Presentaciones de libros a las que asisto y otras cosas relacionadas.
viernes, 9 de diciembre de 2016
domingo, 4 de diciembre de 2016
Salir Rana, de Pedro flores
Presentose en el Domingo Rivero -nunca excesivamente alabados don José Rivero y Elisa Quintana por su inquebrantable generosidad para con la actividad cultural de esta ciudad- el viernes 2 de diciembre, el libro Salir Rana de Pedro Flores. En el rincón contrario, con chaqueta azul y pantalón largo, el campeón de la novela negra, Alexis Ravelo. Aunque Kid Fracaso no tiene acomodo en este combate, asiste como observador paciente desde las páginas del libro, así como abuelas, fakires, niñas, tios, el mismo Kenedy, Quevedo, un violinista del Titanic y una porción más de individuos de la más variada calaña.
Estaban los dos celebrantes como si hubieran venido a su primera comunión. Alexis Ravelo con chaqueta, y poco le faltaba para llevar una corbata, en el bolsillo, por lo menos, y Pedro Flores sorprendentemente circunspecto.
Según aclaró Alexis, no era para menos, se trata de una antología de la poesía de Pedro Flores seleccionada por un eximio poeta, Vicente Gallego (no quiero pasar por culto, así que he de confesar que sé que es eximio porque como a tal se le ensalzó, no porque yo lo conozca) para un importante editorial, Renacimiento (misma nota anterior). Esto viene a significar poco más o menos que a un humilde escritor de estas islas, que habla de cosas populares como la muerte de una hermanita desde la voz de un niño, o de los zapatos de un su abuelo, a quien le interesan todas las vidas y no solo las de los que hacen barrabasadas gordas para salir en los libros de historia, a un, repito, humilde escritor como este se le presta atención más allá de nuestras acuáticas fronteras. Ciertamente no se le hace una antología a cualquiera. Para que te hagan una antología tienes que ser un alguien, y tanto Pedro como Alexis ya se han labrado con suficiente meritaje su algunez en el mundo.
Habló Alexis de los tiempo de la Plazuela de las Letras, publicación en la que unos cuantos de los que hoy tienen nombres en las portadas de un buen montón de libros empezaron a flirtear con la literatura, entre ellos, por supuesto, estos dos, que se declaran mútua admiración, y hasta envidia malsana, confiesa Alexis, por la facilidad con que Pedro es capaz de poetizar la cotidianeidad, utilizar la literatura para escapar de la grisura de unos tiempos que la miseria económica y la necesad política no permitían vestir de colores. Ambos declaran unos orígenes proletarios y hasta algo difíciles, para superar los cuales aquella sensual y fantasiosa señora les señaló el camino, si no de escapar, al menos de enfrentarlos con mejores armas. Hoy resulta evidente tanto en la poesía de Pedro como en la novela de Alexis, que aquellos orígenes no solo no han sido olvidados, sino que tampoco han sido, por decirlo así, traicionados, y ambas sus obras están siempre recordando, reivindicando y denunciando situaciones que, aunque largos años han transcurrido, no han dejado de apestar nuestra sociedad y seguir desgraciando aún muchas vidas no por la ineficacia de quienes tienen capacidad de ponerles remedio, sino precisamente debido a su eficacia para seguir manteniéndolas, y aún empeorar, esas condiciones de miseria
El libro de Pedro, Salir Rana, título que se extrae de uno de los poemas antologados, es un extracto de toda su obra, no solo hasta el momento, sino de un próximo futuro, pues su última parte, El Don de la Pobreza, corresponde a un hipotético volumen aún sin publicar, del cual, Pedro, supongo que como de hijo más reciente, se encontraba particularmente satisfecho, según dio a entender.
Finalizó el acto con la selección y lectura de algunos de estos poemas, que quise grabar pero mi torpeza tecnológica me traicionó en el propósito, lo que me dejó desangelado porque si hay poeta que sepa ponerle voz y tono a sus propios poemas ese es Pedro Flores, y disponer de una grabación pirata en directo de una de estos recitales podría reportarme en el futuro sustanciosos beneficios. Si yo fuera de esos que comercia con productos literarios.
jueves, 1 de diciembre de 2016
El tren delantero, Emilio González Déniz
Presentaba ayer libro Emilio González Déniz, yo diría que ahora mismo en esta ciudad uno de los capo di capi del mundillo literario local. Un hombre con fama de memoria prodigiosa, incansable contador de anécdotas y cinéfilo apasionado. Todo ello se pudo notar en un momento u otro del acto de presentación de su última novela El tren delantero (Ed. Mercurio).
Viene esta novela con el marchamo (antes se usaba mucho esta palabra) de «novela erótica». Niega, sin énfasis, Emilio, que lo sea, al menos novela erótica al uso: “sale dos veces la palabra felación y una sola vez la palabra vagina” argumentó irónicamente para validar esta negativa.Me hace gracia eso de catalogar las novelas por el número de veces que se incluyen determinado grupo de palabras. Cuánto facilitaría eso la labor a los editores tan aficionados a las categorías, y también a los académicos, que acabarían de una vez por todas con las ambigüedades. Para que sea novela erótica tiene que contener mas de cinco veces la alusión a un órgano sexual en un tono coloquial: “polla, coño, tetas, etc”, también deben aludirse más de cinco veces a alguna modalidad de práctica sexual admitida por el diccionario académico de modalidades de prácticas sexuales aprobado por la Comisión de Vocabulario Procaz y Sicalíptico de la Real Academia Española de la Lengua (CVPSRAE)...etc.
Parece que la afición, de novela erótica a esta novela, le viene de nacimiento. Teresa Iturriaga, una de las que acompañan al autor en el estrado, siendo la otra la editora Guadalupe Martín (editora -ATTK-, pero de la versión electrónica del libro, que esta edición en papel viene firmada por Jorge Liria -Mercurio /Anroart-, presente también en la sala), le sugirió en algún momento que intentara un relato erótico para participar en un concurso literario, y Emilio, que ya disponía de algún material almacenado, se puso a la tarea de juntar, reordenar y completar ese material. Ese es el origen de esta novela que culmina, aunque no creo que finalice, la larga lista de obras de nuestro autor, “docena y media”, en concreto, según propias palabras.
¿De qué trata la novela? Pues ahí estuvieron un poco ambiguos. Descartado ya que fuera exactamente una novela erótica, se sugirió que también tenía unos tintes policíacos, se insinuó que adoptaba un tono conversacional y la explicación concreta de Emilio es que su novela trataba sobre la libertad. Quise entender que esa libertad a la que hace referencia no es la libertad que podríamos llamar «política», sino una aún más difícil de alcanzar que es la libertad personal de elegir el modo de vivir la propia vida. Y hay que resaltar también que, como en casi todas las novelas del autor, referida a la vida de una mujer, género que, declara, le parece mucho más fascinante que el masculino que, a su juicio, resulta más plano, menos interesante de novelar.
Me distraigo observando a vista de pájaro el interior del libro. Se echa de menos muchas veces una descripción física del objeto en cuestión en estas reseñas. Pues puedo decir que se trata de un volumen modesto, es decir, pequeñín; unos sesenta folios dice el autor que le llevó escribir esta novela. La portada también es discreta y elegante: fondo blanco, con la fotografía de una caja de madera decorada artísticamente con un motivo llavero, (es que hay una llave). Puedo añadir, casi absurdamente, que está dividido en capítulos como es usual en la mayoría de los libros en general de este mundo todo, salvo algún extravagante que decide dividirlo en trancos, o algún otro que no los divide en nada. Pues si uno se fija, cada capítulo tiene dos tipografías, una normal y la otra negrita. ¡Humm! Esto sí que es misterioso. Prestemos nuevamente atención a lo que se dice en el estrado. Parece ser que en la conversación que tienen la mujer protagonista y el policía, se inmiscuye una tercera persona, una narradora de cuentos, cuyas, precisamente, narraciones, son esos trechos en negrita que finalizan la mayoría de los capítulos. Ya está resuelto el misterio. Y ya está añadido el tercer personaje, la narradora. (Como no he leído aún el libro no me sé los nombres) Queda, por lo visto, un cuarto personaje ausente. Sí, ese tipo de personajes que de tanto no estar, están todo el rato.
Y ya está todo dicho, “ite misa est”, que sentenció Emilio para finalizar.
P.D. Pero yo he de añadir que me pareció un acierto esa categorización o escala de los escritores que propuso el autor. Según su juicio, hay prosistas, es decir, personas que escriben prestando mucha atención a las palabras que utilizan, a su significado preciso en el contexto determinado que van a ocupar y en la frase exacta en que deben estar integradas; ejemplo de prosistas, los notarios, cuya falta de precisión tiene implicaciones legales para sus clientes. Después tenemos a los narradores, que son los que tienen dotes para narrar, para contar historias, y que si, además, son unos prosistas, pues van a ser capaces de redactarlas con exacta precisión, el matiz adecuado y el ritmo que conviene. Por último están los novelistas, estos serían los que tienen capacidad para crear mundos, para evocar o inspirar ambientes. Emilio los sitúa en lo alto de la escala, es decir, que para ser un buen novelista debes haber ascendido convenientemente sin saltarte ningún escalón. Naturalmente considera al buen novelista una especie rara, entre la que citó a Thomas Mann o a Dostoievski (aunque a Dostoievski lo citó más en relación a otra disquisición: aquella en la que hacía referencia al autor de Doctor Zhivago, que dicen que decía que para ser un buen novelista había que ser un buen poeta, y, aunque muchos interpretaron que lo decía solo porque él era poeta, Emilio quiso interpretar que solo si eres un buen poeta puedes haber conseguido ser un buen novelista y que la condición de poeta no la da el ser capaz de escribir frases solo hasta la mitad del ancho del folio (esta metástasis, o como se diga,es mía) … y ya me perdí, cierro paréntesis). Modestamente, él se situó en la mitad de la escala, considerándose meramente un narrador y sin aspiraciones a alcanzar más altas cotas. Porque lo que no debe hacer uno es emperrarse en lo que no sabe hacer, es más sabio mejorar en lo que sabes y cuando te veas en disposición, dar el siguiete pasito. Algo así vino a concluir poco más o menos. Y exactamente así concluyo yo.
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