Presentaciones de libros a las que asisto y otras cosas relacionadas.
viernes, 9 de diciembre de 2016
domingo, 4 de diciembre de 2016
Salir Rana, de Pedro flores
Presentose en el Domingo Rivero -nunca excesivamente alabados don José Rivero y Elisa Quintana por su inquebrantable generosidad para con la actividad cultural de esta ciudad- el viernes 2 de diciembre, el libro Salir Rana de Pedro Flores. En el rincón contrario, con chaqueta azul y pantalón largo, el campeón de la novela negra, Alexis Ravelo. Aunque Kid Fracaso no tiene acomodo en este combate, asiste como observador paciente desde las páginas del libro, así como abuelas, fakires, niñas, tios, el mismo Kenedy, Quevedo, un violinista del Titanic y una porción más de individuos de la más variada calaña.
Estaban los dos celebrantes como si hubieran venido a su primera comunión. Alexis Ravelo con chaqueta, y poco le faltaba para llevar una corbata, en el bolsillo, por lo menos, y Pedro Flores sorprendentemente circunspecto.
Según aclaró Alexis, no era para menos, se trata de una antología de la poesía de Pedro Flores seleccionada por un eximio poeta, Vicente Gallego (no quiero pasar por culto, así que he de confesar que sé que es eximio porque como a tal se le ensalzó, no porque yo lo conozca) para un importante editorial, Renacimiento (misma nota anterior). Esto viene a significar poco más o menos que a un humilde escritor de estas islas, que habla de cosas populares como la muerte de una hermanita desde la voz de un niño, o de los zapatos de un su abuelo, a quien le interesan todas las vidas y no solo las de los que hacen barrabasadas gordas para salir en los libros de historia, a un, repito, humilde escritor como este se le presta atención más allá de nuestras acuáticas fronteras. Ciertamente no se le hace una antología a cualquiera. Para que te hagan una antología tienes que ser un alguien, y tanto Pedro como Alexis ya se han labrado con suficiente meritaje su algunez en el mundo.
Habló Alexis de los tiempo de la Plazuela de las Letras, publicación en la que unos cuantos de los que hoy tienen nombres en las portadas de un buen montón de libros empezaron a flirtear con la literatura, entre ellos, por supuesto, estos dos, que se declaran mútua admiración, y hasta envidia malsana, confiesa Alexis, por la facilidad con que Pedro es capaz de poetizar la cotidianeidad, utilizar la literatura para escapar de la grisura de unos tiempos que la miseria económica y la necesad política no permitían vestir de colores. Ambos declaran unos orígenes proletarios y hasta algo difíciles, para superar los cuales aquella sensual y fantasiosa señora les señaló el camino, si no de escapar, al menos de enfrentarlos con mejores armas. Hoy resulta evidente tanto en la poesía de Pedro como en la novela de Alexis, que aquellos orígenes no solo no han sido olvidados, sino que tampoco han sido, por decirlo así, traicionados, y ambas sus obras están siempre recordando, reivindicando y denunciando situaciones que, aunque largos años han transcurrido, no han dejado de apestar nuestra sociedad y seguir desgraciando aún muchas vidas no por la ineficacia de quienes tienen capacidad de ponerles remedio, sino precisamente debido a su eficacia para seguir manteniéndolas, y aún empeorar, esas condiciones de miseria
El libro de Pedro, Salir Rana, título que se extrae de uno de los poemas antologados, es un extracto de toda su obra, no solo hasta el momento, sino de un próximo futuro, pues su última parte, El Don de la Pobreza, corresponde a un hipotético volumen aún sin publicar, del cual, Pedro, supongo que como de hijo más reciente, se encontraba particularmente satisfecho, según dio a entender.
Finalizó el acto con la selección y lectura de algunos de estos poemas, que quise grabar pero mi torpeza tecnológica me traicionó en el propósito, lo que me dejó desangelado porque si hay poeta que sepa ponerle voz y tono a sus propios poemas ese es Pedro Flores, y disponer de una grabación pirata en directo de una de estos recitales podría reportarme en el futuro sustanciosos beneficios. Si yo fuera de esos que comercia con productos literarios.
jueves, 1 de diciembre de 2016
El tren delantero, Emilio González Déniz
Presentaba ayer libro Emilio González Déniz, yo diría que ahora mismo en esta ciudad uno de los capo di capi del mundillo literario local. Un hombre con fama de memoria prodigiosa, incansable contador de anécdotas y cinéfilo apasionado. Todo ello se pudo notar en un momento u otro del acto de presentación de su última novela El tren delantero (Ed. Mercurio).
Viene esta novela con el marchamo (antes se usaba mucho esta palabra) de «novela erótica». Niega, sin énfasis, Emilio, que lo sea, al menos novela erótica al uso: “sale dos veces la palabra felación y una sola vez la palabra vagina” argumentó irónicamente para validar esta negativa.Me hace gracia eso de catalogar las novelas por el número de veces que se incluyen determinado grupo de palabras. Cuánto facilitaría eso la labor a los editores tan aficionados a las categorías, y también a los académicos, que acabarían de una vez por todas con las ambigüedades. Para que sea novela erótica tiene que contener mas de cinco veces la alusión a un órgano sexual en un tono coloquial: “polla, coño, tetas, etc”, también deben aludirse más de cinco veces a alguna modalidad de práctica sexual admitida por el diccionario académico de modalidades de prácticas sexuales aprobado por la Comisión de Vocabulario Procaz y Sicalíptico de la Real Academia Española de la Lengua (CVPSRAE)...etc.
Parece que la afición, de novela erótica a esta novela, le viene de nacimiento. Teresa Iturriaga, una de las que acompañan al autor en el estrado, siendo la otra la editora Guadalupe Martín (editora -ATTK-, pero de la versión electrónica del libro, que esta edición en papel viene firmada por Jorge Liria -Mercurio /Anroart-, presente también en la sala), le sugirió en algún momento que intentara un relato erótico para participar en un concurso literario, y Emilio, que ya disponía de algún material almacenado, se puso a la tarea de juntar, reordenar y completar ese material. Ese es el origen de esta novela que culmina, aunque no creo que finalice, la larga lista de obras de nuestro autor, “docena y media”, en concreto, según propias palabras.
¿De qué trata la novela? Pues ahí estuvieron un poco ambiguos. Descartado ya que fuera exactamente una novela erótica, se sugirió que también tenía unos tintes policíacos, se insinuó que adoptaba un tono conversacional y la explicación concreta de Emilio es que su novela trataba sobre la libertad. Quise entender que esa libertad a la que hace referencia no es la libertad que podríamos llamar «política», sino una aún más difícil de alcanzar que es la libertad personal de elegir el modo de vivir la propia vida. Y hay que resaltar también que, como en casi todas las novelas del autor, referida a la vida de una mujer, género que, declara, le parece mucho más fascinante que el masculino que, a su juicio, resulta más plano, menos interesante de novelar.
Me distraigo observando a vista de pájaro el interior del libro. Se echa de menos muchas veces una descripción física del objeto en cuestión en estas reseñas. Pues puedo decir que se trata de un volumen modesto, es decir, pequeñín; unos sesenta folios dice el autor que le llevó escribir esta novela. La portada también es discreta y elegante: fondo blanco, con la fotografía de una caja de madera decorada artísticamente con un motivo llavero, (es que hay una llave). Puedo añadir, casi absurdamente, que está dividido en capítulos como es usual en la mayoría de los libros en general de este mundo todo, salvo algún extravagante que decide dividirlo en trancos, o algún otro que no los divide en nada. Pues si uno se fija, cada capítulo tiene dos tipografías, una normal y la otra negrita. ¡Humm! Esto sí que es misterioso. Prestemos nuevamente atención a lo que se dice en el estrado. Parece ser que en la conversación que tienen la mujer protagonista y el policía, se inmiscuye una tercera persona, una narradora de cuentos, cuyas, precisamente, narraciones, son esos trechos en negrita que finalizan la mayoría de los capítulos. Ya está resuelto el misterio. Y ya está añadido el tercer personaje, la narradora. (Como no he leído aún el libro no me sé los nombres) Queda, por lo visto, un cuarto personaje ausente. Sí, ese tipo de personajes que de tanto no estar, están todo el rato.
Y ya está todo dicho, “ite misa est”, que sentenció Emilio para finalizar.
P.D. Pero yo he de añadir que me pareció un acierto esa categorización o escala de los escritores que propuso el autor. Según su juicio, hay prosistas, es decir, personas que escriben prestando mucha atención a las palabras que utilizan, a su significado preciso en el contexto determinado que van a ocupar y en la frase exacta en que deben estar integradas; ejemplo de prosistas, los notarios, cuya falta de precisión tiene implicaciones legales para sus clientes. Después tenemos a los narradores, que son los que tienen dotes para narrar, para contar historias, y que si, además, son unos prosistas, pues van a ser capaces de redactarlas con exacta precisión, el matiz adecuado y el ritmo que conviene. Por último están los novelistas, estos serían los que tienen capacidad para crear mundos, para evocar o inspirar ambientes. Emilio los sitúa en lo alto de la escala, es decir, que para ser un buen novelista debes haber ascendido convenientemente sin saltarte ningún escalón. Naturalmente considera al buen novelista una especie rara, entre la que citó a Thomas Mann o a Dostoievski (aunque a Dostoievski lo citó más en relación a otra disquisición: aquella en la que hacía referencia al autor de Doctor Zhivago, que dicen que decía que para ser un buen novelista había que ser un buen poeta, y, aunque muchos interpretaron que lo decía solo porque él era poeta, Emilio quiso interpretar que solo si eres un buen poeta puedes haber conseguido ser un buen novelista y que la condición de poeta no la da el ser capaz de escribir frases solo hasta la mitad del ancho del folio (esta metástasis, o como se diga,es mía) … y ya me perdí, cierro paréntesis). Modestamente, él se situó en la mitad de la escala, considerándose meramente un narrador y sin aspiraciones a alcanzar más altas cotas. Porque lo que no debe hacer uno es emperrarse en lo que no sabe hacer, es más sabio mejorar en lo que sabes y cuando te veas en disposición, dar el siguiete pasito. Algo así vino a concluir poco más o menos. Y exactamente así concluyo yo.
sábado, 26 de noviembre de 2016
La mujer de Lava
Asistí el jueves veinticuatror a la presentación de La Mujer de Lava, de José Miguel Junco Ezquerra.
Le flanqueaban en el banquillo Luis Junco, relacionado con la editorial La Discreta, Evelyn de Lezcano, poeta, y Pedro Flores, señor acatarrado.
Sinceramente desconocía a Jose Miguel Junco como poeta. No como persona existente en el mundo porque acudo con cierta frecuencia al Domingo Rivero y los que acudimos al Domingo Rivero somos un grupo bastante acotado, aunque amplio. Sabía que escribía poesía, y sabía que tenía una partida de publicaciones y he asistido a muchas presentaciónes que en las que él oficiaba de introductor de la obra, pero no recuerdo haberme acercado a ninguna de sus propias obras, tal vez sí que haya leído algo suelto alguna vez, pero lamentablemente no lo recuerdo.
Me pareció protocolaria aunque de rigor, la intervención de Luis Junco, hablando de la editorial La Discreta, que me parece un proyecto de lo más interesante y que es, probablemente el destino de toda aspiración editora a pequeña escala. Y que, por cierto nos devuelve a tiempos anteriores en los que antes de empezar cualquier proyecto había que conseguir una colección de suscriptores que se comprometieran, contante y sonantemente, con la idea. Actualmente, con el crowfunding, se retoma este modo de hacer, solo que de una manera más anónima utilizando para ello las redes y su capacidad poner en contacto a personas que no se van a relacionar nunca.
Evelyn lezcano leyó un breve estudio de la obra de don Jose Miguel que me pareció algo envarado porque a mí me da la impresión que hay un lenguaje para orar (hablar) y un lenguaje diferente para leer y que cuando se lee en voz alta ante un auditorio un texto que pretende ser informativo, no poético o lúdico en general, sino tratando de explicar cosas, este lenguaje debe ser claro, pero también coloquial, sencillo, sin florituras. Yo creo que muchas veces, en la crítica literaria, se pretende hacer más literatura que en la propia obra literaria que se está criticando.
No obstante destaco de entre sus palabras algunos aspectos descriptivos de la obra de Junco como: "Musicalidad y dominio del ritmo", "poesía con rasgos existenciales", "intimista", "confesional".
La intervención de Pedro Flores, aunque también fue leída, con las salpicaduras que inevitablemente introduce él comentando cualquier cosa que le viene a la cabeza, responde más a esta idea mía de habla coloquial.
Recordó Pedro Flores los tiempos primeros del autor, que debieron andar allá por los finales de los setenta. Mencionó, creo que inevitablemente, los conflictos generacionales y algo que me llamó la atención, una cierta "generación ignorada" por no haber sido incluida, precisamente en ninguna generación, que es donde enmarca precisamente a Luis Junco, o a Teodoro Santana. Poetas que "ocuparon cierto eslabón perdido" que el propio Pedro Flores y sus coetáneos que se iniciaban en las artes literarias de aquellos primeros noventa, percibía que faltaba en esas categorizaciones generacionales a las que por otra parte les tiene tan poca fe.
Señala a Luis Junco como un igual, es decir, alguien con sus mismas inquietudes poéticas, de los que no puede decirse que cada libro abra o cierre nada, sino que son un tránsito en un proceso de búsqueda, de gestión de "una fértil insatisfacción".
Por mi parte, ya terminado el acto, y después de escuchar leer al propio autor algunos de sus poemas, sentí esa sensación que muchas veces me suele acometer cuando me doy cuenta de que he estado ignorando algo de cierta importancia que ocurría a mi lado y de pronto me despierto a su existencia. Donde he estado yo este tiempo, me suelo preguntar en esas ocasiones.
He descubierto a un poeta, y eso es lo importante, un poeta que no escribe raro, que dice cosas que puedo entender, un poeta que a veces me emociona y que a veces me hace reflexionar sobre las cosas del mundo, y cuyos poemas me resultan familiares. Supongo que hoy he ganado algo.
viernes, 18 de noviembre de 2016
Antolín Dávila en la Biblioteca Pública con Daniel María
Pues acerté a «caer» ayer, jueves 17 de noviembre del presente, por la Biblioteca Pública y caí tan bien que coincidí con la primera sesión de un ciclo que tienen allí organizado llamado “Entre palabras”, cuyo propósito declarado es el de traer a escritores insulares y aplicarles un tercer grado con la intención de que confiesen todos sus secretos en lo que a su obra atañe. Hizo de comisario Daniel María, a quién no tenía el gusto de conocer, pese a su impresionante currículum del que apenas voy a destacar una mención en el premio Benito Pérez Armas, donde su libro El hombre que amó a Gene Tierney recibió un accésit en 2011.
El autor invitado era Antolín Dávila, del cual confieso haber leído apenas un solo libro, aunque reconozco su nombre desde hace muchos años, “desde los ochenta”, al parecer, en que empezó a publicar, y cuya La calle de la concordia (1989) resulta para mí la novela más mencionada, aunque la que yo he acertado, nunca mejor dicho, a leer fue Una rosa en la penumbra (2006), su última novela por el momento; e insistiendo en esto, porque, a pesar de los largos periodos de tiempo transcurridos desde la publicación de esta novela hasta hoy, y entre esta última y la anterior Alguien cabalga sobre su seno (1996), el autor no ha cerrado la fuente de su creatividad y continúa manando imparablemente, vertiendo, bien a los diarios locales cuando hay ocasión, bien a las gavetas cuando no la hay, cuentos que atesoran, tal vez, semillas de futuras novelas.
Me aburro de este tono tan rebuscado y me bajo un escalón para decir que pocas veces he disfrutado tanto en una de estas charlas con escritores. Y que le atribuyo el mérito tanto al propio autor, Antolín, que habla de su obra y de sus personajes como quien habla de parientes cercanos y de mucho trato, con familiaridad y cercanía, no como un dios creador distante y omnipotente, sino como quien se limita a observarlos hacer y deshacer por su cuenta y trata con ellos por la calle o en la cafetería tomándose un café. Tanto, decía, al autor como al moderador, Daniel María que a mi juicio realizó un trabajo previo exhaustivo sobre la obra de Antolín, ofreciéndonos un recorrido no solo nominal de sus novelas, sino analítico de contenidos, estilo y evolución del propio escritor que me resultó admirable. No deja de venirme a la cabeza aquellas memorables entrevista de A Fondo de Joaquín Soler Serrano y lamento que no hubiera una cámara que estuvieran grabando aquella entrevista o simplemente charla, porque sin duda creo que el resultado fue digno de conservar en memorias más estables y persistentes que las de los tres asistentes que acudimos en esta ocasión.
El ciclo "Entre Palabras" lleva teniendo lugar cuatro años a iniciativa de nuestro venerable gobierno autónomo, y moderado en todas sus sesiones por Daniel María. Iniciado en el 2013 han pasado por esta mesa, sin que, al parecer, mi ignorancia se hubiera dado por aludida en todo este tiempo: Victor Álamo de la Rosa, Santiago Gil, Víctor Conde, Pablo Martín Carvajal, Anelio Rodríguez Concepción, Octavio Pineda, Román Pérez, R. Alzala... solo mencionando los invitados en Las Palmas, pues también se celebra la misma actividad en Santa cruz de Tenerife.
lunes, 24 de octubre de 2016
Memorias de un desmemoriado: el crepúsculo de un escritor
El jueves 20 de octubre vino al museo Pérez Galdós Anna Caballé Masforroll a hablarnos de don Benito con la excusa de los 100 años de publicación de su Memorias de un desmemoriado.
Y lo cierto es que del libro se habló poco. Como se dice vurgarmente: lo pusieron a caldo. Que si superficial, que si texto circunstancial escrito por encargo para no sé que publicación periódica, que si más que memorias resultó un libro de impresiones de viaje. Definitivamente un fiasco como libro biográfico.
Pero se habló de Galdós, que es a lo que se va allí, no a admirar ciegamente, no a decir que todo lo que toca el maestro se vuelve oro literario, sino a recordarlo, a tenerlo en cuenta y a decir que si bien sus Memorias resultaron poco convincentes, toda su saga de Episodios Nacionales son la mejor memoria de la España del siglo diecinueve.
Y de toda ella, vino a apostar doña Anna, Cánovas, el último de sus episodios, encarna, mejor que las propias Memorias, el estado de ánimo de aquel anciano, casi ciego, mundialmente afamado, y sumido en la miseria, que por tres veces fue desbancado por algún otro, quizá tan digno como él, de la cátedra literaria del Nobel.
Y lo más indigno no fue que por tres veces erraran, tal vez, los dignos miembros de aquel consejo, sino que las razones de más peso para borrar su nombre de la lista de los autores más grandes - después de haberlo escrito a lápiz por si acaso, no como el de Bob Dylan, que lo escribieron a bolígrafo antes de comprobar y ya tuvieron que dejarlo - provinieron de la propia España de nuestros demonios. Pues al parecer aquellos señores se aseguraban previamente de que hubiera un cierto consenso a la hora de designar un nombre para el premio, y cuando mencionaban ese nombre en España se desataban todos los demonios, en particular los de la Iglesia Católica y Apostólica y además Romana, con la cual don Benito no tenía exactamente lo que se dice un buen llevar.
De ella y de otras instituciones no menos relevantes, como la Real Academia Española, a la cual el propio don Benito pertenecía, que le negó su apoyo casi al completo (4 despistados que consideraban a la letra N el mejor novelista de las Españas y su extinto imperio), se desataron tormentas de misivas hacia Estocolmo levantando airadas voces en contra de esta nominación.
Y tal suceso no ocurrió una vez (1912), ni dos veces(1913), sino tres (1915). Con lo cual tenemos el record mundial como país de intentos cumplidos de impedir que uno de nuestros grandes consiga un premio Nobel; a ver si algún otro paisillo del mundo está a la altura de esgrimir tales banderas... La altura del betún y hasta de las cloacas que es al parecer nuestra mayor afición.
Ya en Cánovas nos advertía don Benito que, en una especie de profecía dicha, en la época, la verdad, sin mucha imaginación, pues tales eran los mimbres con que se tejían los cestos entonces que no había manera que profetizar un futuro halagüeño para este país, que estábamos destinados a ser pasto de clases medias que se alineaban con los poderes que les escatimaban el pan y la sal, con los agiotistas y los salvapatrias, que les prometían con la sonriente faz mientras les robaban a manos llenas de los bolsillos, y ellos seguían sonriendo bobamente y temiendo al pueblo bárbaro e ígnaro que no se conformaba con su condición y pretendía, muestra de su barbaridad y su ignaridez, comer todos los días y aún esperar de mañana un mejor porvenir.
Pero veamos cómo lo dice exactamente a Tito Liviano su augusta Madre:
Y así, tan tristemente, concluyó poco más o menos la charla.
Y lo cierto es que del libro se habló poco. Como se dice vurgarmente: lo pusieron a caldo. Que si superficial, que si texto circunstancial escrito por encargo para no sé que publicación periódica, que si más que memorias resultó un libro de impresiones de viaje. Definitivamente un fiasco como libro biográfico.
Pero se habló de Galdós, que es a lo que se va allí, no a admirar ciegamente, no a decir que todo lo que toca el maestro se vuelve oro literario, sino a recordarlo, a tenerlo en cuenta y a decir que si bien sus Memorias resultaron poco convincentes, toda su saga de Episodios Nacionales son la mejor memoria de la España del siglo diecinueve.
Y de toda ella, vino a apostar doña Anna, Cánovas, el último de sus episodios, encarna, mejor que las propias Memorias, el estado de ánimo de aquel anciano, casi ciego, mundialmente afamado, y sumido en la miseria, que por tres veces fue desbancado por algún otro, quizá tan digno como él, de la cátedra literaria del Nobel.
Y lo más indigno no fue que por tres veces erraran, tal vez, los dignos miembros de aquel consejo, sino que las razones de más peso para borrar su nombre de la lista de los autores más grandes - después de haberlo escrito a lápiz por si acaso, no como el de Bob Dylan, que lo escribieron a bolígrafo antes de comprobar y ya tuvieron que dejarlo - provinieron de la propia España de nuestros demonios. Pues al parecer aquellos señores se aseguraban previamente de que hubiera un cierto consenso a la hora de designar un nombre para el premio, y cuando mencionaban ese nombre en España se desataban todos los demonios, en particular los de la Iglesia Católica y Apostólica y además Romana, con la cual don Benito no tenía exactamente lo que se dice un buen llevar.
De ella y de otras instituciones no menos relevantes, como la Real Academia Española, a la cual el propio don Benito pertenecía, que le negó su apoyo casi al completo (4 despistados que consideraban a la letra N el mejor novelista de las Españas y su extinto imperio), se desataron tormentas de misivas hacia Estocolmo levantando airadas voces en contra de esta nominación.
Y tal suceso no ocurrió una vez (1912), ni dos veces(1913), sino tres (1915). Con lo cual tenemos el record mundial como país de intentos cumplidos de impedir que uno de nuestros grandes consiga un premio Nobel; a ver si algún otro paisillo del mundo está a la altura de esgrimir tales banderas... La altura del betún y hasta de las cloacas que es al parecer nuestra mayor afición.
Ya en Cánovas nos advertía don Benito que, en una especie de profecía dicha, en la época, la verdad, sin mucha imaginación, pues tales eran los mimbres con que se tejían los cestos entonces que no había manera que profetizar un futuro halagüeño para este país, que estábamos destinados a ser pasto de clases medias que se alineaban con los poderes que les escatimaban el pan y la sal, con los agiotistas y los salvapatrias, que les prometían con la sonriente faz mientras les robaban a manos llenas de los bolsillos, y ellos seguían sonriendo bobamente y temiendo al pueblo bárbaro e ígnaro que no se conformaba con su condición y pretendía, muestra de su barbaridad y su ignaridez, comer todos los días y aún esperar de mañana un mejor porvenir.
Pero veamos cómo lo dice exactamente a Tito Liviano su augusta Madre:
«Hijo mío: cuando a fines del 74 te anuncié en una breve carta el suceso de Sagunto, anticipé la idea de que la Restauración inauguraba los tiempos bobos, los tiempos de mi ociosidad y de vuestra laxitud enfermiza. La sentencia de mi buen amigo Montesquieu, dichoso el pueblo cuya Historia es fastidiosa, resulta profunda sabiduría o necedad de marca mayor, según el pueblo y ocasión a que se aplique. Reconozco que en los países definivamente constituidos, la presencia mía es casi un estorbo, y yo me entrego muy tranquila al descanso que me imponen mis fatigas seculares. Pero en esta tierra tuya, donde hasta el respirar es todavía un escabroso problema, en este solar desgraciado en que aún no habéis podido llevar a las Leyes ni siquiera la libertad del pensar y del creer, no me resigno al tristísimo papel de una sombra vana, sin otra realidad que la de estar pintada en los techos del Ateneo y de las Academias.
La paz, hijo mío, es don del cielo, como han dicho muy bien poetas y oradores, cuando significa el reposo de un pueblo que supo robustecer y afianzar su existencia fisiológica y moral, completándola con todos los vínculos y relaciones del vivir colectivo. Pero la paz es un mal si representa la pereza de una raza, y su incapacidad para dar práctica solución a los fundamentales empeños del comer y del pensar. Los tiempos bobos que te anuncié has de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de lenta parálisis, que os llevará a la consunción y a la muerte.
Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose hipócritas en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación; no remediarán la esterilidad de las estepas castellanas y extremeñas; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. Fomentarán la artillería antes que las escuelas, las pompas regias antes que las vías comerciales y los menesteres de la grande y pequeña industria. Y por último, hijo mío, verás si vives que acabarán por poner la enseñanza, la riqueza, el poder civil, y hasta la independencia nacional, en manos de lo que llamáis vuestra Santa Madre Iglesia.
Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos revolucionarios, díscolos si os parece mejor esta palabra, contumaces en la rebeldía. En la situación a que llegaréis andando los años, el ideal revolucionario, la actitud indómita si queréis, constituirán el único síntoma de vida. Siga el lenguaje de los bobos llamando paz a lo que en realidad es consunción y acabamiento... Sed constantes en la protesta, sed viriles, románticos, y mientras no venzáis a la muerte, no os ocupéis de Mariclío... Yo, que ya me siento demasiado clásica, me aburro... me duermo...». (de Cánovas, de Benito Pérez Galdós)
Y así, tan tristemente, concluyó poco más o menos la charla.
lunes, 18 de julio de 2016
Prototipo Humano, de Auxi Campos
El viernes fui a la representación de Prototipo Humano, de Auxi Campos, que forma parte de un proyecto, Estado de Sitio, que se está realizando en San Martín/CAAM. La actriz que la representó, Marta Viera. Aquí se describen los pormenores del proyecto.
No es que me desagradara, no, pero me pareció flojillo. Tanto el texto, que me pareció algo inconexo en relación con el tema que era un posible futuro distópico de la humanidad, como la actriz en sí que tenía esa falta de naturalidad de algunos, supongo, estilos de actuación que “visten” una pose de actriz/actor en lugar de buscar una naturalidad en la expresión. A mí me parece que esa actuación establecía un distanciamiento entre ella, la actriz, y el personaje, dándonos a todos los espectadores, por entre los cuales ella podía circular, pues no había propiamente un escenario separado del público, la “tranquilidad” de estar asistiendo a una representación teatral. Obviamente esto no es una regla, quiero decir, que ese distanciamiento está bien para otro tipo de obras; en este caso se trataba de un monólogo en el que el personaje se dirigía, precisamente, a nosotros, al público, que no éramos simplemente público, sino voluntarios de un experimento. (Por cierto, que a la entrada del espectáculo nos invitan a tomar un vasito con un líquido, que debemos mantener durante toda la obra hasta que al final brindamos como colofón al juramento que nos ha conminado a recitar el personaje. Tampoco vendría mal que el panfletillo que divulgaba la obra contuviera un texto que indicara al público cuál era su intervención en la obra, así se hubiera logrado una mayor implicación, al menos mía, que soy muy pazguato y temía que en cualquier momento la actriz me hiciera intervenir de alguna manera) Esta circunstancia, para mi gusto, exigía una mayor complicidad y naturalidad del actor con el público/voluntarios. Pero volviendo a la actriz, es muy probable que ella no advirtiera esa falta de naturalidad, y que de verdad estuviera sintiendo el texto como propio, pero a mí me incomodaba su dicción, y una expresión que no me parecía natural en ella aunque pretendiera serlo; esto último es más responsabilidad del texto que de la representación del mismo.
Ya digo que el texto tampoco me satisfizo. Hay secciones realmente íntimas, en las que la actriz hasta deja asomar una lagrimilla y tal vez son los momentos en los que mejor se desempeña, y hay momentos en los que desarrolla el tema de la obra, que es ese mundo en crisis, en concreto ceñido a esta isla, aunque no menciona exactamente el nombre de la isla. Pues a mí no me pareció que estuvieran bien engarzadas esas dos fases del texto. Y me pareció algo floja precisamente la parte en la que desarrolla la descripción del experimento, donde el personaje se pone más profesional. Tal vez cuando se pone íntima, hablando de sí, de su contexto familiar, está mejor logrado, para mi gusto. En resumen, no me pareció que todo estuviera bien cerrado, no me pareció un texto limpio, redondo.
Lo demás me parece anecdótico, es decir, que se desarrollara en la capilla -sí, tal vez exigía un local cerrado- que los asientos estuvieran cubiertos con plástico como si todo el local estuviera en obras -algo se alude a ello, aunque no lo pillé exactamente, tenía que ver con metalizar- y muy bien la invitación al chupito -que no sé si era chupito o agua porque ...¿ya hablé de mi pazguatería?- con la salvedad de que yo hubiera explicado mejor el papel del espectador/voluntario en el panfleto -el personaje lee un juramento que todos hemos de repetir, ¿por qué no reproducirlo ahí?.
No es que me desagradara, no, pero me pareció flojillo. Tanto el texto, que me pareció algo inconexo en relación con el tema que era un posible futuro distópico de la humanidad, como la actriz en sí que tenía esa falta de naturalidad de algunos, supongo, estilos de actuación que “visten” una pose de actriz/actor en lugar de buscar una naturalidad en la expresión. A mí me parece que esa actuación establecía un distanciamiento entre ella, la actriz, y el personaje, dándonos a todos los espectadores, por entre los cuales ella podía circular, pues no había propiamente un escenario separado del público, la “tranquilidad” de estar asistiendo a una representación teatral. Obviamente esto no es una regla, quiero decir, que ese distanciamiento está bien para otro tipo de obras; en este caso se trataba de un monólogo en el que el personaje se dirigía, precisamente, a nosotros, al público, que no éramos simplemente público, sino voluntarios de un experimento. (Por cierto, que a la entrada del espectáculo nos invitan a tomar un vasito con un líquido, que debemos mantener durante toda la obra hasta que al final brindamos como colofón al juramento que nos ha conminado a recitar el personaje. Tampoco vendría mal que el panfletillo que divulgaba la obra contuviera un texto que indicara al público cuál era su intervención en la obra, así se hubiera logrado una mayor implicación, al menos mía, que soy muy pazguato y temía que en cualquier momento la actriz me hiciera intervenir de alguna manera) Esta circunstancia, para mi gusto, exigía una mayor complicidad y naturalidad del actor con el público/voluntarios. Pero volviendo a la actriz, es muy probable que ella no advirtiera esa falta de naturalidad, y que de verdad estuviera sintiendo el texto como propio, pero a mí me incomodaba su dicción, y una expresión que no me parecía natural en ella aunque pretendiera serlo; esto último es más responsabilidad del texto que de la representación del mismo.
Ya digo que el texto tampoco me satisfizo. Hay secciones realmente íntimas, en las que la actriz hasta deja asomar una lagrimilla y tal vez son los momentos en los que mejor se desempeña, y hay momentos en los que desarrolla el tema de la obra, que es ese mundo en crisis, en concreto ceñido a esta isla, aunque no menciona exactamente el nombre de la isla. Pues a mí no me pareció que estuvieran bien engarzadas esas dos fases del texto. Y me pareció algo floja precisamente la parte en la que desarrolla la descripción del experimento, donde el personaje se pone más profesional. Tal vez cuando se pone íntima, hablando de sí, de su contexto familiar, está mejor logrado, para mi gusto. En resumen, no me pareció que todo estuviera bien cerrado, no me pareció un texto limpio, redondo.
Lo demás me parece anecdótico, es decir, que se desarrollara en la capilla -sí, tal vez exigía un local cerrado- que los asientos estuvieran cubiertos con plástico como si todo el local estuviera en obras -algo se alude a ello, aunque no lo pillé exactamente, tenía que ver con metalizar- y muy bien la invitación al chupito -que no sé si era chupito o agua porque ...¿ya hablé de mi pazguatería?- con la salvedad de que yo hubiera explicado mejor el papel del espectador/voluntario en el panfleto -el personaje lee un juramento que todos hemos de repetir, ¿por qué no reproducirlo ahí?.
jueves, 28 de abril de 2016
Palabras entrevistas. Diecisiete autores hablan de su oficio
Se presentó ayer en el Club Prensa Canaria ayer, 28/04/16, el libro de Rubén Benítez Florido, Palabras entrevistas. Diecisiete autores hablan de su oficio (Mercurio, 2016). Acompañaba a Rubén en este evento el poeta Pedro Flores a través de cuyas preguntas y las respuestas del autor, aparte del conocimiento directo que de él y de ella tenemos, nos atrevemos a reseñar la obra.
Como es nuestro amigo no nos entretendremos en pergeñar su trayectoria literaria, que ya va adquiriendo el carácter de extensa. Solo mencionar que hasta ahora sus publicaciones han sido recopilaciones de artículos de la más variada temática, pero de los que si trasciende una llama común es la de un entregado amor a la literatura y a cuanto la rodea, que es el resto del universo, el cual es percibido siempre con una visión literaria.
Sabemos, porque le conocemos, y él mismo no se embaraza al reconocerlo que peca de mitómano y tal vez esa sea la clave de este libro, que no responde a un «estado del arte» de la literatura del momento, ni a un «quién es quién», ni ninguna otra compilación forjadora de cánones o generaciones. No, ni por asomo fue esa su intención, y eso se percibe en la variedad y dispersión de las flores escogidas. Integran la compilación de entrevistas autores locales, poetas y narradores, nacionales, narradores, filósofos, y hasta un cantante, e internacionales, narradores y ensayistas.
El criterio para la selección, es obvio, no puede haber sido otro que la admiración, el interés por el quehacer y los modos de hacer literatura ajenos y, sobre todo, la oportunidad. La oportunidad de pillarlos en el momento preciso y la condición de que ellos consideren oportuna esta invasión de su intimidad.
Pero oportunidad no significa improvisación. Estas entrevistas no están realizadas al azar del momento, han sido cuidadosamente preparadas, documentadas, y eso se nota en la calidad de las preguntas y la profundidad de las respuestas a que dan lugar. Es por eso que este libro es un documento, es decir, trasciende lo circunstancial, pues nos aporta información de calidad acerca de los entrevistados, acerca de su pensamiento, sus modos de afrontar el trabajo literario, sus opiniones sobre este universo en el que gustamos de andar que es el de la literatura.
Este es el objetivo declarado de estas entrevistas, según confiesa Rubén, alcanzar a atisbar, por lo menos, algunos aspectos de la cocina del entrevistado, sus recursos, sus estrategias, lo que nos permite apreciar mejor su obra pero también nos permite aprender de ellos a desarrollar un poquito mejor la nuestra.
Tenemos, pues, nuevo libro de nuestro amigo Rubén Benítez Florido en la ciudad y esperamos que tenga una magnífica acogida, pero sobre todo esperamos que tenga permanencia y que sirva de referencia para quienes se interesan, en particular por estos autores entrevistados, pero, en general, por el hecho literario y sus aledaños.
sábado, 23 de abril de 2016
Vidas Truncadas --Exposición fotográfica
Ayer, en el Espacio Digital, sito en el barrio de Schamman, junto al parque don Benito, en el que el mismísimo don Benito se pasa las horas muertas leyendo un libro, en él mismado hasta el punto de que nadie le ha visto pasar página, allí, en ese sitio, se inauguró una exposición fotográfica muy peculiar.
Se trata de una galería de retratos de estudio. “Bah, la misma galería de retratos de hombres ilustres de siempre”, dirán ustedes. Pero no. En primer lugar porque esta galería no solo incluye hombres, sino también mujeres, y jóvenes y maduros. En segundo lugar, porque esta galería de hombres y de mujeres, jóvenes y maduros, no son ilustres, sino precisamente víctimas de los ilustres, sí, víctimas, directas o indirectas de los que suelen aparecer en esos retratos de estudio, fotográfico o de pintor de moda de galerías de ilustres.
Estos retratos de hombres y mujeres, jóvenes y maduros, son los retratos de personas, contantes y sonantes, personas que van a comprar el pan, que ríen, y lloran, tienen hijos y padres, que pagan impuestos, y tenían una vivienda donde dormían y hacían de comer, es decir, personas que no importan a esos que suelen aparecer en las galerías de retratos ilustres, personas, como nosotros, a los que no miramos cuando pasan a nuestro lado por la calle porque no han salido por televisión, porque no han evadidos grandes cantidades de impuestos o no han declarado una guerra a nadie para que los demás vayamos a matar en su nombre.
Y sin embargo sí que han salido en los papeles, aunque no tan importantes como los de Panamá, porque en esos papeles en que ha aparecido su nombre, también aparecía la palabra DESAHUCIO. Que es una palabra sucia que significa que tu casa ya no es tu casa, y que para esas personas que aparecen en los retratos de ilustres, tú importas menos que el valor en el mercado del solar donde está tu casa.
Pues a esas personas son a las que Nieves Delgado y Sergio Déniz les han dado, no la palabra, sino la imagen, para que ellos se expresen con sus rostros, con sus ojos, con esas miradas que duelen, pero que no piden compasión, sino comprensión, que comprendas que las cosas están así, y que ellos son tú, si te descuidas, como nos dice claramente uno de los retratos de la exposición.
Es una exposición luminosa, porque esas caras, son fuertes, son limpias, y nos están diciendo, todas y cada una de ellas, no me van a vencer, se quedarán con todo y no me tendrán a mí, y eso emociona. Saber por lo que han pasado, y que están ahí mirándote con esa fuerza, con esa serenidad.
También es una exposición artística, porque esos rostros nos recuerdan a esos retratos que nos ha dado el mundo del arte, no de personajes ilustres, regidores, o grandes hacedores de Historia, no, sino esos otros retratos que nos hablan de la gente normal, de la gente que somos todos y a la que no prestamos atención, a pesar de ser nosotros, y que tienen que ser los artistas, ahora estos fotógrafos, Nieves y Sergio, los que nos señalen y nos digan: así somos, tan dignos como aquello de salir en una galería de retratos, no ilustres, solo dignos.
Altamente recomendable esta exposición, que está acompañada de un precioso mural decorado con la palabra de un montón de poetas que quisieron dejar sus testimonios acompañando a estos rostros. Poemas que dan la voz que de todas maneras estos rostros no necesitan porque ya gritan por sí solos. Que solo acompañan, con la humildad que merecen estos hombres y mujeres y jóvenes y maduros que saben de la vida más que nosotros.
jueves, 3 de marzo de 2016
Pepa Merlo
Pepa Merlo estuvo ayer en el Museo Pérez Galdós, dentro del ciclo Escritoras en la Casa museo Pérez Gardós, contándonos, a mí y a otras cuatro personas, todas mujeres, algunas cosas sobre su obra y su trabajo. Nos contó por ejemplo que es filóloga, y que está especializada en la generación del 27. En concreto su tesis trató sobre El diván del Tamarit de Federico García Lorca, pero, entre unas cosas y otras, tuvo que investigar sobre toda aquella generación, e, investigando, llegó, con sorpresa, a una conclusión, que el papel de las mujeres escritoras, narradoras, poetas, periodistas de este tiempo no fue menos relevante, no fue menos activo, ni fue de menor calidad que el de los hombres, y, sin embargo, han pasado completamente desapercibidas para la historia de la literatura. Por eso una de sus obras publicadas es una Antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27. Precisamente, por cierto, al día siguiente de proyectarse, en esta misma casa, el documental Las Sin Sombrero, que trata sobre esa generación ignorada de mujeres. Habla Pepa Merlo encendidamente de estas mujeres y de la injusticia que se ha cometido con ellas. Habla encendidamente, pero no panfletariamente, de las injusticias que se cometen con las mujeres en nuestra sociedad, anterior y actual, y preocupadamente del cariz que estar tomando las cosas en los últimos tiempos, con una especie de regresión social, tanto en el ámbito de las relaciones entre hombres y mujeres, como en el ámbito de las relaciones sociales más generales, inevitable mencionar los movimientos discriminatorios que están surgiendo con la crisis de los inmigrantes sirios.
Siguiendo con su preocupación por las mujeres, nos habló de un interesantísimo proyecto en el que se vio implicada casi por azar, que no lo fue porque la instaron precisamente a ella a que lo desarrollara, que dio como resultado El haza de las viudas, una serie de narraciones medio ficcionadas pero cuyo origen es el relato preciso que le hicieron a ella un montón de mujeres que le contaron sus experiencias vitales durante aquellos tiempos de la guerra y la posguerra en la zona de Granada, de donde procede nuestra autora.
Publicado también tiene un libro de relatos, Todos los cuentos, el cuento, título de evidente referencia a Cortázar, que, sin embargo, no aclaró, ni profundizó en su posible afición al autor. Interviene también en multitud de antologías de cuentos y, además participa en otras actividades como, –me encanta la gente con pasión por las cosas, y esta mujer la tiene–, un proyecto musico-teatral, en el que se recitan y cantan poemas de aquellas mujeres olvidadas de la generación del veintisiete. Habla con mucha ilusión de este proyecto que, para ella, es una manera más efectiva de hacer llegar la poesía, y, por ende, de dar a conocer a estas injustamente ignoradas autoras.
Terminó la charla con un pequeño coloquio donde se trató, precisamente, este irresoluto asunto del trato que reciben las mujeres en nuestra sociedad. Algún editor le comentó a la autora que simplemente se trataba de una cuestión de calidad, centrándonos en el caso de estas autoras y las razones de su olvido. Viene, poco más o menos a decir que el que se publiquen más a los hombres que a las mujeres, que el que todas estas mujeres no hayan sido contempladas en los tratados de literatura, por ejemplo, simplemente es porque su calidad literaria era inferior a la de los hombres de esta época. Tal vez habría que revisar esos conceptos de calidad que, casualmente, dan primacía a los hombres autores, tal vez habría que justificar esta minoría de calidad comparando punto por punto a los autores publicados, incluso con éxito de ventas y a las autoras no publicadas por ser mujeres, por tratar temas que a los que toman decisiones en estas cosas no parecen interesarles o por tratarlos simplemente de una manera diferente, desde un punto de vista que a los que deciden estas cosas no les parecen relevantes. En cambio, es sorprendente cómo les parece relevante, por ejemplo, la publicación a mansalva de novelas eróticas y románticas escritas por mujeres, que además tienen tanta demanda. Novelas, por cierto, que perpetúan, y este fue otro tema tratado, los modelos que precisamente mantienen a las mujeres en un papel pasivo –pasivo en cuanto a relevancia social, activo en cuanto a capacidades amatorias, o soportar el peso de la unidad familiar– y sojuzgado en la sociedad. Respecto a esto de los modelos, hablaba Pepa Merlo de una manera que daba la impresión de creer que existe una especie de gobierno en la sombra que está constantemente actuando para propiciar la divulgación de estos modelos de comportamiento que limitan la relevancia social que puedan tener las mujeres y que mantienen en la creencia de una superioridad de género masculino. Mi opinión es que estos modelos se mantienen con la ayuda, con la pasividad, de todos, que en efecto existe un gobierno en la sombra, pero que es en la sombra de nuestras conciencias donde reside. Todos perpetuamos esos modelos con nuestros diarios comportamientos y los que más responsabilidad tienen en esa permanencia son precisamente los que tienen capacidad de divulgarlos, escritores, programadores de televisión, realizadores de películas, periodistas. Los modelos de comportamiento se adquieren, por supuesto, en primer lugar, en el hogar, pero ya esa es una variable, simplemente, que se suma a las otras variables conque constantemente nos bombardean, desde la publicidad hasta los programas de cotilleos, desde las películas más comprometidas, pero que no prestan atención a los pequeños detalles, hasta las canciones de reguetón que descaradamente exhiben un comportamiento machista deleznable, al que por cierto se adscriben muchos por la estúpida razón de que creen identificar en ese tipo de música una especie de identidad de clase.
Leía quejarse el otro día, me parece que a Arturo Pérez Reverte, si no fue a Javier Marías, de que existiera una consigna procedente del gobierno para que los realizadores cinematográficos tuvieran la iniciativa, por el momento voluntaria, de que sus personajes no fueran fumadores o de que, por lo menos, el acto de fumar fuera contemplado con un cierto menoscabo. Le parecía una solemne tontería, aludiendo a la libertad de expresión, a la ñoñería de tales propósitos y a no sé qué más. Si tenemos en cuenta que precisamente lahttp://www.casadellibro.com/libros-ebooks/pepa-merlo/138688s películas son uno de los orígenes del hábito de fumar en muchos de nosotros, esto habría que demostrarlo, pero quién, que fume, no se ha visto imitando la apostura de Humprey Bogart con un cigarro en la mano, quién, que fume, no ha descubierto que su forma de fumar se parece a la de uno u otro actor o actriz de alguna película, y eso le ha reforzado, de alguna manera su orgullo de fumar, no me parece una idea descabellada sugerir a los que las hacen que traten de crear una especie de tendencia contraria, es decir, de divulgar modelos de comportamiento social más amables, o por lo menos de no ensalzar lo modelos perniciosos. Creer que uno fuma por libertad es no darse cuenta de que casi cada uno de nuestros hábitos procede de algún condicionamiento adquirido a fuerza de películas, publicidad, o lecturas realizada simplemente por placer, pero cuyos modelos vamos adquiriendo, pues precisamente esa es una de las funciones secundarias del arte narrativo, creo yo, el dotarnos de modelos de comportamiento con los cuales enfrentar los sucesos de la vida.
Esta es la responsabilidad que tienen todos los que consiguen decir algo y ser escuchados por un gran público. Aquellos que escriben o realizan películas por el simple deseo de beneficio, sea económico sea de admiración, no tienen ningún prejuicio en utilizar todos los medios posibles para alcanzar la atención que ansían, y disfrazar esos propósitos con justificaciones tales como “yo solo reflejo la sociedad tal y como es”. No es malo reflejar la sociedad tal y como es siempre y cuando no estés, con ello, reforzando la permanencia de los defectos de esa sociedad, de otra manera te conviertes en cómplice, es decir, en ese gobierno en la sombra que maquina para mantener el estado de cosas, tan deplorable, como están.
Uf, que a gusto me he quedao.
viernes, 26 de febrero de 2016
Novela pornográfica en el Quegles
Magela Gracia escribe novela erótica de tono subido o descaradamente novela pornográfica. La novela erótica presta más atención a la seducción, a sensaciones de los personaje, es suave, relajada, centrándose en la tensión sexual. La novela pornográfica es desatada, desprejuiciada, arrebatada, todo me sale en ada. Estas son mis palabras, quiero aclarar, mis conclusiones sobre lo que ella misma declaró anoche en el Quegles. Magela hace más de diez años que escribe. ¿Por qué escribe?, no lo sé. ¿Por qué escribe tanto la gente?¿Por qué escribo yo? Nada que ver. Magela cree en lo que escribe, está segura de la calidad de su obra. Yo no. De la mía. A ella no la he leído, pero el fragmento que ella leyó no me gustó, sinceramente. Me pareció una retahíla larguísima sin mucho atractivo literario y bastante estereotipada en cuanto a contenido sexual explícito. A mí personalmente el atractivo literario en literatura me parece imprescindible para apreciarla, y no quiero decir la floritura, el engalanamiento exagerado -me vino a la mente la novela pornográfica de los setenta con alambicadas metáforas eludiendo vocablos soeces-, sino un cierto ritmo en la frase, una adecuada puntuación que vuelva la frase cantarina, saboreable. En cuanto al estereotipo, no sé si es posible eludirlo en este tipo de textos, pero, en el fragmento que leyó apenas se notó si ni siquiera lo había intentado. Estoy siendo injusto, obviamente, porque lo único que conozco de su obra es ese fragmento. Y además estoy en las antípodas de cualquier género literario. Quiero decir que cualquiera que se declare autor de un determinado género literario ya me deja frío, incluso me repele un poco porque tengo tendencia a equiparar literatura de género con producto literario, siendo la connotación de producto exactamente la de producto de mercado.
Pero a quién le importa, salvo a mí, mi opinión. Magela ha conseguido reunir en torno a su obra a un nutrido grupo de lectores. Eso es lo que importa. La sala estaba llena de gente que había ido a verla a ella, eso también importa. Otra confirmación de su éxito es que ha recibido proposiciones de una gran editorial, mercantilmente honestas, y eso importa mucho. De lo demás apenas importa nada.
La charla fue amena. Se habló de sexo, más o menos. Se habló poco de literatura, de eso que yo llamo hablar de literatura, que es hablar de escritores y de sus obras. Se habló de escribir. Se habló mucho de los malos entendidos que, sobre todo, se tiene con las mujeres que escriben literatura erótica o directamente pornográfica. Se habló de si un autor tiene que ser asimilado a un personaje o no, y se dijo que no. De hecho ella habla de “su personaje” Magela, que circulaba por la red, distinguiéndolo claramente de su “ella sí misma” Magela, que trabaja de enfermera. En fin. Alguna controversia acerca de lo pertinente o no de esta literatura. Ella confiesa un fin, que este tipo de cosas, el sexo, el goce, el disfrute sexual en cualquiera de sus maneras, tenga categoría de normal. Que los ridículos tabúes que solo se destapan a puerta cerrada dejen de ser tabúes. Tiene razón.
En fin, este es mi resumen apresurado de la charla con Magela Gracia en el Quegles dentro de la Redgeneración Literaria de don Ramón Betancor, a quién Dios Guarde Muchos Años su buen hacer en estas batallas.
sábado, 20 de febrero de 2016
Novela Histórica sobre Canarias
Me preguntaba, y preguntaba, hace unos días, por qué no se escribía
novela histórica, en particular sobre la época de los guanches y la
conquista, en canarias. Luego me pregunté si era verdad que no se
escribían tales novelas, y me puse a explorar, someramente, en internet.
Esto es lo que he sacado. Novela histórica sobre canarias. Ambientadas
en diferentes épocas. Algunas tocan de refilón el tema, lo usan como
excusa. Otras tienen como objetivo la recreación de hechos históricos
con cierto rigor, logrado o no.
Novela Histórica
sobre Canarias
Título |
Autor |
Año |
Editorial |
Contenido. Palabras Clave |
|
|
Z_Lolita Pasión |
Martín Fuentes, Julieta |
2015 |
Beginbook |
Cuba(1900) |
|
Z_Los signos del pudor
|
Reina, Pompeyo |
2015 |
Lecanarien |
Sociedad (1800) |
|
Días de Paso |
Estévez, Javier |
2014 |
Circulo rojo |
Sociedad (1800) |
|
Abenchara |
Hernández, Faneque |
2014 |
Cam pds |
Guanches, conquista, (mujer de Fernando Guanarteme) |
|
Búscame donde nacen los dragos |
Lira, Emma |
2013 |
Plaza y Janés |
Guanches |
|
1797 Piratas del Atlántico |
Medina Enciso, Luis |
2013 |
CCPC |
Sociedad 1700 |
|
La Señora Beatriz de Bobadilla |
Álvarez, Carlos |
2012 |
Una Hora Antes |
Sociedad (1400) |
|
El Corsario de Lanzarote |
Estupiñán, Francisco |
2012 |
Premio Benito Pérez Armas |
Sociedad (1500) |
|
Orgullosamente Bárbaro |
Santana León, Isidro |
2012 |
Edicion propia |
Sociedad 1600 |
|
Llamadme Cabrón. Historia de un pirata |
Fornell, Javier |
2011 |
Mayi |
Conquista, sociedad (1400) |
|
El fuego de Bronce |
Villanueva Jiménez, Jesús |
2011 |
Libros libres |
Sociedad (1700) |
|
Taucho, la memoria de los antiguos |
Hernández Gonzáles, Fernando |
2010 |
Algani |
Conquista |
|
El rey de Taoro |
Kuthe, Eugen |
2010 |
Verena Zech |
Conquista |
|
Garoé |
Vázquez Figueroa, Alberto |
2010 |
|
Guanches, conquista |
|
La cueva de las mil momias |
VV.AA. |
2010 |
Edición propia |
Guanches |
|
Canaria |
Piñeiro García, Jesús |
2007 |
De librum Tremens |
Sociedad 1400, guanches, conquista |
|
Sosala |
Domínguez, Carlos Guillermo |
2003 |
sm |
Guanches |
|
Años de tormenta |
Lilia Barrera, Flora |
2001 |
ccpc |
Emigración (1900) |
|
La Pluma del Arcángel |
Álvarez, Carlos |
2000 |
Alfaguara |
Sociedad (1400) |
|
Tanausú, el último rey de los guanches |
Braem, Harald |
1996 |
Edhasa |
Conquista |
|
Las naves quemadas |
Armas Marcelo, J.J. |
1982 |
De Bolsillo (2009) |
Sociedad(1400) |
|
Los guanches o la destrucción de la monarquía de Tenerife |
Ossuna y Saviñón, Manuel de |
1978 |
JB |
Guanches |
|
La conversión de Guadafra |
Romero Spínola |
1931 |
(en MDC) |
(Obra de Teatro), guanches |
|
Sor Milagros o Secretos de Cuba |
Pérez Zamora, Aurelio |
1897 |
(en biblioteca digital hispánica) |
Sociedad 1800 |
|
Z_La dama de Acorán |
Lago, Luis |
|
Bubok (edición electrónica) |
Guanches (excusa) |
|
Z_La leyenda de Gara y Jonay
|
Lozano Latorre, Ismael |
|
sieteislas |
Guanches(inspiración) |
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