se la refirió. En algún lugar he leído que Antonio Bordón se declara a sí mismo escritor, aunque se gane el pan de otra manera. Eduvigis no sé cómo se declara ni cómo se gana el pan, pero me consta que también escribe. Y conocieron y tuvieron gran amistad, y padecieron gran dolor a su muerte, con la autora. De ella desgranaron loas y alabanzas, además de algunos recuerdos más centrados, como definirla como «una persona con delirios de personaje», aludiendo a la incontinencia lectora de Lola y a un su espíritu, (son mis palabras), que sería algo así como transido o ausente, quizá, como morando simultáneamente entre los dos mundos, el de la realidad, de la que, según se dijo, tampoco estaba ausente, pues era persona lúcida y de su tiempo, y el de la ficción de las novelas que continuamente tenía entre manos. Dicho sea de paso, que esto también fija al personaje, hablamos de Dostoiévski, Henry James, Emily Bronte, Dickens, yo diría que se oyeron muchos nombres de autores clásicos ya, del siglo XIX, y en particular de la literatura inglesa. Luego, cuando se lean algunos párrafos de la novela que se presenta, en realidad tres relatos largos que formarían una trilogía titulada, en su conjunto, como el tercero de ellos, La ciudad de los hombres solos, confirmaremos sin sorpresa que sus personajes tienen, y transitan, nombres, y por paisajes, extranjeros, y hasta atemporales, pero que recuerdan los tiempos de esas novelas decimonónicas, y su tono literario, casi como si la autora quisiera escribir a la manera de esos autores. 

También en la mesa de presentación estaba una hermana de la autora, Marisol,  que, junto con otra de las hermanas, son las fiduciarias de la herencia literaria, y las responsables de la decisión de publicar en concreto esta novela o secuencia de tres novelas cortas, como ya hemos mencionado, que formaba parte de la obra sin publicar de Dolores. En efecto, Tanto Eduvigis Hernández como Antonio Bordón recordaban perfectamente, de sus conversaciones con Lola, que ella hacía referencia a este trabajo que quedó sin publicar a causa de ese desgraciado tropiezo con la Dama de los Finales, pero que según parece ya tenía completamente planificado y prácticamente terminado. Además de esta obra parece ser que aún hay material que las voluntariosas hermanas estarían interesadas dar a conocer, como por ejemplo obra poética, también sin publicar, pues, aunque Dolores Campos Herrero se ha destacado principalmente por la narrativa, algunas (1) de sus publicaciones ya fueron poemas, como, precisamente el último libro que prácticamente no llegó a disfrutar pues falleció al poco tiempo de su publicación Una vida imaginada (2007).

La presentación, pues, se destacó más por el recuerdo que por un detallado examen del volumen que se presentaba, que se dejó a cargo de los lectores. Quede, sin embargo, resumido en que se se trata de una, llamémosle, tríada de relatos largos, el libro es un volumen muy cumplidito, y que a juzgar por el comentario leve de Antonio B. que sobre él hizo, tienen un tono de recuerdo de la infancia, de momentos de la infancia, concretamente se dijo que en los relatos «flotaba un deseo de recuperar la infancia»; sin ser un libro autobiográfico, sí lo sería en términos de sensaciones. También es un libro homenaje literario a todos esos autores que poblaron nuestras primeras lecturas, y aquí se nombrarían naturalmente, a esos que llamamos universales, pero que me da a mí la impresión de que ya pertenecen a un universo colapsado, como son Julio Verne, Robert Louis Stevenson, Daniel Defoe, en fin, Dickens, Conrad, Sterne, Woolf, Bronte, Austin, Collins, además de aquellos mencionados arriba.

1 No solo algunas, veo en la wikipedia, nada menos que seis, desde la primera Chanel número cinco (1985), hasta la última, ya póstuma El libro de los naufragios (2009)

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En la parte del comentario personal, yo tengo que decir que no he leído a Dolores, mintiendo levemente porque sí que lo he hecho, pero no recuerdo un pijo como dicen en Amanece que no es poco. También las circunstancias en las que lo leí no eran propicias para recordar, una etapa en la que acudía al hospital día sí día también a visitar a un pariente que no llegó a salir de allí; calculo,por cierto, que el año anterior a la muerte de nuestra autora. Lo que sí recuerdo leer antes o a continuación de aquel libro fue a Juan Rulfo, y es que la mente es muy veleidosa. 

Lo que a mí me maravilla de Dolores es la cantidad de gente que la recuerda, quiero decir, que la tiene fresca en su memoria, que la menciona continuamente y que, desde luego, tratan de mantener vivo su recuerdo. Gracias a eso se la destacó el año pasado con el reconocimiento del Día de las Letras Canarias, aunque la verdad es que  mucho, mucho no es que se haya empeñado el gobierno en rescatar su obra, ni tampoco los editores se han lanzado, sospecho, a reeditarla. 

No puedo decir que sea mejor o peor escritora, pero desde luego los mecanismos para alcanzar la fama pasan más por ahí, por la cantidad de amistades que uno tenga y que le recuerden para bien, signo, por otra parte de buena gente, que por la esencial calidad literaria, estilistica, reflexiva, simétrica o transitiva de su obra. Aquí me tienen a mí mismo, sin ir mas lejo, que la conozco, sin haber leído o recordar lo que leí, sus libros. La muerte, digámoslo claro, en algunas ocasiones es un valor, para esto de la fama y el mérito postrero. Hay quienes alargan sus vidas esforzándose día tras día por alcanzar un mínimo reconocimiento y se terminan muriendo en cuerpo y en recuerdo para siempre jamás. Tenemos otro caso, no sé si comparable o no, en las letras canarias que es el de Felix Francisco Casanova de Ayala, este más en el campo de la poesía, aunque su obra de más renombre, por haber sido premiada con el Benito Pérez Armas, sea una narración, El don de Vorace. Pues ahí quedó nuestro hombre para la historia; en parte, y yo diría, en gran parte, por haberse muerto pronto, y en otra mayor parte por la voluntariedad de sus parientes y amigos en no dejar marchitar su memoria. Otros tantos que no tuvieron tantos amigos o que no se murieron a tiempo habrán quedado sepultados por el olvido acumulando iguales o superiores méritos. Pienso, por ejemplo en Ervigio Díaz Marrero, que, por cierto, compartía amistad con  Felix Francisco, y debió ser uno de los damnificados por su muerte que su segunda obra publicada La Casa del mar (no he tenido ocasión de leerla aún) dicen que es un recuerdo biográfico de Felix Francisco. Pues a mí me parece que la obra de Ervigio, Lúdica (que sí he consultado) o Hoy: el demonio en casa, son obras que me interesan más que la novela de Félix Francisco, y ha sido este año cuando he conocido por primera vez el nombre de Ervigio – también es verdad que yo no es que profundice demasiado en el estudio de la literatura canaria, soy un mero lector buscando El Libro –. Con esto no quiero, naturalmente, quitarle méritos a nadie para ponérselos a otro, lo que se dice desvestir a un santo para vestir a otro, sino maravillarme por los mecanismos de la fama y el recuerdo, y concluir que los genios literarios no nacen, se hacen y con mucha voluntad. Cierto que ellos mismos habrán tenido primero, como en el caso de todos estos que hemos mencionado, que echar los cimientos de su obra, pero quienes construyen el edificio son otros, y más que los lectores, que esos están al final de la cadena, pues la mayoría de los lectores leen lo que les cae encima o lo que les llevan al pesebre, muy pocos son los que van a buscar la hierba al campo, son los amigos, familiares, o descubridores con una relativa influencia, para ser escuchados y tenidas en cuenta sus opiniones. 

Al final, supongo que un día tendré que dedicarle algunas sesiones a Dolores, no puedo limitarme a largar sin fundamento. Ya se verá cuando se vea. Salud. 


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