sábado, 6 de marzo de 2021

Tragedia de Flor de Vidrio, de Ignacio Gaspar

Hace unos años hablé por aquí de una novela de Ignacio Gaspar, Baile de Tapados. Me gustó mucho aunque reconozco que no va ser una novela muy popular. Es de lectura difícil y de tema, digamos extraño. Pero es una de esas lecturas que de verdad significan una experiencia lectora, que te sumerge en un ambiente de sensaciones ajeno a tu mundo cotidiano. 
Hoy, por ayer, he recibido esta nueva publicación del autor. No he tenido ocasión de leer la presente versión pero sí el inmerecido honor de echar un vistazo a lo que podríamos llamar el manuscrito. Yo lo percibí como una continuación ambiental de aquella, con el mismo tono y personajes (prototipo de personajes). Me la reservo para una lectura reposada. 
Con el tiempo sigo pensando en Baile de Tapados como la novela más extraordinaria que he leído, en el sentido de completamente ajena a todo lo que he sido capaz de percibir en bastantes años en Canarias. (Resalto el yo porque quiero que quede claro que es el punto de vista de un mindingui que lee sin demasiado rigor). El estilo en esta novela es todavía heredero de aquellos propósitos innovadores, de exploración estilística y lingüística que se dieron en Canarias en los setenta y, ya lo dije en aquella nota, es deudora directa del estilo de Isaac de Vega, mejorando, a mi juicio al maestro, si no en la creación de esos ambientes fantasmales-onírico, sí en la depuración de su estilo.
Saludo esta nueva publicación y agradezco al autor que me haya hecho merecedor de esta primicia.

 

viernes, 5 de marzo de 2021

Hotel Madrid, de Emilio González Déniz

 Hotel Madrid, de Emilio González Déniz


Me ha parecido una novela floja. ¿En qué sentido?. Pues en el sentido de que mi percepción de la novela, al final de la lectura, es de que, sí, hay una historia central, que es el romance entre Dácil y John Huston, que más o menos convence, y un montón de anécdotas de relleno que no me parecen realmente contribuir a enriquecer la historia central. No sabría explicar qué le falta, pero me da la impresión de que transcurren paralelamente. Tal vez es una cuestión de estructura, de organización de los capítulos o secciones, de mejor conexión, adaptación al servicio de la historia central. No lo sé. Pero no me ha dado una sensación de completitud, sino de fragmentación.

La historia de amor está bien. No es nada convencional ni nada ñoña. Hay un romanticismo exacto preciso. La figura de Dácil es muy madura, muy dignificada. La de Huston es más prototípica, el hombre de éxito y de mundo  que baja al llano y se mezcla con los seres pequeños;  uno se imagina bastante así a esos personajes, y está bien representado en el libro. Las escasa pinceladas que da de Gregory Peck y de Orson Welles también están muy bien elegidas y muy bien mezquinadas para dejar que la imaginación rellene y los vea claramente encarnados.

Pero las anécdotas a que me refería echan mano en muy gran medida a los contenido de Crónicas del Salitre, y lo hacen sin reelaborar. Me ha molestado mucho, discúlpeme el autor por ello, que algunos relatos hayan sido trasladados de manera íntegra, sin cambiar ni una coma prácticamente, o esa es la impresión que le deja a uno la lectura, de esto ya lo he leído en otra parte.  Es el mismo estilo de Emilio el que no desdeña estas repeticiones, hay varias expresiones que se repiten y que a uno le causan una pobre impresión como lector. En general el estilo es pobre, es falto de la luminosidad, de la gracia que había en Bardinia y que todavía se aprecia un poco en Crónicas (no recuerdo las fechas de edición de cada libro, hablo por el orden en que los he leído). 

Creo que hay buenas ideas pero con falta de encanto para expresarlas. Algunos ejemplos:  El lugar incapaz de contener vidas completas, pues hay que salir a completarlas o traerlas medio vividas, refiriéndose a la ciudad de Palmas de Bardinia, donde transcurre la historia. La idea me gusta, pero la frase carece del empaque que la encienda. O La búsqueda de la felicidad incumple la orden de expulsión del paraíso contra Adán y Eva.  Me gustan esas imágenes pero les falta vestido, les falta música. Están como muy razonablemente expresadas. 

Otras expresiones recuerdan, sin embargo, ese gracejo del autor en Bardinia. El obispo tenía un sentido mahometano del pecado, entendiendo por «sentido mahometano» el que todo pecado en el hombre tenía origen en una mujer. Maestro, no sea cruel, que la naturaleza también es arte, frase que le dice Juan Demóstenes a Huston para que modere sus burlas a la actriz italiana que era un poco hueca, pero un hueco muy bien envuelto. De estas expresiones creo que se podría abusar sin que uno se resintiese, porque están muy bien medidas y la retranca va apareciendo como al descuido, como el olor del bufo que aparece después del redoble.

El libro tiene, a veces, el aspecto de ser una novelización de Crónicas del salitre,  porque ahí están muchas de los episodios que figuraban allí, y algunas de ellas, como digo, literalmente, y metidas un poco a la fuerza, para mi gusto, y sin prácticamente ninguna adaptación, lo que hace que se note el artificio, e incluso uno llegue a pensar que peca de flojera de composición. 

Otra cosa es el interés, digamos sociológico, que tiene el libro. Quiero decir que se relatan en él unos cuantos sucesos que de algún modo forman parte de la mitología de esta ciudad, aparte del propio Hotel Madrid, como es el rodaje de la película Tirma, aquí con otro nombre, y el estado de ánimo de los ciudadanos ante la contemplación de ese mundo exterior que significaba para una ciudad de provincias en la época postfranquista, descrita muy bien como inmersa en la paz de los cementerios que la dictadura imponía. El mundo exterior, claro, esas gentes que llegaban con comportamientos y usos que hasta entonces solo se habían visto en las películas. El rodaje de Moby Dick, del que todavía se puede encontrar gente que afirma haber participado como extra en la película o haber sido testigos de esa famosa caída del piano en el Hotel Santa Catalína, aquí con otro nombre. El general García Escámez y su benevolente reinado en las islas, etc, etc. Si uno no ha leído antes Crónicas, disfruta de todos estos relatos, medio verdad medio mentira, como la perra Chona. De todo esto  lo que más me llama la atención es la particular veneración que se tiene por el personaje de Juan Demóstenes y que a mí se me antoja que disfraza la personalidad de cierto político socialista que tuvimos por estos lugares.  No dejar de mencionar a la cofradía de gamberros de La iglesia cubana de la que Emilio no ha contado demasiado, ni aquí ni en Crónicas, quizá porque ya lo hizo largamente Arturo Cantero Sarmiento en su Las Palmas 1950:Vida, hechos y milagros de la famosa “Iglesia Cubana”.