sábado, 29 de diciembre de 2018

Baile de Tapados, de Ignacio Gaspar

No sé si retomo este discontinuado blog, pero no quería dejar pasar el año sin hacer un comentario acerca de la novela más interesante que he leído este año Baile de Tapados, de Ignacio Gaspar. En su momento me escribí una reseña, que sigue:

Lo primero que hay que decir es que celebro el reencuentro con frases arriesgadas, de más de tres y cuatro líneas pero perfectamente coherentes, absolutamente comprensibles por estar cada elemento gramatical en su justa posición. Frases redondas que empiezan y acaban, y no se van por las ramas o se quedan colgadas terminando su lectura sin saber muy bien qué es lo que acabas de leer. Saludo esto porque la lectura de estas frases requiere una completa concentración, pero que resulta compensada con la sensación de completitud tras haberla leído.

"Insegura con curiosidad, María Cahína se acercó precavida al hueco del ventanillo y emparejó la hoja, colocó los ojos en la guía del postigo y contempló cómo las del rancho de máscaras habladoras que se habían anunciado desde los pedregales de Nicolás Sánchez, giraron en la esquina de la pared de Erasmo Gómez, llegaron hasta el corte, adentro y sobre la misma orilla de la raya de sombra de la boca de la cueva de Manuel Rodríguez, con las almas puestas al fresco, formaron terciadas una pared infranqueable, y quedaron esperando."

Podrá no gustar a un lector de estos tiempos de brevedad, pero a mí me complace que la frase esté perfectamente amarrada de principio a final, y que se pueda leer de un tirón, un poco exhausto, pero sin asfixiarse y sin tropezarse con palabras desritmadas, desafortunadas o cojas.

El ambiente es rural, pero un rural material, concreto, reconocible por aquellos que hemos vivido o nos han contado de una época que ya pasó -yo veo a mi abuelo perfectamente en uno de esos saraos de máscaras, y no de los más inocentes, por Tirajana, Taidía o por Guayadeque. Y al mismo tiempo de un rural mítico excesivamente poblado, y desolado, porque no hay apenas comunicación entre los personajes. No sé, reconoces ese ambiente, pero se te hace onírico. Hay multitud de términos de supuesto uso popular que yo desconozco -alguno he buscado en el diccionario y no he encontrado.

Es un libro que no se explica. Quiero decir que aparentemente las historias no llevan a ninguna parte, comienzan y terminan sin saber uno muy bien por qué. Tres historias claras: una primera las andanzas de María Cahina, otra segunda la de una especie de juego en el que unos le van pasando un testigo a otros, y la tercera el recorrido del carro azul claro con sus ocupantes. Todos parecen dirigirse a la Hoya de los Tapados donde se celebrará el baile de tapados o de carnaval.

Hay como un extraño protocolo de máscaras, donde cada uno se oculta a los otros, nadie revela su identidad, no se hablan directamente, no hay conversaciones, se cambian de traje si consideran que han sido reconocidos, para lo cual tienen trajes de repuesto ocultos en lugares oportunos.

Ocurren sucesos extraordinarios que son aceptados, si no con normalidad, no con escándalo. Y sobre todo hay multitud de preguntas. El diálogo interior de los personajes es expresado en forma de preguntas que muchas veces resultan extravagantes y otras perfectamente razonables.

Otra cosa sorprendente es la exasperante nomenclatura, aparecen personajes y personajes y aparecen lugares y lugares, nunca repetidos -que yo haya podido apreciar- todos haciendo referencia al poseedor: el muro de tal, la vuelta de cual, la casa de tal otro, el camino que bordea la heredad de sinigual, acaba uno completamente perdido preguntándose si hay un mapa o no hay un mapa de esta geografía o es completamente azarosa -es lo que sospecho.

Cada capítulo cuenta un progreso de la historia, o bien de María Cahina, o bien del traspaso del testigo, o bien del avance del carro.  En el libro anoté, a partir de un determinado número, los contenidos de los capítulos, cosas como: Clorinda Linares se sube al carro de Federico Machín. Se conocen mutuamente y se reconocen. Tensión, ninguno se ha contado al otro su participación en esto. O: Pasa el carro con dos incidentes: una ronda de conversadores echa pelotas al camino; Mariano Blanco verifica el paso del carro y da la señal. Federico Machín piensa en Clorinda.

El libro es un tanto inquietante. No lo he leído de corrido. Pero sí he conseguido por momentos introducirme en ese mundo -nocturno, silencioso, con gentes que pasan disfrazadas y en silencio, casi como fantasmas- Es una lectura curiosa, extraña, diría que difícil pero porque pienso que la mayoría de los lectores lo que busca es una lectura lineal, clara y precisa y con una historia muy destacada en la que esté claro adónde va y de dónde viene. Pues eso no es.

A mí me ha gustado. Me parece un libro incomparable. Apenas, y tal vez porque sé que el autor es claro admirador de Isaac de Vega, podría decir que recuerda a aquellas Fetasa y Parhelios y El Cafetín de don Isaac.







Supongo que no es una novela para cualquier público. Es una de esas obras que muy pocos tienen la paciencia de leer, como el Ulises de Joyce, dicho sea sin ánimo de comparar, porque no tienen nada que ver una con la otra, pero en lo que a mí respecta pueden estar lomo con lomo en la misma estantería. No soy nada mitómano, creo que Joyce se rascaba el culo como cualquiera. Celebro que haya gente que todavía escribe porque cree en eso de lo que todo el mundo habla y casi nadie sabe qué es lo que es... no, coño, el amor no..., tampoco la felicidad, joder, que tengo que  masticároslo todo