Autor completamente desconocido para mí. Del cual había leído escribir a Jesús Rodríguez Castellano, pero sin animarme a buscar algún libro suyo. Después él se lo recomendó explícitamente al Polillas, que lo comentó en su blog, y aquí estoy leyendo yo el volumen del Polillas. Todo hay que decirlo. Pero me ha gustado mucho y eso me motivará profundizar en el autor y, quién sabe, a lo mejor me compre alguna vez un libro suyo. Comprar libros me parece innecesario habiendo bibliotecas y no habiendo hueco en mi casa donde ponerlos. No tengo ningún afán coleccionista, pero tampoco me siento con ánimo de tirar libros a la basura, es más, recojo libros que otros tiran a la basura. … (hilo interrumpido)
La Gesta es una recreación de las heroicas jornadas durante las cuales el valeroso pueblo de Santa Cruz rechazó los ataque del fiero corsario inglés Horacio Nelson, el cual perdió un brazo en esta batalla, sin conseguir su propósito de … cualquiera que fuera, no sé si simplemente asolar la ciudad, robar mercancía, pedir un rescate o reclamar la isla para su reina.
No obstante la recreación que realiza Juan Ignacio Royo es lo menos heroica que pueda concebirse, llegando a sugerir una victoria azarosa, casi por descuido o por caos, que no KO. Donde el principal papel defensor lo interpretan una partida de franceses que se habían refugiado en la ciudad precisamente huyendo de la flota inglesa. Otra sugerencia en la novela de J.I.R es que entre la aristocracia, que también formaba la oficialidad de las milicias, había poca motivación para impedir la invasión inglesa, que eran los principales destinatarios de sus transacciones comerciales. Esta invasión prometía grandes beneficios para estos terratenientes que acumulaban pipas y pipas de vino en sus bodegas en espera de ser vendidas a sus principales clientes, los actualmente enemigos.
Con estos ingredientes, la novela se convierte en una irónica descripción de la batalla, donde los soldados de la milicia popular enfrentan a los ingleses más alentados por los franceses mencionados – henchidos todavía de su revolución popular y su odio eterno al país vecino – que por sus propios oficiales, que se esconden detrás de los muros del castillo o debajo de las faldas de sus mujeres.
A todo esto se le suma el hambre que asolaba la ciudad debido al bloqueo inglés y que desalentaba aún más a los defensores de la ciudad, a muchos de los cuales tanto les daba estar bajo una bota como de otra, hablase castellano o inglés, el hambre no distingue idiomas.
J.I.R tiene un estilo muy claro, muy transparente, también, deslizando alguna que otra palabreja popular que pasa desapercibida por lo naturalmente integrada. Se mete uno en la lectura de una manera tal que se le pasan los pasos de peatones de largo y sigue uno andando acera adelante hasta que se da cuenta de que la acera se acaba y empieza la calzada. No hay capítulo que no avance la trama, que se desfleca en varias subhistorias, siendo las descripción de las proezas guerreras las menos importantes, distraídas siempre por las otras subtramas, lo que me parece un recurso magnífico para evitarse tener que entrar a saco en la descripción de una batalla, que de todas maneras no se echa de menos porque no es el propósito de esta historia, cuyo título, después de leerla provoca media sonrisa.
Entre las otras tramas que se entrecruzan está la aparición de un misterioso “monstruo” u hombre que sale de las aguas cuyo papel en la narración no consigo yo ubicar, pero nos lleva a diversos lugares donde se desarrolla la misma batalla, aunque él, personalmente, permanece completamente ausente ante todo lo que sucede a su alrededor. Uno de los lugares adonde nos lleva es al mismo camarote donde los médicos tratan de curar las heridas del almirante, y hace responsable a nuestro monstruo de arrebatarle el brazo a Nelson, con el frívolo propósito de quedarse con el anillo que lleva puesto. Cuya devolución será luego la condición para la retirada de los ingleses. Tenemos también un aristócrata rijoso que hasta corteja a la misma Muerte y un cura ilustrado, al que la muerte ni siquiera le ofrece la posibilidad de retractarse porque de todas formas el cura no cree en el infierno al que está destinado. En fin, una costurera que se prenda del monstruo, historia en la que algunos han querido ver una evocación de la Bella y la Bestia (ver los comentarios al Polillas).
En resumen. Se trata de una novela sorprendente, entretenida y divertida. No la consideraría una novela humorística, sino una novela irónica, con mucho humor implícito, en la propia forma de narrar. Probablemente bastante fundada históricamente – al menos a partir de lo que leo en la wikipeda, que es lo poco que conozco acerca de la auténtica Gesta – pero sin querer en absoluto pasar por una novela histórica de rigor. Queriendo, eso sí, hacer una pequeña burla de esas jornadas épicas de las que tan orgullosos se muestran en la capital vecina.
Tenemos nosotros aquí una gesta semejante, que en nuestro caso siempre se consideró derrota, aunque en el relato de Ángel Sánchez, ( Cenizas del paraiso) uno termina con la sensación de que fue una derrota pírrica, teniendo en cuenta que los propósitos de los holandeses al abordar la ciudad no se cumplieron y tuvieron que marcharse apenas con las migajas que dejaron los habitantes de la ciudad al huir hacia el interior. El relato de don Ángel es mucho más serio y dramático, más notarial que el de Royo, que yo prefiero, porque tengo más tendencia a la desacralización de la historia que a su rigurosa reconstrucción. Tal vez no es desacralización sino casi lo contrario, mitificación, es decir, la creación de una construcción narrativa que sustituya a la auténtica y banal historia de los hechos, lo que prefiero, porque esa construcción narrativa dice más de nuestra actualidad.
Me ha interesado mucho este autor al que voy a continuar leyendo a poco que siga tropezándome con sus novelas.
Juan Ignacio Royo 1956
La Vega llena de pájaros, cuento, (1995)
El sacrificio (1988)
El fulgor del barranco (2010)
Puerto Santo (2013)
Mejor cuando improvisas (2015)
Un carnaval amargo (2016)