Después de las últimas lecturas, más bien relecturas, tengo que admitir que no recuerdo nada de lo que he leído en la juventud. Es decir, sí que recuerdo haberlo leído, e incluso recuerdo la buena impresión que me causó. Pero no recuerdo de qué trataba la historia ni por qué me causó buena impresión. Este es uno de esos casos, Los Puercos de Circe. Vagamente recordaba que era una novela urbana, de ambiente contemporáneo, que transcurría en Sta. Cruz deTenerife. Poco más. Era novedosa porque entonces yo estaba conociendo la literatura canaria, a comienzos de los ochenta; y porque hasta entonces apenas había leído relatos que transcurrían en el pasado (Antípodos, otra relectura pendiente, o Alonso Quesada con sus Crónicas de la ciudad y de la noche) o de ambiente rural u onírico (aquel primer libro de literatura canaria contemporánea que me regalaron mis padres compilado por Victor Ramírez y Rafael Franquelo). La primera novela netamente urbana canaria que recuerdo leer y también he olvidado es Catalina Park, de Orlando Hernández y si mal no recuerdo (y ya he declarado que sí que recuerdo mal) la segunda fue esta.
Después de leer el prólogo-análisis de Puercos... (Antonio Alonso), poca vergüenza debo tener para intentar hablar yo de esta novela, pues ahí ya está todo dicho. Mucho más, me temo, de lo que yo he sido capaz de extraer. No obstante, afrontemos la desvergüenza.
No hay exactamente una historia, es decir, una anécdota, sino un transcurrir de los personajes. Y lo que hacen y dicen es lo que hacemos y decimos todos cuando salimos y nos vemos con los amigos por la calle, en el bar, en clase, en reuniones de familiares. Quiero decir que no hay hitos narrativos por alcanzar que se vayan desarrollando en el movimiento y las acciones de los personajes. No es más importante para la narración lo que dicen más adelante que lo que han dicho antes. Todo parece tan natural, tan de conversación cotidiana. Solo que estos personajes están representando grupos sociales específicos. Sobre todo clase media alta, ejecutivos, empresarios, y estudiantes universitarios. También hablamos, esencialmente, de hombres, porque las mujeres quedan en un segundo plano, meramente complementarias: las esposas de, las prostitutas, las chicas con las que se intenta ligar. La única que llega a tener voz propia, vaya por dios, es la que muere al final.
Los grupos son presentados por separado. Podemos hablar de historias paralelas si es que contaran algo. Pero lo único que cuenta es cómo se reúnen y charlan de banalidades que apenas nos dicen nada de ellos, de sus vidas, de sus ideas o proyectos. Se distinguen unas de otras por el conjunto de personajes que participan, que ni siquiera se solapan. Sin embargo las historias son entremezcladas, se nos van presentando en secciones alternadas de modo que ninguna de esas historias parece destacarse sobre las demás. Uno tiene que ir adivinando a medida que lee en qué historia está. No es ejercicio difícil una vez aprendidos los nombres de los personajes.
Se siguen, sin embargo, bien las historias, confiando en la memoria. Dos estudiantes un domingo por la tarde sin otra cosa que hacer que beber de bar en bar, y hablar, principalmente de literatura y de chicas. Parejas que se reúnen en casa de unos a charlar y beber un viernes por la noche. Los ejecutivos que se corren una juerga el domingo sin haber descansado aún de la del sábado que tampoco habían descansado la del viernes. El chico que consigue ligar con una extranjera. Al final algunos de los personajes confluyen en un único suceso traumático que formalmente le da unidad todo el conjunto disperso.
Predomina la tercera persona pero muy personalizada muchas veces, poco neutral, sabemos que estamos en el punto de vista de alguien, no en un narrador invisible y omnisapiente. Otras veces es un flujo de pensamiento y además de por la primera persona lo adivinamos por una cierta confusión, repetición, inacabamiento de algunas frases. Las conversaciones no son presentadas de manera explícita, sino de forma indirecta y entremezcladas, en ocasiones incluyendo «ruido» ambiente que hace complicado atender a lo que está pasando. Entiendo que cuando lo que se narra no tiene la suficiente complejidad uno debe compensar por el lado del estilo, de la forma, de la presentación. Y de algún modo el estilo refleja el caos y la confusión de una conversación habitual entre varios donde se van mezclando las voces de unos y de otros.
Adónde nos lleva todo esto. ¿Qué es lo que pretendía el autor? ¿Cuál es la razón de esta novela?
Podría ser entendida como un retrato de unas clases sociales, más o menos bien situadas, durante una determinada época de esa ciudad, que es Santa Cruz de Tenerife. El prologuista habla de un retrato más bien amargo, infructuoso, en el sentido de que los personajes parecen simplemente dar vueltas sobre sí mismos sin ningún tipo de aspiraciones. Hasta los estudiantes son mostrados de esa manera con sus actitudes tan cínicas, tanto con respecto a los estudios que realizan como con respecto a los movimientos comprometidos a los que asisten sin ninguna convicción.
Hay, durante todo el tiempo, una conciencia, más bien constatación, de la inutilidad de sus existencias y tal vez, en ese final traumático se muestre, mínimamente, una conciencia de esa tragedia, pero es solo una reacción a lo inesperado de la situación, a la rotura del continuo en el que creían estar acomodados para siempre. No aparece la amargura, la sensación de limitación o de truncamiento de perspectivas que veíamos en las novelas que he comentado anteriormente (Tubalcaín, Cerveza de grano rojo, Tristeza sobre un caballo blanco), no; estos personajes no tienen perspectivas ni ilusiones, simplemente están mientras nada estorbe ese estar. El suceso final de algún modo está para revelar la fragilidad de ese estar.
Todo depende de las razones por las que uno lea. Hay quien lee para entretenerse; hay quien lee para saber lo que dice y cómo lo dice; hay quien lee porque hay que leer; y así podemos encontrar muchas razones para leer. Para algunas de esas razones esta novela es una buena novela y para otras es soberanamente aburrida y sin sentido. Yo la he releído porque una vez la leí y me gustó (o eso recordaba) y pensé que me volvería a ocurrir. No ha estado mal la experiencia. Esta vez la he leído con mayor conciencia, pero no sé si eso es importante, solo que la he comprendido mejor, o de otra manera, aunque probablemente la habré disfrutado menos. En la juventud con un roce ya me ponía cachondo y con una sugerencia se me disparaba la imaginación. Supongo que hay cosas que se pierden y cosas que se ganan. Pero no creo que en ello haya compensación. Lo que se ha tenido y se pierde es pérdida por más que recibas a cambio, que apenas es esta lucidez tan apagada de que disfruto en la madurez.
Pd: ¡Ah, claro!, esos puercos eran los amigos de Ulises cuando llegaron a la isla de Circe. Se acomodaron y ya no deseaban regresar a casa. Entonces fue cuando la diosa los convirtió en cerdo. Por eso en Tenerife el plato estrella es carne fiesta, es decir cerdo frito; sin menospreciar las costillitas sancochadas con papas y millo.
Buena reseña en la que has colado un párrafo final que es una obra literaria propia. ¡Menudo regalo! Voy a ver si me puedo hacer con un ejemplar y no está descatalogado.
ResponderEliminarMe la agencié y la leí. Me parece una buena novela. Me parece un trabajo literario serio y maduro. La forma usada, a través de diferentes voces y fragmentos que van dando escenas como flashes, escapa de lo más convencional y supone un riesgo que el autor asume y sortea con éxito. Me cansa un poco el exceso, a mi juicio, de enumeraciones. Hay una crítica a una sociedad lamentable en cuanto a que el acomodamiento (desde el título es evidente) de los personajes a su vida burguesa no es inocente, sino a cambio de un olvido culpable. En este sentido, las referencias, escasas pero imprescindibles a Fyffes me parecen clave. ¿La novela tiene un afán crítico? Me parece evidente. ¿Estamos ya en esas? ¿Se estaba y era necesario en 1973? Eso sí que se me escapa. Yo en 1973 tenía 3 años. Seguro que alguien que puede hablar de esta novela en su contexto cronológico (además del autor, claro) y que tenemos más o menos a mano es Emilio González Déniz.
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