La anécdota es una leyenda muy vaga que informa de que los primeros pobladores de Canarias podrían haber sido miembros de unas tribus bereberes que habrían sido trasladados a estas islas como castigo por haberse rebelado contra el imperio romano. Como añadido a ese castigo de extrañamiento se les habría cortado la lengua para que no pudieran enorgullecerse con la narración de su rebelión.
El libro termina con un breve artículo de Antonio Tejera Gaspar, historiador, que nos habla acerca de lo que pueda haber de verdad de este supuesto origen de la habitación humana de las islas, un extraordinario entre todas las islas que componen lo que llaman la Macaronesia. En esencia, lo que concluye es que nada se sabe, que posible, hombre, puei sé, teniendo en cuenta que la verdad cierta es que cuando los primeros visitantes confirmados a estas islas ya había gente, y no es nada probable que hubieran surgido en estas tierras por generación espontánea o por migraciones de los neardentales. La explicación extraterrestre no se ha trabajado, sin embargo, lo suficiente.
El resto, es decir, la primera parte, toma la forma de una novela, poco más o menos. Hay una periodista, que pasa por unos momentos de desaliento vital (el pesimismo, la falta de perspectivas vitales e históricas engrasa toda la parte novelesca), a la que se le encarga que investigue qué hay de cierto sobre un supuesto manuscrito que revelaría una verdad celosamente ocultada desde los mismos tiempos de la conquista, y que informaría sobre el verdadero origen de los canarios, cuya divulgación provocaría una conmoción, no sé muy bien por qué. La periodista, en cambio, prefiere continuar con un trabajo que ya tiene en marcha, investigar sobre una maestra que fue exiliada a las islas y que había recibido, recientemente un homenaje de sus alumnas. La casualidad hace que de los hijos de la maestra uno esté muy relacionado con las leyendas que se cuentan sobre los antiguos canarios, dice oír voces que le reclaman, etc. Una de las sobrinas de ese hombre sabría con certeza dónde se encontrarían ocultos esos manuscritos.
A esta casi historia, a mí me parece que no muy bien amalgamada, le sigue la supuesta narración de los hechos que trajeron a aquellos rebeldes a estas islas, como leídas en ese o esos manuscritos.
A mí como novela no me ha parecido bien trabajada. Yo la veo un poco anecdótica, quiero decir, que no da la impresión de que haya sido meditada, de tener contundencia como novela sino de estar al servicio de la posibilidad excesivamente inflada de que los pobladores de la islas tengan efectivamente esa procedencia y que exista un documento secreto que lo revele. Pero ni siquiera está la novela desarrollada en plan búsqueda del manuscrito secreto sino en torno a la exaltada idea de recuperar una supuesta grandeza moral perdida, grandeza de pueblo libre, valeroso, insumiso, etc., etc., etc., mucha soflama, mucha indignación contra la pasividad de un pueblo sometido, muy repetida la palabra libertad sospechosamente unida a actitudes de resentimiento y ardor guerrero, en fin, entiendo que son personajes, pero me hartaron un poco. Muy amarga y muy derrotada, y muy pesimista, añorando unos valores completamente ficticios creados a fuerza de demonizar al enemigo, el romano o el hispano, o el americano.
No me acabó de gustar, pero no porque detecte defectos de escritura, que supongo que los habrá pero yo no tengo capacidad de analizarlos. La escritura es fluida y bastante correcta, un poco abusona de adjetivo pero que cumplen esa función de mostrar un ánimo airado, enfadado con el mundo, resentido. Lo que no me gustó es el tono panfletario de corte nacionalista, pero muy trasnochado, muy del vocabulario de ardor patriótico contra el opresor del que se usaba en los años setenta.
No sé, tenía curiosidad, porque, sin ser que le preste una atención directa al asunto, como canario alguna miradilla le echo al pasado de nuestras islas; mis lecturillas tengo, a mucho orgullo, para tener una vaga idea y la verdad es que noto como que en los últimos años, de pronto, ha resurgido esa idea de la procedencia bereber y ha brillado con una cierta luz mágica esta leyenda de las lenguas cortadas, hasta donde yo había vagamente leído, apenas comentada como anécdota. Así que me llamó la atención. No me ha satisfecho del todo, pero por ese artículo final de Antonio Tejera Gaspar, vale la pena.
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