¡Vaya por dios!, esto tampoco es sobre literatura, ni presentaciones del libros. Fernando Castro es filósofo, muy interesado en crítica de arte contemporáneo y que a partir de la propuesta de la exposición hace una reflexión sobre el manipulado concepto de la Historia
Asistí ayer a la conferencia de Fernando Castro Flores en torno a la exposición Lecciones de Historia que está actualmente expuesta en el CAAM. A continuación mi relato de la conferencia a partir de las notas que pude tomar más lo que a mí se me haya ocurrido añadir creyendo que es de eso de lo que hablaba. Es decir, no puede tomarse como un resumen, sino como el poso que a mí me queda de todo lo que este hombre contó allí.
Pero ocurrieron cosas que pusieron en cuestión esta perfección. Ocurrió lo de la Guerra Mediática de Irak. La tramposa lucha contra el terrorismo que fue realizada como una campaña publicitaria desplegada con toda la tecnología desarrollada por la publicidad y el cine. Y entramos en una etapa de la historia que este hombre ha llamado Story Telling. Es decir, los medios nos cuentan una Historia que explica y justifica todas las acciones que cometen en nombre de sagrados supuestos como la Democracia, la Libertad, los Derechos del Hombre, la Lucha Contra la Injusticia y la Miseria, pero por detrás de esas llamativas pancartas se desarrolla la auténtica miserable Historia, que solo habla de intereses petrolíferos, mineros, de posicionamiento estratégicos, siempre con fines meramente económicos; multinacionales asegurando el conveniente flujo libre de capitales, la disponibilidad a bajos precios de los recursos, la franquicia de las zonas de mercado, etc. Y entonces se produjo una reacción inesperada, el ataque a las Torres Gemelas.
Entramos en una etapa de la Creación de la Historia a partir de imágenes que se interpretaban circunstancialmente según los intereses, siempre esgrimidas como pruebas irrefutables de la verdad del razonamiento proclamado en ese momento, imágenes icónicas que son reutilizadas desvergonzadamente para fines contrarios. Lo que lleva al desprestigio de la imagen como verdad objetiva, el abuso de información para sepultar la verdad. Todo un despliegue encaminado a mantener el estatus de aquel sistema que de pronto se había visto amenazado en su mismo centro y que ponía en cuestión si estabilidad, su perfección. Se inventa la Historia para evitar enfrentar la realidad que pone en cuestión las razones que fundamentan el estatus que pretenden conservar (¿el fin de la Historia?) Para aumentar la confusión, también los que se oponen al sistema emplean las mismas armas (la gran herramienta neutra de Internet) que el sistema ha creado para perpetuarse, en contra suya. Y también crean Historia que desprestigia al sistema y revisan la Historia divulgada por el sistema mostrándola desde nuevas perspectivas que debilitan la inevitabilidad de ese proceso que ha culminado con el liberalismo.
El sistema emplea todos los medios para darse validez, tal vez las propias «crisis» alimentarias o pandemias (SIDA, vacas locas, la crisis aviar, el Évola) sean despliegues apocalípticos para sembrar el miedo, para luego salir a salvar a la Humanidad gracias a los avances tecnológicos y científicos que no podían haberse logrado en otros sistemas alternativos, o con las propuestas de rechazo que se levantan en su contra. O tal vez sean «errores» inevitables del progreso –que siempre ocurren en el extrarradio, que es donde se realizan los experimentos más arriesgados.
Y llega la crisis de 2008 y en 2011 los levantamientos ciudadanos, 25N en España seguido de La Primavera Árabe, que ya es considerado sin dudas como otro hito histórico (se duda todavía de la profundidad de las revueltas en España, qué consecuencias relevantes traerán, pero indudablemente han ocurrido cambios en los países árabes). En un principio se han querido vender, otra vez el sistema demostrando que todo tiende hacia el modelo occidental, como un reventón de las contradicciones del mundo musulmán que derivaría hacia una adopción universal del sistema Democrático, como única y definitiva (¿el fin de la Historia?) forma política, pero lo que está ocurriendo es una polarización entre los que creen en esa occidentalización como superación definitiva de los problemas y los que reaccionan contra ella poniendo en cuestión las ¿supuesta? Democracia como sistema político ideal.
Es decir, que andamos en unos tiempos convulsos muy interesante de reacción que ponen en cuestión el hasta ahora infalible –a la manera de la opinión del Papa– modelo occidental, el liberalismo económico. Se habla de un estado de excepción del cual no se percibe qué puede brotar, si el paso atrás de los radicales musulmanes, el mantenimiento de estatus quo del capitalismo liberal o un alternativo paso lateral que parecen proponer la cada vez más pujante, aunque todavía poco definida, reacción occidental antisistema.
Asistí ayer a la conferencia de Fernando Castro Flores en torno a la exposición Lecciones de Historia que está actualmente expuesta en el CAAM. A continuación mi relato de la conferencia a partir de las notas que pude tomar más lo que a mí se me haya ocurrido añadir creyendo que es de eso de lo que hablaba. Es decir, no puede tomarse como un resumen, sino como el poso que a mí me queda de todo lo que este hombre contó allí.
-O-
Pues el hombre empezó con Fukuyama, este pavo que en los ochenta escribió un artículo asegurando que Occidente ya había llegado al final de la Historia y que a partir de ese momento se quedaría instalado en el liberalismo económico ya para siempre. (En aquel año ocurría la caída del muro de Berlín, que fue una consecuencia de la Perestroika en la cual se basaba el japomericano para dictar el fracaso definitivo de la propuesta marxista). Que todos los demás que aún no habían alcanzado nuestro estado de bienestar acabarían haciéndolo si no es que se quedaban empantanados en la Historia, como le sucedía a la mayor parte de África y también a Sud y Centro américa, amén de los países árabes. Habló de la Raynd Fundation, un foco del pensamiento objetivista que es por lo visto ese pensamiento práctico que ostentan las élites ejecutivas y directivas de las grandes corporaciones y frecuentadores de Wall Street y que básicamente consiste en que el único objetivo sensato es la obtención de poder en todos los sentidos, dinero, casi siempre, y que para alcanzar ese objetivo cualquier medio es legítimo; así, los que ganan están del lado bueno de la Historia mientras que los que sufren las consecuencias de esa victoria están del lado del pantano, y se merecen su situación por no haber sido capaces de imponerse. Es gracioso (lo gracioso es que el mismo tipo comprende que es incapaz de fundamentar esta razón de perfección) que el mismo tipo crea que este fin de la historia es como un fundido en blanco ya para siempre eterno y aburrido, sin motivaciones, plano, sin objetivos más allá que mantener la situación, pues no hay más allá perfectible que esto. Como consecuencia no habrá arte, que es exploración y ensanchamiento de los límites, pues el liberalismo económico y el estado que genera es como una pradera infinita; ya no habrá filosofía que es explicación y comprensión de los conflictos, pues no habrá conflictos relevantes que resolver puesto que no hay alternativas a las que acudir para mejorar lo imperfectible.Pero ocurrieron cosas que pusieron en cuestión esta perfección. Ocurrió lo de la Guerra Mediática de Irak. La tramposa lucha contra el terrorismo que fue realizada como una campaña publicitaria desplegada con toda la tecnología desarrollada por la publicidad y el cine. Y entramos en una etapa de la historia que este hombre ha llamado Story Telling. Es decir, los medios nos cuentan una Historia que explica y justifica todas las acciones que cometen en nombre de sagrados supuestos como la Democracia, la Libertad, los Derechos del Hombre, la Lucha Contra la Injusticia y la Miseria, pero por detrás de esas llamativas pancartas se desarrolla la auténtica miserable Historia, que solo habla de intereses petrolíferos, mineros, de posicionamiento estratégicos, siempre con fines meramente económicos; multinacionales asegurando el conveniente flujo libre de capitales, la disponibilidad a bajos precios de los recursos, la franquicia de las zonas de mercado, etc. Y entonces se produjo una reacción inesperada, el ataque a las Torres Gemelas.
Entramos en una etapa de la Creación de la Historia a partir de imágenes que se interpretaban circunstancialmente según los intereses, siempre esgrimidas como pruebas irrefutables de la verdad del razonamiento proclamado en ese momento, imágenes icónicas que son reutilizadas desvergonzadamente para fines contrarios. Lo que lleva al desprestigio de la imagen como verdad objetiva, el abuso de información para sepultar la verdad. Todo un despliegue encaminado a mantener el estatus de aquel sistema que de pronto se había visto amenazado en su mismo centro y que ponía en cuestión si estabilidad, su perfección. Se inventa la Historia para evitar enfrentar la realidad que pone en cuestión las razones que fundamentan el estatus que pretenden conservar (¿el fin de la Historia?) Para aumentar la confusión, también los que se oponen al sistema emplean las mismas armas (la gran herramienta neutra de Internet) que el sistema ha creado para perpetuarse, en contra suya. Y también crean Historia que desprestigia al sistema y revisan la Historia divulgada por el sistema mostrándola desde nuevas perspectivas que debilitan la inevitabilidad de ese proceso que ha culminado con el liberalismo.
El sistema emplea todos los medios para darse validez, tal vez las propias «crisis» alimentarias o pandemias (SIDA, vacas locas, la crisis aviar, el Évola) sean despliegues apocalípticos para sembrar el miedo, para luego salir a salvar a la Humanidad gracias a los avances tecnológicos y científicos que no podían haberse logrado en otros sistemas alternativos, o con las propuestas de rechazo que se levantan en su contra. O tal vez sean «errores» inevitables del progreso –que siempre ocurren en el extrarradio, que es donde se realizan los experimentos más arriesgados.
Y llega la crisis de 2008 y en 2011 los levantamientos ciudadanos, 25N en España seguido de La Primavera Árabe, que ya es considerado sin dudas como otro hito histórico (se duda todavía de la profundidad de las revueltas en España, qué consecuencias relevantes traerán, pero indudablemente han ocurrido cambios en los países árabes). En un principio se han querido vender, otra vez el sistema demostrando que todo tiende hacia el modelo occidental, como un reventón de las contradicciones del mundo musulmán que derivaría hacia una adopción universal del sistema Democrático, como única y definitiva (¿el fin de la Historia?) forma política, pero lo que está ocurriendo es una polarización entre los que creen en esa occidentalización como superación definitiva de los problemas y los que reaccionan contra ella poniendo en cuestión las ¿supuesta? Democracia como sistema político ideal.
Es decir, que andamos en unos tiempos convulsos muy interesante de reacción que ponen en cuestión el hasta ahora infalible –a la manera de la opinión del Papa– modelo occidental, el liberalismo económico. Se habla de un estado de excepción del cual no se percibe qué puede brotar, si el paso atrás de los radicales musulmanes, el mantenimiento de estatus quo del capitalismo liberal o un alternativo paso lateral que parecen proponer la cada vez más pujante, aunque todavía poco definida, reacción occidental antisistema.